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Tony no pudo reprimir la sonrisa de tonto enamorado.

No sabía cómo es que Steve se las arreglaba para dejarle una hermosa rosa roja.

La tomó con delicadeza, como si pudiera gritar de dolor ante un movimiento brusco. Admiro la belleza de ésta y se dio el privilegio de disfrutar de la sensación de cariño y anhelo.

Rogers podía ser un Alfa de presencia intimidante, de respeto, pero con él, siempre tenía detalles tan sinceros y sencillos.

Significativos sería la palabra adecuada.

—Es muy bonita.

Tony dio la vuelta ante la repentina interrupción.

Peggy lo miraba con una sonrisa.

Ambos se llevaban lo necesario, es decir, no habían hablado de otra cosa que no fuera trabajo.

—Pensé que había ido con ellos. —Anthony dejó la rosa en la mesa.

Margaret asintió más para sí.

—Y lo iba a hacer, pero... Steve puede ser aterrador cuando quiere. —Bromeo la mujer sin despegar sus ojos de la flor—, creí... Qué sólo lo decía de broma.

—¿Qué?

—La rosa. —La agente Carter lo miro a él—. Hace algunos años, Steve nos contó el detalle que su padre tenía con su madre.

El castaño se mostró curioso.

—¿Cuál detalle?

—... Joseph también era soldado. —Comenzó la castaña—. Cuando se iba por días, incluso por horas, siempre le dejaba una rosa a Sarah.

El Omega se imaginó a una joven rubia sonriendo con alegría y emoción al ver el detalle.

Así como él.

—Steve dijo que su padre lo hacía con la intención de recordarle a su madre cuanto la amaba. —Continuó Peggy—. Es algo muy simbólico para él, por ello un día nos dijo que le gustaría hacer lo mismo para que su pareja tuviera la misma sonrisa que Sarah ponía cada que recibía una rosa.

El corazón de Tony latía desbocado.

Sintió su cerebro fundirse en una ternura infinita.

Por instinto, miró la rosa en la mesa.

—Ese idiota...

Margaret bajo la mirada; tal vez, muy en el fondo, ella pensó que sería la receptora de esos detalles, sin embargo, ahora conociendo a Tony, podía decir que Steve estaba en buenas manos.

—El realmente te ama. —Peggy le sonrió sin ninguna malicia.

—Y yo a él.

Tony por fin podía decirlo.

SerendipiaWhere stories live. Discover now