Diecisiete

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No sentía nada. Era como si flotara por encima de mi cuerpo. Como si surcara a la deriva en busca de un puerto seguro donde refugiarme. Sabía que Harry estaba a mi lado y que me tenía entre sus brazos. Recordé que Jane le había pedido que me llevase con él a su habitación y que me hiciese compañía mientras ella estaba con mi madre en casa.

Thomas había desaparecido en el bosque

Esa misma noche lo había visto jugar a fútbol en el instituto, justo al lado del bosque, pero no entendía por qué se había adentrado en él cuando todos le decíamos que no se acercase si no quería correr peligro. Era bastante hipócrita por mi parte, porque Harry y yo íbamos constantemente, pero nunca nos había pasado nada.

—Mi hermano ha desaparecido, Harry.

—Lo sé, Esme. Ahora tenemos que ser más fuertes que nunca.

—No, lo que tenemos que hacer es ir en busca de Thomas.

Intenté deshacerme de sus brazos y me puse de pie.

—No podemos, Esme. Todavía no lo hemos resuelto todo y nos faltan muchas respuestas. Sería un plan suicida —contestó Harry, que se levantó de la cama y me agarró por la muñeca.

Levanté la cabeza y lo miré a la cara. Las lágrimas se arremolinaban en mis ojos. Harry me observaba con tristeza.

¿Volvería a ver a Thomas algún día?

—Harry, es mi hermano...

—Lo sé. Pero no podemos arriesgarnos a salir ahí fuera cuando en realidad no tenemos ni la más mínima idea de a qué nos enfrentamos. Entiéndelo, por favor.

Suspiré profundamente y dejé que Harry volviera a abrazarme. Me encogí entre sus brazos y agarré con fuerza su camisa. Sollocé y pronuncié el nombre de mi hermano. Harry apoyó la mejilla en mi coronilla e intentó tranquilizarme.

—Prométeme que pronto iremos a buscarlo.

—Te lo prometo, Esme. Te prometo que pronto iremos a buscar a Thomas y a los demás.

Asentí y Harry me colocó en su regazo cuando nos sentamos en la cama. Eran las cinco de la madrugada y aún era de noche. El sol no había salido y las calles de Greenwood se habían teñido de tristeza y soledad.

—Gracias —susurré contra su cuello, con los ojos cerrados por el cansancio.

—No hay de qué. Somos un equipo, ¿verdad?

—El equipo Hesme —contesté entre risas.

—El equipo Hesme. —Harry sonrió lánguidamente y me dio un beso en la frente. Después me tomó de la mano—. Vamos al baño a desmaquillarte, estoy seguro de que mi madre tendrá algo.

Me senté en la tapa del retrete y Harry empapó un disco de algodón en un poco de loción desmaquillante. Me dijo que cerrara los ojos y acto seguido frotó el disco contra mi párpado.

—Puedo hacerlo yo sola.

—Déjame cuidarte.

—Está bien.

Mientras él continuaba, me fijé en su rostro. Sus ojos verdes se veían cansados y, aunque no tenía bolsas debajo de ellos, se notaba que tenía sueño. Aparté unos suaves rizos de su frente y fijé la vista en el leve rubor que había en sus mejillas. No sabía si se debía a nuestra proximidad, al frío o a la energía que tenía. Con mucho cuidado de no parecer descarada, observé su nariz recta y puntiaguda, y bajé hasta llegar finalmente a su boca, con esos labios finos, rosados y apetecibles. Los mismos que había besado dos veces aquella misma noche, antes de que mi hermano desapareciera.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora