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Alexander Pierce cerró los ojos, harto de que todo el mundo dudará de su capacidad.

Hydra no lo valoraba como él deseaba; pero había un remedio para eso.

—Atacaremos donde más les duele. —La sentencia fue dada. Algunos soldado, fieles a él, asintieron esperando el momento—. Me las pagarás, Steve Rogers.

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Tony cayó con Steve encima de él.

Jugando, trató de deshacerse de él y sacar la pelota sin que el rubio lo tocará.

—¡Aquí Tony! —Sarah los miraba divertida.

Anthony logro lanzar la bola, mientras reía tirado en el césped.

Steve corrió hacia su madre y empezó a perseguirla.

Parecían niños jugando fuera de la casa, sin embargo, no parecía interesarles. El Omega no podía borrar la sonrisa de su boca; Sarah y Steve reían a unos pasos de él.

Era algo sencillo, sin sentido y aún así, se sentía como el momento más especial de su vida.

—¡Tiempo! —Su rubio marido dejó a su madre quien comenzó a brincar— ¡Mamá gana!

Tony se levantó y abrazo a su suegra, festejando su triunfo.

Después, los tres tomaron de la limonada que Sarah había hecho y se relajaron en el pasto.

—Esta vieja aún está en forma. —Bromeó la madre de Steve.

La pareja sonrió. La señora Rogers parecía tener la fuerza de ambos sin lugar a dudas.

Anthony se sentía bien con ellos, como una verdadera familia. La calidez parecía rodearlos.

—Chicos, tengo que irme. —La rubia beso la mejilla de ambos—. Me espera un té y unas galletas, con algunas amigas.

—No llegues tan noche, mamá. —Steve tomó su mano y lo miro suplicante—. Sabes que me preocupa.

—Nada va a pasarme cariño, pero, está bien, llegaré temprano.

Para el castaño era como ver a un padre preocupado por su hija; irónicamente.

Cuando Sarah salió de su campo de visión, Rogers se abalanzó contra Tony, tirándolo de nuevo, pero esta vez llenándolo de besos.

El Omega se dejó llevar. Se sentía tan bien en los brazos de su Alfa.

—Te amo, Steve.

Los ojos de su marido lo vieron con amor. No necesitaba más respuesta.

Continuaron besándose por un rato más.

El sol estaba cayendo y ellos seguían fuera.

—¿Quieres ir adentro? —El Capitán lo abrazó.

Anthony negó y se dejó envolver.

—Steve... —Cuando tuvo la atención de su esposo, continuó— ¿Te gustaría que tu madre tuviera pareja?

El rubio lo pensó seriamente por algunos minutos.

—Bueno...

—¿O eres hijo celoso? —Tony trató de desvanecer un poco la tensión bromeando.

—No realmente. —El rubio sonrió más para sí—. Me gustaría que mi madre fuera feliz siempre, independientemente de si tuviera pareja o no. —El genio comprendió—. Mi madre siempre lo dio todo por mí, sería injusto que yo no tuviera conciencia de eso y le prohibiera tener algo con alguien más, pero... Me da miedo.

—¿Miedo?

—No sabes qué tipo de Alfa te encontrarás. —Steve, inconcientemente, abrazó con más fuerza a su pareja—. He conocido a Alfas que son... Detestables.

Una mierda, se dijo Tony.

—No quiero eso para mi mamá. Ella merece un hombre que sepa valorar la gran mujer que es. —Rogers volvió a sonreír—. Además, mi madre no ha dejado de estar enamorada de mi padre. Aún lee las cartas que le escribió.

Anthony se recostó por completo en su rubio y lo pensó. Si, Sarah merecía un hombre a su altura y eso no cualquiera lo lograría. Era una mujer aguerrida, tierna, que supo sacar a su hijo adelante, y educarlo maravillosamente.

—Tu madre es fantástica.

—Lo es.

SerendipiaWhere stories live. Discover now