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Tony escuchaba murmullos del otro lado de la puerta.

Estaba inquieto, bastante asustado, y si era sincero, lo único que quería proteger era su vientre.

Si sus cuentas no estaban mal, tal vez contaba con un mes de embarazo, tal vez más.

Varios disparos se escucharon del lado contrario; él se encogió y sollozo pensando lo peor.

Golpes, gritos, órdenes y sobre todo, la voz de Alexander amenazando a su Alfa.

—"Señor." —La voz de Jarvis lo calmo por un momento—. "La armadura está cerca".

Anthony se movió con más brusquedad, logrando que sus manos escaparan del nudo.

—Que entre en combate. —Ordenó al quitarse la cinta de la boca.

No tuvo contestación de Jarvis, pero supo que sus órdenes fueron escuchadas.

Golpes se escucharon en la puerta y lo único que pudo hacer, fue resguardarse hasta el fondo.

—Papá nos salvará. —Se abrazó a sí mismo, tratando de calmar sus nervios.

Del otro lado de la puerta, Steve estaba atacando a los soldados, lanzando su escudo y cubriéndose.

James utilizaba los cuerpos de algunos soldados como su propio escudo.

El espacio era mínimo, complicando los movimientos de combate, pero eran agentes de SHIELD entrenados.

—Ya estoy cansado. —Alexander saco un arma de entre sus ropas.

Steve logro ver al Alfa; tenía que detenerlo.

Corrió en dirección al sujeto, pero antes de llegar, una explosiones lo mando atrás.

En el techo, una armadura se encontraba elevando, con las palmas en alto.

Era dorada y roja.

—¿Qué...?

—"Por favor, le pido que se resguarde señor Rogers." —La voz de Jarvis calmo al Capitán.

Se dirigió a James y cubrió a ambos con el escudo.

Los rayos repulsores de la armadura, derribaban con facilidad a los soldados.

La cuestión era, que el edificio se estaba cayendo. Tantas explosiones estaban terminando con la estructura.

—Jarvis. —Steve logró obtener la atención de la I.A—. Ve por Tony.

La armadura obedeció, tomando impulso, abrió la puerta de un empujón, encontrando al Omega oculto en una esquina.

Los ojos del genio brillaron.

Al instante, las piezas se pegaron al cuerpo del castaño, como si estás fueran una segunda piel.

—¡No la dejaré fácil, Capitán! —Alexander apunto hacía el soldado—. Mínimo tiene que morir conmigo.

El escudo de Rogers rodó en cuanto el piso tembló.

La estructura no aguantaría mucho.

Un disparo resonó en el lugar.

SerendipiaWhere stories live. Discover now