xxix. Despertando

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VEINTINUEVE


Había un pitido incómodo y que no se detenía. Estaba invadiendo su mente y lo arrastraba a través de sus sueños. Por más que intentaba ignorarlo seguía estando, una y otra vez sin detenerse. Cada vez parecía más cerca y más molesto.

No sabía qué era pero no dejaba de escucharlo. Quiso moverse pero no tuvo mucho éxito. Detestaba esa cosa que gruñía cerca de su oído con un pi-pi-pi constante.

Abrió los ojos con cierta dificultad pero en cuanto la oscuridad le dio la bienvenida recordó que eso era todo lo que tenía.

No tenía idea de dónde estaba. Tanteo con sus manos, pero se sentían débiles y entumecidas, como si llevaran años sin hacer ningún movimiento.

Abrió la boca pero se sentía pastosa.

¿Qué carajos estaba pensando?

Entonces lo recordó. El agua. La bañera. La tijera. La sangre. Su sangre. ¿Dónde estaba?

Se remoción en su lugar con cierto desespero. No debería sentir nada. ¿Qué era eso? ¿Qué era ese maldito ruido que no se detenía?

Estaba en una cama, estaba en una maldita cama, vaya a saber dónde. Un gruñido salvaje se escapó de entre sus labios. No podía ser, no podía ser cierto. Tenía que ser una pesadilla. Sólo eso lo explicaba. Una horrible pesadilla que había comenzado ya desde antes, cuando Minerva entró en su casa. Nada de eso podía ser verdad.

— Draco... Draco... — una voz dulce que ya se le antojaba tan familiar lo trajo a la realidad. Era ella. — Está bien, estoy aquí...

—¿Don-dónde estoy? — preguntó y siquiera reconoció esa voz como propia.

— En el hospital. Draco, estás en el hospital. — la escucho decir y la verdad lo golpeó como un block de hierro. Estaba en el hospital. No había sido un sueño, era verdad entonces. Todo era verdad.

Abrió la boca con pánico buscando aire. Sentía que no podía respirar. Miles de imágenes pasaban en su mente. Una atrás de la otra y todas de su madre. Ella le sonreía, y le arreglaba el pelo. Ella despidiéndose en el express a Hogwarts. Diciéndole que estaría bien.

— M-mí madre ... ella... ella — no encontraba las palabras. No las había. Solo quería que no fuera verdad. Regresaría a Azkaban si fuera necesario.

— lo siento mucho, Draco. — se disculpó ella, como si fuera su culpa, luego de algunos segundos en silencio.

—¿Por qué estoy acá? ¡Está mal! — gritó.

Recordó cómo se había lastimado. ¿Dónde estaban esas heridas? ¿Las habían curado? Intentó alcanzar sus manos pero sus movimientos fueron lentos. Había algo alrededor de sus brazos. Unas telas. Tenían que estar las heridas. Podía sentirlas.

—No hagas eso, Draco, no hagas eso.

Sintió las manos de ella en su pecho. La sentía tan cerca. Podía sentir su perfume y la suavidad de sus dedos al tocarlo.

— ella se fue... — escuchó su propia voz que le sonaba extraña, y entonces rompió en llanto.

Parecía que jamás dejaría de doler. Y parecía irónico que fuera ella, la sangre sucia amiga de Potter, con quién terminará por romperse y dejar derramar todas las lágrimas. Estaba tan perdido ahora. No tenía a nadie pero ella se empeñaba en estar ahí.

— ¿Qué voy a hacer?

Le preguntó porque realmente esperaba que ella tuviera la respuesta, y cualquier respuesta. Daría lo que fuera por poder verla ahora, y para que ese dolor en su pecho se detuviera.

Draco Malfoy - Efecto Azkaban [TERMINADA]Where stories live. Discover now