Veinticinco

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Esme

Volver a la vida fue como despertar de un plácido sueño. Poco a poco, mis sentidos se reactivaron, y oí una voz que susurraba mi nombre. Me resultaba familiar, pero la niebla que tanto había acechado el bosque me nublaba los recuerdos. Me centré en respirar, en llenar mis pulmones de aire de nuevo, y al fin logré abrir los ojos.

Me agarré con firmeza a lo primero que encontré y unos dedos me tocaron las mejillas y los labios.

—¡¿Por qué?! —gritó una voz femenina.

Harry me apretaba fuertemente contra su pecho para protegerme. Aunque veía un poco borroso, supe de inmediato que era Helë quien había hablado. En su cara se apreció una mezcla de incredulidad e impotencia al verme despierta. A su lado se encontraba la princesa Eco, que intentaba ocultar sin mucho éxito una sonrisa.

—Qué ingenua eres, hermana —le dijo finalmente.

El zorro permanecía a su lado, protegiéndola, y sus ojos reflejaban el agradecimiento de haber encontrado finalmente lo que buscaba. Sin él nunca hubiésemos entrado en los cuentos ni conseguido la perla.

La mirada de Helë se impregnó de rabia y rencor al oír las palabras de su hermana pequeña, pero pronto intentó camuflarlo con una sonrisa falsa. Eco mantenía un rostro neutral, con las facciones perfectamente controladas.

—Veo que has encontrado la manera de volver.

—No he sido yo —respondió con serenidad—. Has sido tú.

Vi un atisbo de nerviosismo en el rostro de Helë, pero pronto se recuperó.

—¿De qué hablas?

—No te has dado cuenta de nada. Ni siquiera sabes lo que significa la perla. Solo has visto la riqueza, el poder y el control. No eres muy distinta de aquellos a quienes dices odiar.

Harry y yo aprovechamos la situación para arrastrarnos hasta la pared. Palpé el bolsillo de mi anorak y respiré aliviada al notar el colgante que me había dado la princesa Eco. Me temblaban las piernas, pero no me podía permitir flaquear en ningún aspecto. Harry me fue soltando poco a poco, aunque se mostraba algo reacio. Le aseguré con la mirada que podía hacerlo sola. Asintió e intenté llevar a cabo mi plan mientras las dos hermanas discutían.

—Confía en mí —le susurré.

Harry no parecía muy convencido, pero finalmente me soltó la mano. Me deslicé muy lentamente para que Helë no se diese cuenta, aprovechando que estaba de espaldas a mí. Debía llegar hasta Minerva, que aún conservaba el colgante.

Se había mantenido al lado de su madre en todo momento, y me observaba con incredulidad y confusión. Enarqué las cejas y miré su collar. Cuando entendió lo que quería decirle, volví a moverme, y vi que Eco se desplazaba conmigo, obligando a Helë a hacerlo también. Recordé las palabras de la princesa: «En él guardamos nuestra identidad, nuestras almas, y en él piensa sustituir la suya por la vuestra. Así podrá convertirse en la dueña del bosque. Voz, color y nombre. No puede serlo sin ellos». El único problema que se me venía a la cabeza era cómo destruiríamos el colgante.

—No me importa lo que me digas, pienso mandarte justo a donde estabas hace unos minutos —la amenazó Helë, fría como un témpano.

Harry seguía mis pasos, pero su expresión me indicaba que no tenía ni idea de lo que me proponía.

—¿Matarías a alguien de tu propia sangre sin remordimientos? —Le preguntó Eco.

—Haré lo que sea para borrarte del mapa.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora