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Cuando Steve llegó a su casa, inmediatamente se cambió y se metió al gimnasio.

Necesitaba cansarse, sudar y dejar de pensar.

El aroma de Tony era afrodisíaco para él.

Era seductor, muy seductor.

Golpeo una y otra vez el costal, tratando de despejar su mente, pero lejos de lograrlo, sólo podía pensar en los labios del Omega.

—¿Steve? —Su madre lo miro somnolienta.

El rubio paró.

Respiro entre cortado; su rostro se encontraba sonrojado por el esfuerzo.

—¿Mamá? —El rubio camino hacia ella— ¿Te desperté?

La mujer negó con una sonrisa.

—¿Estás bien? —Preguntó preocupada la rubia.

El Capitán negó y le devolvió la sonrisa.

—Es sólo la emoción. —Sus ojos parecían brillar—. Lamento no acompañarte a la casa antes.

—Está bien, hijo. —La mujer le acarició la mejilla—. Era tu boda y estabas con tu Omega; yo fui la que no aguanto tanto festejo.

Ambos rieron.

Eran aproximadamente las 5 de la mañana y en poco el soldado tenía que ir por su pareja.

—Es un buen chico. —Sarah asintió más para sí—. Con carácter, carisma y buenos modales.

—Ustedes dos se llevarán muy bien. —Dijo Steve limpiandose el sudor.

Su madre estuvo de acuerdo con ello.

Los dos regresaron a la cama; Sarah feliz y Steve más relajado.

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Al día siguiente, Rogers llegó puntual a la casa de los Stark.

María lo recibió encantada y Howard con una gran sonrisa.

Steve saludo a ambos, pero por momentos, miraba a los alrededores buscando a su esposo.

—Esta durmiendo aún. —La rubia sonrió enternecida—. Podrías ir a despertarlo y desayunar aquí antes de irse.

El soldado agradeció.

Apresurado por verlo, llegó a su recámara.

Quedo maravillado por la vista; ver a Tony dormir era un deleite.

Sonrió enamorado.

Se tomó el atrevimiento de verlo por más tiempo.

Era hermoso, el Omega más perfecto.

—Soy muy afortunado. —Anthony se removió al sentir su cercanía.

Vio como éste se estiraba para después abrir sus ojos.

El color café de sus ojos se oscureció por un momento, atrapando la vista de Steve.

—Buenos días. —Dijo el rubio con una gran sonrisa.

El joven abrió sus ojos sorprendido y se levantó exaltado.

—¿Qué...? —El castaño frunció el ceño y luego se dejó caer en la cama—. No fue un sueño.

—Tu madre nos espera para desayunar. —El soldado se levantó de la cama y lo miro antes de salir—. Si aún no has empacado, puedo ayudarte. Entiendo que estés cansado.

Con una última sonrisa, Steve dejó el cuarto.

Lo último que pudo escuchar fue un:

—¡Maldito Rogers!

SerendipiaWhere stories live. Discover now