XLIX. Gritos

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Todo lo que oía eran voces que iban y venían, de algún modo eso le remitió a la última vez que había estado en el Wizengamot, pero ahora las circunstancias eran diferentes. No estaba al borde de la inconsciencia o encerrado en una jaula. Por el contrario, estaba sentado en algún lugar donde la bruja lo había dejado.

Sentía sus manos apoyadas en algo, que supuso era posabrazos, y sentía incluso el respaldo del asiento en su espalda.

Si era sincero, tenía un poco de miedo de que lo atacaran, o aprisionaron sus manos con cadenas, como habían sabido hacer antes. Solo quería que terminase de una vez, pero sabía que recién había comenzado y probablemente faltaban horas.

Quería poder verla, ahora más que nunca, poder encontrarla entre los rostros que estaban allí y encontrar seguridad en su perfume, pero con tantas voces dudaba mucho de que pudiera escuchar siquiera su voz.

— Estamos hoy presentes bajo la jurisdicción de Inglaterra mágica para analizar la posibilidad de devolverle la magia al señor Malfoy... — los gritos y alborotos se hicieron más notorios, las protestas vienen de todos lados — ¡Silencio!— gritó el Ministro, elevando su voz por encima de todos. — Si este juicio resulta difícil de llevar adelante en público será obligado a ejercerlo en privado. — El silencio que le precedió se sintió como aplastante para Draco, que miraba hacia delante, con la cabeza erguida pero las manos temblorosas. — Como decía... Estamos hoy presentes bajo la jurisdicción de Inglaterra mágica para analizar la posibilidad de devolverle la magia al señor Malfoy pero no, bajo ninguna circunstancia, la posibilidad de usarla, por lo menos hasta que su juicio llegue al fin y se pueda concluir si es merecedor de su plena libertad y de usufruir de su magia o si debe volver a Azkaban. — concluyó con sonoridad, mientras todos los presentes asistían, excepto por Hermione y Pansy, que usualmente se habían agarrado de las manos y se apretujaban con fuerza.

— Para dar inicio a esta apelación tendremos como defensores de la causa al medimago Theodore Nott, quién cursó su educación inicial en el Colegio de Magia y Hechicería de Hogwarts, en la casa de Slytherin, y luego realizó la carrera de Medimago en la Universidad Mágica de Toronto, donde aprendió, durante los años requeridos todo lo necesario para ser una medimago. El prestigio y el honor que dispone hoy ante la sociedad se lo ganó con su trabajo y dedicación con que todos los pacientes lo reconocen. Realizó su práctica en Toronto mágico pero hoy trabaja en el Hospital San Mungo, donde ejerce su arte con conciencia y dignidad. Haciendo de la salud y de la vida de los enfermos la primera de sus preocupaciones. Respetando el secreto de quien se los haya confiado a su cuidado. Manteniendo, en la máxima medida de sus medios, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica.

Al finalizar el discurso Nott entró, luego de que las grandes puertas se abrieran, precedido por dos aurores, que le seguían paso, hasta que se detuvieron a unos pasos del ministro, y tras realizar un ademán honorífico, se mantuvo en pie.

Aclarándose la garganta, el ministro continuó hablando.

— Acompaña a Theodore Nott, la actual practicante en el Hospital de San Mugno, Luna Lovegood. Cursó sus años iniciales de estudio en el Colegio de Magia y Hechicería de Hogwarts, en la casa de Ravenclaw. Luego, procedió a formarse en medimago en la Universidad mágica de Londres, donde aún cursa su último año, realizando la práctica en el Hospital San Mungo, bajo la tutela de Theodore Nott.

El silencio se hizo en la sala, hasta que Luna se unió a Nott, y mantuvo su postura luego de una reverencia.

— Ambos están hoy aquí para demostrar porque es de vital importancia para la salud de Draco Malfoy que se le devuelva la magia. Esta que un día fue retenida en su interior para seguridad de las personas que lo rodean y de él mismo, por ser considerado un mago de riesgo para la sociedad.

Draco Malfoy - Efecto Azkaban [TERMINADA]Where stories live. Discover now