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Toda la tarde se pasó viendo la rosa.

Algo se removía en él.

Negando ante sus pensamientos, decidió salir de su encierro e ir con la señora Rogers.

—Pensé que eso de hacer la comida era en broma. —Dijo el Omega en cuanto llegó a la cocina y vio a la rubia cortar algunas verduras.

—Ahora que no está mi hijo, quiero aprovechar. —La mujer le sonrió maternalmente.

Tony se ofreció a ayudarle, pero se ganó tres cortadas en un segundo; era bastante torpe con ello.

—Dios, a este ritmo, terminarás amputandote un dedo. —Bromeó la Omega mayor, lavandole la mano.

Anthony sonrió avergonzado.

—Lo lamento. —Se disculpó—. Normalmente no hacia esto, ni siquiera mi madre cocinaba en la casa.

—Es una lastima, la comida casera siempre es la mejor. —Opinó la madre del Alfa.

Ambos permanecieron en silencio.

Tony pensaba en lo que de verdad le gustaba hacer.

Inventar, experimentar, reconstruir o destruir, estaba en su sangre; no por nada era un genio.

Pero, ahora que estaba casado con un Alfa Élite, tal vez... Sería difícil volver a su rutina.

—¿Anthony? —Los ojos azules de Sarah estaban preocupados.

—Tony esta bien. —El Omega regresó de sus pensamientos.

La señora Rogers asintió.

—Tu padre llamó. —Comentó la rubia—. Mandara lo que falta.

—Me lleve toda mis pertenencias. —Dijo extrañado el castaño.

—No todas. —La Omega comenzó a reir—. Tu padre no quiere que dejes de utilizar ese intelecto.

Los ojos oscuros del Omega se abrieron en sorpresa.

Lo saben.

¿Steve estará de acuerdo?

—La comida esta lista. —Anuncio Sarah, cortando de nuevo sus pensamientos.

Comieron sumidos en una agradable plática.

Sarah le había contado bastantes cosas del rubio, que ciertamente le causaron ternura al pequeño genio.

Luego de la convivencia, Tony y la señora Rogers se fueron a dormir.

Anthony, inconscientemente, se mantuvo despierto, esperando el regreso del Alfa.

Dieron la una, las dos, y luego las cuatro.

Los pasos pesados se escucharon por los pasillos.

Se detuvo en su puerta, Anthony decidió fingir que estaba dormido y lo escucho entrar.

Sus cabellos fueron acariciados con cuidado.

—Duerme bien, Tony.

La voz del Alfa le recorrió el cuerpo y un calor ligero subió por su vientre.

El soldado salió de ahí, lo más silencioso que pudo.

Tony sentía el corazón desbocado. 

SerendipiaWhere stories live. Discover now