Veintiuno

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Harry guardó las gafas en su estuche y se echó la mochila al hombro. Me esperó en la puerta del aula para salir y dirigirnos a las taquillas.

—Voy a suspender la evaluación —suspiré mirando el exa- men corregido de Matemáticas.

—No. Yo te ayudaré. Verás que no es tan difícil...

—Qué fácil es decirlo cuando eres un cerebrito con patas.

—En serio, Esme, no lo soy —respondió.

Me paré en mi casillero, abrí la puerta con la combinación y guardé los libros mientras pensaba en la bronca que me esperaba en casa.

Mi madre había estado muy sensible durante los pasados días, y no era para menos. No se sabía nada de Thomas y la policía tampoco había avanzado nada en la investigación. Como Harry, yo también pensaba que eran una panda de inútiles. Mi madre prácticamente no hablaba y apenas se movía, iba a trabajar porque sabía que era su obligación, pero muchas veces se quedaba con la mirada perdida y los ojos llenos de lágrimas. Me daba mucha pena verla de ese modo.

Era lunes y no habíamos ido con Minerva al bosque durante su estado de sonambulismo, pero sabíamos a la perfección qué era había hecho la noche anterior porque había llegado dos horas tarde al instituto. Cuando le dijo al profesor que llegaba tarde porque tenía dolor de barriga, Harry y yo nos lanzamos una mirada de complicidad. Sabíamos muy bien cuál era realmente el motivo de su retraso.

Entramos en la cafetería y Harry se quedó parado delante de la mesa donde siempre se sentaba.

—¿Por qué no vienes? —pregunté.

—No creo que sea lo mejor —respondió él con cierto temor en su tono de voz.

—No seas tonto. Anda, vamos.

Lo agarré del brazo y tiré de él. Notaba lo incómodo que estaba y tuve que hacer un poco de fuerza para que sus pies se desanclaran del suelo y arrastrarlo hasta la mesa donde estaban Nora, Max y Minerva. Cuando nos sentamos, nos miraron con cierta expectación.

—Hola —saludó él con timidez y un tenue rubor en sus mejillas.

—¡Hola, Harry! —respondió Minerva con una sonrisa. Al instante, Harry se tranquilizó.

—¡Hola, tío! —Max levantó el brazo y le tendió el puño para que Harry se lo chocase.

Parecía que Harry estaba sorprendido por el recibimiento. Me miró de reojo con una sonrisa en los labios y me dio un repentino apretón de mano bajo la mesa para darme las gracias.

Me alegraba verlo así de contento. Minerva comenzó a explicar algo que le había pasado hacía unos días. Se la veía recuperada. Al verse en la grabación, se había echado llorar. Harry yo intentamos apoyarla y consolarla. La única solución de acabar con todo de una vez por todas era resolver el misterio del bosque.

—Eh, Harry, ¿juegas a fútbol? —preguntó Max.

—Un poco —respondió él, algo inseguro.

—Eso me dijo Minerva. ¿En qué posición prefieres jugar?

—Cuando era pequeño jugaba de delantero en un club de Portland.

Harry se encogió de hombros para restarle importancia. Su pierna no dejó de temblar en ningún momento. Nora gruñó frustrada hacia la calculadora, desesperada por alguna operación no resuelta o que simplemente le resultaba demasiado difícil.

—Nuestro delantero centro, Samuel, estará lesionado el resto de temporada y nuestro reserva no puede competir por motivos académicos, así que, ¿qué te parecería unirte al equipo?

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora