Dieciséis

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Harry

Me encontraba en el bosque. Sabía que había estado múltiples veces en ese mismo lugar, pero no lograba recordarlo. Algo me quemaba la piel.

Me di la vuelta en busca de Esme, pero no la vi. Ni siquiera estaban Hunter ni Minerva. Oí unos pasos contra el musgo del suelo y vi que alguien se acercaba.

—Volvemos a vernos —dijo.

Era mi copia, ese ser que tanto se parecía a mí.

—Otra vez tú —lo acusé, harto de verlo—. ¿Qué quieres de mí?

—Todo y nada —respondió con cierto deje de tristeza.

No entendía a qué se refería con eso. Empezó a dar vueltas a mí alrededor. Esa vez no era un reflejo, nuestros movimientos eran totalmente independientes.

—¿Por qué no me dejas en paz? —le pregunté con impaciencia. Él era la razón por la que me estaba volviendo loco.

—Ya te lo dije una vez. Soy tú.

Oí algunos pasos más entre los árboles y Esme apareció a mi lado, caminando frente a su reflejo. Ambas se pararon, alza- ron la mano y se tocaron el índice, yema contra yema.

—¿Esme? —Mi voz tembló.

Me miraron, pero solo una de ellas me sonrió.

Abrí los ojos de par en par y vi que todo estaba oscuro. Me encontraba tumbado en un sofá, completamente empapado en sudor. Me pasé la mano por la cara y aparté los mechones de cabello que me caían por la frente. Llevaba dos días sin apenas dormir por culpa de esos sueños tan extraños. Estaba agotado. Hunter gimoteó a mi lado y le sonreí, contento de que al menos él no tuviese problemas en conciliar el sueño.

Me cansé de dar vueltas en el sofá y me levanté para beber un vaso de agua. Hacía frío en casa de Rick, sobre todo porque me había olvidado de ponerme los calcetines, así que iba des- calzo. Sentir la humedad de la madera me despertó de golpe. El agua me ayudó a aliviar un poco mis inquietudes, y cerré los ojos para intentar sentirme mejor. No la escuché llegar, por eso cuando encendió de repente la luz, me sobresalté tanto que se me escapó el vaso de entre los dedos y se hizo añicos al impactar contra el suelo.

—Joder, Minerva —dije llevando una mano al pecho—. ¿Qué haces despierta?

Me agaché para recoger los trozos de cristal; esperaba no haber despertado a nadie con el ruido.

—No puedo dormir —dijo encogiéndose de hombros.

Cuando terminé de limpiar, miré el rostro de Minerva; parecía terriblemente cansada. Tenía unas ojeras que solo había visto durante el periodo de exámenes del instituto. Llenó un vaso de agua y se lo bebió de golpe. Nos quedamos en silencio hasta que habló.

—Esme está preocupada por ti.

—Lo sé —suspiré.

Eso era lo que más me dolía, su preocupación era genuina.

—No la apartes, Harry. Háblale y cuéntale las cosas.

Me avergonzaba un poco saber que tenía razón, por eso no supe qué decir.

—Es extraño lo de las reencarnaciones, ¿no crees? —Soltó de repente—. Llevo dándole vueltas a esto durante toda la noche. —Hizo una pausa—. Es como si tu interior albergara dos personas: la que realmente eres y el alma de la persona reencarnada. No sé si tiene sentido lo que estoy diciendo.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora