XXXII. CALIDO

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.32.

En las siguientes tres noches Hermione se quedó a dormir junto a Draco en su cama. Se acomodan hombro con hombro, y las cabezas a unos centímetros de distancia.

No era extraño, ya habían compartido cama en el hospital, pero de algún modo era íntimo de una forma inesperada e inexplicable, pero ninguno de los dos parecía buscar explicaciones para eso.

Draco estaba aprendido a ser alguien de nuevo, todo lo que creía y defendía se había desmoronado; había pasado los peores años de su vida es una cárcel donde no era más que nada. Un ser insignificante. Todas las bases sobre las que había construido su vida se habían caído.

Así que comenzaba a construirse de nuevo, y era bueno tenerla a ella. En más de una ocasión tenía pesadillas en las que recordaba las torturas que habían sido victimas los hijos de muggles, muchas en esa misma casa, a mano de Voldemort o de muchos otros mortifagos, y era irónico que ahora fuera junto a una hija de muggles con quién encontrarse consuelo. En el fondo sabía que Lucius tenía razón. No debía hacerse ilusiones.

Pero había algo más que le quitaba el sueño y le hacía darse vueltas en la cama constantemente. Cuando Minerva comunicó que se estarían trasladado a otro lugar había sentido el pánico subir desde su interior. La idea de ir a otro lugar aislado y que lo dejaran ahí, solo, en otra celda como Azkaban le producía un miedo paralizante.

Sería tan fácil para todos ellos olvidar que el existía. ¿Quién era, después de todo?

Pero era una casa, una casa en medio de la nada. Una casa que era de Granger. La idea no lo tenía cómodo aún. Quería salir de esta mansión, quería dejar para tras todos los recuerdos que emanaba esas paredes, pero temía de todos modos salir. Era como si quisiera ponerse en pie, pero tenía miedo a hacerlo.

De cierto modo eso le pasaba con la visión. Tanto empeño había puesto su madre en devolverle la posibilidad de ver, cuando él en realidad estaba aterrado. Ya se había acostumbrado tanto a la oscuridad que la luz parecía cegadora. Temía ver cuánto tiempo había así mientras estaba tirando en una celda de Azkaban rogando por agua. Tenía miedo de verse en el espejo y no reconocerse. De ver a sus amigos y no saber quiénes eran. De cierto modo la oscuridad que tenía ahora era más seguro.

Abrió los ojos de golpe, al sentir el frío de la noche calar sus huesos. De repente estaba en Azkaban de nuevo, y era Voldemort quien lo torturaba, del mismo modo que lo había visto hacer con tantos mestizos.

Su respiración estaba agitada, y de esta vez rogaba por ver lo que fuera, con tal de asegúrese de donde venia la tortura, de que lado de las sombras se presentaría la figura mutilada del mago oscuro.

Por fortuna ella estaba allí. La voz suave de Hermione lo aferró a la realidad. Solo había sido una pesadilla. Otra más.

- Draco... - dijo ella, sosteniendo su mano con delicadeza. Estaba trémulo y con frío. En su celda de Azkaban siempre estaba frío.

- No es nada. - devolvió él cuando fue capaz de hablar, con voz ronca, tratando de quitarle importancia.

- ¿Hace mucho que tienes pesadillas?- preguntó ella, como si realmente pudiera cambiar esa realidad. Llevaban durmiendo tres noches juntos y en las tres noches, sin excepciones, él se había despertado a los gritos o se había sentado en la cama de golpe luciendo perdido.

Draco hizo una mueca, como si no quiere tratar el tema, pero terminó por responder.

- desde hace mucho. - reveló sin dar detalles. - las pastillas de Nott me ayudaban. ¿Crees que podría estar dispuesto a darme más? Pediría una poción para dormir sin sueños pero no creo que sea una buena idea.

Draco Malfoy - Efecto Azkaban [TERMINADA]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz