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Luego de 3 días, Steve sentía su cuerpo relajado.

Al fin había terminado su celo; nunca había durado tanto, pero esta vez había sobrepasado el límite.

Doloroso y caliente.

Así habían sido esos días; suspiro, el rubio quería ver a Tony, pero no quería arriesgarse.

—¿Ya estás mejor? —Sarah llevaba una charola y unas cuantas medicinas.

—Si, gracias mamá, sin ti...

—Te hubieras controlado de igual manera. —La rubia acarició sus cabellos como cuando era niño.

Con cariño, con paciencia, con ternura.

—Yo...

—Esta bien. —La señora Rogers lo abrazo.

Ambos se mantuvieron en esa posición.

Sarah aferrándose al soldado y refugiandolo como si fuera un niño pequeño.

Su niño enfermizo.

—Te admiro, cariño. —La mujer sonrió—. Estoy muy orgullosa de ti.

—¿De verdad? —El Capitán sentía sus cuerdas vocales maltratadas de tanto gruñido.

—Claro, no cualquier Alfa haría lo que tú. —Admitió la mujer—. Eres un hombre de principios y que respeta a la persona que ama. Eres mi hijo.

Rogers tenía un nudo en la garganta.

La Omega desplegó su aroma calmando los músculos tensos del rubio.

Sarah comenzó a tararear una melodía, tranquila, para arullarlo.

Fuera de la puerta, Tony los miraba con una sonrisa.

Inconscientemente, miro al gran Alfa; era tierno ver a un valeroso soldado en brazos de su madre.

Además, lo que había escuchado le había tocado el corazón.

Su cuello hormigueo.

Tal vez... Sólo tal vez, Steve de verdad le gustaba. 

SerendipiaWhere stories live. Discover now