XXIV. El pasado y el presente

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Antes de comenzar este capitulo un aviso. Contiene escenas fuertes. Leer bajo su responsabilidad.

VEINTICUATRO


Quería quedarse solo, pero por un momento deseó tener coraje de pedirle a Granger que se quedara. Aunque debía admitir, nunca había sido una persona de coraje, y esta no era la excepción. Dejó que ella se fuera, y el silencio se apoderó de todo en cuanto la puerta se cerró.

Detestaba ese lugar. Esa habitación que hacía de su cuarto y en donde tantas veces su padre le había dado órdenes, le había dicho cómo actuar para evitar enfadar a Voldemort, un lugar en donde tantas veces había escuchado a su madre llorar, maldiciendo la vida que le había tocado vivir.

Se sentó en la cama y dejó que la oscuridad lo absorbiera. A decir verdad no era desde el accidente que la oscuridad la envolvía. Antes, cuando aún era un adolescente y veía, ya había oscuridad a su alrededor, y lo que es peor, dentro suyo.

Se puso en pie. Sabía que en ese escritorio, antes de convertirse en su habitación, había una barra con unas botellas de alcohol disponible, pero ahora no había nada de eso. Solo esa cama en medio de la nada. El lugar seguro se veía tan muerto como él.

Sabía que Lucius tenía razón. Estaba ya muerto. No tenía presente y mucho menos futuro. Detestaba que Minerva se empeñara tanto en devolverle la vida normal, cómo si supiera siquiera que era eso.

Caminó un par de pasos, otros más, y más, hasta que chocó con algo. Se dio cuenta entonces que había dejado su bastón arriba de la cama. Tanteó lo que tenía delante y descubrió que era la pared. Se movió contra está, odiando su situación deplorable ahora. Odiando ser tan dependiente y roto. Siquiera era una persona. Daba pena. Seguro todos lo miraban con asco y con pena.

Apretó los ojos con fuerza cuando siguió caminando. Quería haber visto a su madre por última vez. Quería haber podido apreciar su rostro, su mirada, sus labios apretados en una fina línea. Pero no. Su última visión de la vida no era muy agradable.

Antes de que la luz se apagara para siempre había visto a su padre.

Era una tarde, estaba nublado, pero tenían que salir a tomar sol. Lo que era irónico, porque lo último que había en esa tarde era sol. Las nubes eran todo lo que podían apreciar.

Había salido de su celda a duras penas. Era obligatorio que salieran una vez cada diez días, o quince, pero no era obligatorio que comieran todos los días. Las normas en Azkaban eran extrañas. Pero esos días de sol le otorgaban una noción de tiempo, al menos al principio.

Estaba sentado en un banco de una esquina. Detestaba esa ropa sucia que llevaba, pero más detestaba todas esas personas que estaban ahí. A muchos ya los conocía, eran frecuentadores de la mansión Malfoy cuando era el cuartel general de acción de Voldemort. Muchos eran mortífagos de la peor especie.

Por lo general solo quería volver a su celda para estar en silencio y soledad. Esa sensación de tranquilidad masoquista que le daba estar encerrado en un lugar oscuro y sucio.

Pero escuchó un alboroto a un lado. Un grupo estaba discutiendo, peleando físicamente. Cosa que no era rara en realidad, pero los guardias siempre intervienen, aunque podían tomarse su tiempo. No fue lo que sucedió en ese momento.

La pelea siguió avanzando sin freno, y antes de que pudiera advertirlo comenzaron a acercarse peligrosamente a dónde él estaba. Draco intentó salir del lugar, pero ya era tarde. Estaban todos ahí, peleando, empujados, golpeados. Recibió el primer puñetazo sin siquiera saber de dónde vino. El segundo golpe impactó en su frente y lo tambaleó. Su cuerpo colisionó contra otro y antes de acomodarse recibió otro golpe. Intentó salirse, intentó agacharse, pero no había forma. Pronto alguien lo jaló del buzo desgastado y lo arrojó al suelo. Recibió una patada que le hizo ver las estrellas, y otra que estaba seguro le partió la nariz.

Draco Malfoy - Efecto Azkaban [TERMINADA]Where stories live. Discover now