VII. ¿La nueva niñera?

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SIETE

Entraron en una gran sala, aparentemente desierta. Solo había unos ventanales en una pared, que dejaban ver un cielo hermoso. Pero en el lugar no había muebles o alfombras. Parecía un lugar deshabitado. Hermione estaba sorprendida, no era exactamente así que se imaginaba la mansión de los Malfoys.

— Narcissa vendió muchas cosas — dijo Minerva, como si pudiera leer su mente.

Hermione quiso preguntar por qué, se suponía que los Malfoy contaban con una bóveda llena de oro. Pero la pregunta se quedó atascada en su garganta cuando lo vio.

Habían dejado para atrás esa sala y habían entrado en otra. Una habitación de paredes oscuras, con un enorme sofá verde esmeralda en el centro. Y Draco estaba allí, sosteniendo el borde de este.

— Draco... — le llamo Minerva y él levantó el rostro hacia ella.

Hermione contuvo el aliento. Ahora que lo veía desde cerca podía apreciar con mayor precisión los detalles.

El menor de los Malfoy llevaba el pelo rubio largo, pasando los hombros, estaba lacio pero se veía descuidado, en cierto punto esa melena casi se le antoja similar a la de Lucius, solo que mucho más desprolija.

Estaba delgado, demasiado. Los pómulos de su rostro se marcaban con demasiada precisión. Su piel era blanca, cómo siempre, pero sin brillo. Los dedos que sostenían el borde del sofá con ímpetu eran largos y blancos. En su rostro no había la menor expresión.

Sus huesos se dejaban ver bajo la fina remera que llevaba puesta. Se había cambiado, pero no elegante como era de esperar; se podría decir que estaba simplemente vestido.

Pero no fue nada de eso lo que más le alarmó.

Sino las marcas sobre sus ojos. Eran finas líneas que estaban sobre sus párpados, y sobre las ojeras negras que estaban en su rostro; y sus ojos, de pupila siempre gris, ahora estaban de un gris casi blanco. Era una vista de lo más extraña y desagradable. Al mirarlo a los ojos quedaba bastante claro que no veía.

A Hermione le resultó una imagen de lo más dolorosa.

Verlo dolía.

— Minerva. — saludo él, logrando que Hermione se estremeciera con su voz ronca.

— ¿Cómo te sientes? — cuestionó la bruja, y Hermione se sintió incómoda. No estaba segura de que el mago supiera que ella estaba allí, por lo que no sabía si presentarse o esperar a que Minerva lo hiciera.

— Perfecto — respondió Draco, y su tono fue neutro. La joven bruja no logró darse cuenta si estaba siendo irónico o si lo decía en serio.

— he traído a alguien, que podría ayudarnos. — comentó Minerva, dando unos pasos hacia adelante.

Hermione trató de calmar su respiración irregular. Quería salir corriendo, pero también se sentía clavada en el suelo de mármol de esa horrible mansión. Y algo distrajo su atención. Al principio creyó que se debía a la pequeña mueca que hizo el rubio cuando escuchó hablar a su antigua profesora, pero luego se dio cuenta de que era algo más.

Draco se sostenía del respaldo del sofá como si le costara esfuerzo mantenerse en pie. Y recordó como  en el juicio él se había caído al suelo, exhausto, y como durante el interrogatorio sólo se había mantenido sentado porque las cadenas le impedían hacer cualquier otro movimiento.

— Me sorprende que hayas conseguido a alguien. Me imagino que no están haciendo filas para pasar el día con un mortífago... — de golpe una tos interrumpió sus palabras. Su cubrió la boca con la mano y estuvo así por unos segundos, hasta que se recompuso. Pero no se veía muy bien. Hermione se preguntó cuánto le costaría mantenerse en pie ahora mismo.

Draco Malfoy - Efecto Azkaban [TERMINADA]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt