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Apenas cerró la puerta de entrada, fue atacado por su madre, sorprendiéndolo un poco debido al repentino ruido.

—Kihyun, amor, ¿dónde estabas? —preguntó preocupada, acercándose a su hijo. Estiró su mano para agarrarlo, pero se detuvo al instante, sabía lo mucho que le molestaba.

—Fui al café con un chico de la universidad —dijo con una sonrisa, mientras que en su mano sostenía el vaso vacío del lugar.

Su madre se quedó unos segundos en silencio, viendo la sonrisa de su hijo y la emoción con lo que lo había contado. Hace tiempo que no lo había visto de esa forma, incluso hace unos días su energía estaba bastante decaída.

—Me alegro, amor —dijo acariciando su mejilla— en un rato te llamo para comer

Kihyun asintió y caminó hasta su habitación, donde quitó sus anteojos oscuros y los dejó sobre la mesa de noche. También apoyó con cuidado el vaso, el cual le diría a su madre para lavarlo así no le quedan rastros de café y dulce en su interior.
  Se sentó en su cama y soltó un leve suspiro, sonriendo ligeramente. Se sentía feliz, luego de días volvía a sentirse feliz, contento. Aunque todavía pensaba sobre estar en el programa de los dos locutores, le daba un poco de pánico hablar sobre su vida y que bastantes personas lo escuchen, eso debía pensarlo bien. O tal vez Changkyun olvidaría la idea y ya, problema resuelto.

También pensaba en cómo hacer para que Changkyun entienda su mundo, entienda por lo que pasa cada día desde hace cinco años. ¿De qué forma podría hacer que Chang pudiera aprender algo?
  Se levantó de su cama y caminó con cuidado hacia el estante donde tenía algunos libros, de los cuales había aprendido braille. Tanteo por la madera hasta chocar con aquella regla con varios cuadrados y un punzón. Lo primero que le enseñaría sería el abecedario, o al menos las vocales.

Buscó su mochila y guardó ambas cosas, deteniéndose un momento para pensar. ¿Se estaba apurando demasiado en algo que seguramente el menor olvidó o ni siquiera le interesa? Probablemente, pero lo hacía sentir algo emocionado.

—¿Ki? —le llamó su madre golpeando la puerta.

—Pasa —le dio permiso para entrar, mientras dejaba la mochila en su cama.

—¿Y esa mochila? ¿Te vas a algún lado?

—No, estaba guardando unas cosas para el martes. ¿Ya está la comida? —le cambió de tema para que no siga preguntando más nada.

Su madre asintió y le acompañó hasta la sala, donde también le ayudó a sentarse aún sabiendo que su hijo podía sólo. Sirvió los tres platos y comenzaron a comer, teniendo de fondo el sonido de la televisión.

—¿Hay algún antifaz? —preguntó el castaño, rompiendo el silencio.

Ambos padres se miraron extrañados, la mujer levantó sus hombros y dejó que su esposo hablara.

—¿Para qué?

—Lo necesito para algo —dijo restándole importancia— ¿hay?

—Te puedo conseguir —esta vez habló su madre— ¿para cuándo lo querés?

—Martes

—Está bien —Kihyun sonrió ante las palabras de la mujer y siguió comiendo.

Tenía varias ideas en su cabeza, se engañaba si decía que no estaba algo ansioso, más que nada porque nada interesante le había pasado en los últimos años, no tenía amigos más allá del taller de lectura. Que Changkyun haya demostrado un mínimo de interés en querer hablarle le hacía sonreír inconscientemente.

Sus padres estaban curiosos, aún más cuando les dijo que había salido a un café. ¿Hace cuánto no había salido con alguien? También les emocionaba, pero a su vez les aterraba un poco. Kihyun no podía ver con qué clase de persona podría estar juntándose, qué clase de persona le había invitado un café.
  Eso era lo que ellos pensaban, Kihyun aprendió a ver más allá de lo físico, más allá de algo tangible. Kihyun había aprendido a juzgar y halagar por el interior de las personas, sus personalidades e incluso podría decir que su espíritu.

Luego de la comida Kihyun se ofreció a lavar, pero nuevamente no lo dejaron, aunque pudo limpiar las migas que habían quedado en la mesa. Al caminar hacia la cocina para buscar el tacho de la basura, chocó con una silla bastante fuerte, provocando que se doblara un poco por el dolor fuerte en su pierna.

—¿Estás bien? —se apresuró a decir la mujer, corriendo la silla a donde se supone que debería estar.

Kihyun asintió repetidas veces, mordiendo su labio para no maldecir. Las migas que tenía en su mano cayeron directamente al suelo, donde no podía verlas para volverlas a juntar. Solamente se fue a su habitación y se tiró en su cama, sintiéndose inútil una vez más.

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