Dieciocho

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Esme

Nadie dijo nada durante los segundos en que la puerta se fue abriendo lentamente hasta terminar con un golpe seco. El corazón se me quedó atrancado en la garganta; no podía articular palabra, incluso Hunter parecía haberse quedado sin aliento. Alguien nos había estado esperando.

La primera en dar un paso adelante fue Minerva. Sus pisadas inseguras hicieron que yo misma dudara de lo que teníamos que hacer a continuación, porque, honestamente, no teníamos ni la más remota idea. Me decía una y otra vez a mí misma que tenía que ser valiente, porque estaba realmente aterrada, pero confiaba en que, si era verdad que el espíritu del príncipe y la princesa del bosque se habían reencarnado en nosotros, ellos nos ayudarían a salvar su reino.

Nos adentramos en los jardines, y observé atentamente nuestro alrededor para descubrir quién nos esperaba, pero no vi a nadie. Por eso me dio un vuelco el corazón cuando la puerta se cerró tal y como se había abierto, sola y con un fuerte estruendo.

Nos encontrábamos entre aquellas paredes llenas de historias atrapadas en el tiempo por tercera vez. La lámpara de araña seguía colgando del techo, con sus miles de ojos cristalinos que debieron de ver tanto esplendor en su época; los mismos que sentí que me seguían a cada paso que daba.

—¿Qué hacemos ahora? —Susurré.

Deseé que mi voz no saliera ahogada, pero no lo conseguí. Minerva se quedó parada al pie de las escaleras, sujetando a Hunter del collar para que no siguiera solo.

—Quizá deberíamos subir al primer piso —dijo Harry.

—Podríamos tratar de encontrar a los demás.

—Eso es peligroso, Esme. No sabemos a dónde vamos.

—No pienso irme de aquí sin mi hermano y mis amigos —sentencié. Estaba más que decidida.

Harry suspiró en derrota, y Minerva lo tomó como una señal para dejar que Hunter subiera las escaleras mientras nosotros le seguíamos de cerca.

Volví a fijarme en el cuadro de la princesa, en sus ojos tan azules como los míos. Me pregunté si ella y yo compartiríamos algo más que el físico; si tomaríamos también las mismas decisiones.

Llegamos al final de las escaleras y Harry eligió seguir por la derecha, justo la dirección contraria a la que habíamos elegido la última vez. A medida que avanzábamos, más y más cuadros poblaban el pasillo. Algunos eran paisajes, otros eran retratos familiares de las princesas. No podía apartar mi vista de ellos, de los rostros que había allí pintados, de sus peinados, de sus incómodos vestidos, y me preguntaba cómo habría sido vivir en aquella época.

Minerva se detuvo de improviso ante unas escaleras por las que podíamos subir o bajar. Cogí a Hunter del collar para que no se adelantara hasta que tomásemos una decisión, pero un gemido retumbó entre las paredes y nos miramos con confusión.

—Parece que venga de ahí abajo —dijo Harry en un susurro prácticamente inaudible.

Volvimos a quedarnos en silencio y mis ojos viajaron por las paredes que nos rodeaban. Mis pupilas estaban algo más acostumbradas a la luz, pero aun así no vi nada extraño, y me dirigí hacia las escaleras.

Harry intentó detenerme, pero no le hice caso. Podría tratarse de mi hermano, de Nora, o quizá de su padre, y si nos necesitaban, no dudaría en bajar. Con cuidado descendí escalón por escalón, y cuando llegué al sótano no pude creer lo que veían mis ojos. Ella era la última persona que imaginaba encontrar allí.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora