Doce

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Esme


Sentí una punzada en la espalda y torcí la boca en una mueca. Dormir en el suelo había sido verdaderamente incómodo, pero la conversación con Harry lo compensaba. Me encontraba acurrucada en una manta en el suelo, frente la chimenea. Él ya no estaba, debía de haberse levantado, pero Hunter seguía durmiendo a mi lado.

—Hace siete años te fuiste de casa y ya no volviste —oí que Harry decía.

—Tenía que solucionarlo de algún modo —respondió William—. Jeff no fue de mucha ayuda, su respuesta era que el bosque siempre había sido así. Le dije que nada de esto era normal y que aunque siempre hubiésemos vivido con ello, cualquiera de nosotros podría ser el siguiente en desaparecer. Fue tu madre quien me dio el empujón final para tomar las riendas de la investigación. Rick también me ayudó, ya sabes que él salió de aquí, pero el problema es que no sabe cómo. Un buen día, de madrugada, me dirigí al bosque y antes de que pudiese darme cuenta, me había perdido.

—¿Mamá te dijo que fueras al bosque?

—Sí.

—Pero si mamá...

—Ambos creímos que era la mejor solución, aunque eso significara alejarme de vuestro lado por quién sabía cuánto tiempo. —William hizo una pausa y suspiró—. Me he perdido tanto de Helena y de ti...

—Helena está en la facultad de enfermería en Phoenix.

—Sabía que lo conseguiría —dijo William, orgulloso—. ¿Y tú? Debes estar ya en el último curso, tienes diecisiete años.

Harry se quedó en silencio unos segundos.

—Me gustaría ir a Chicago y estudiar física. El programa de becas es genial, pero la universidad de Los Ángeles también está bien. Además, estaría más cerca de casa.

—¿Sabes qué va a hacer Esme?

—No tengo ni idea —dijo Harry en un susurro.

—Tienes que hacer lo que sea mejor para ti, hijo.

Quería saber su respuesta, pero Harry se quedó en silencio.


Las nubes volvían a cubrir el cielo y el rocío se había convertido en escarcha, así que me obligué a mí misma a caminar con atención para no resbalar. Solo nos faltaba una lisiada por torpe.

—Buenos días —me saludó Erik—. Veo que estáis vivos.

—Sí, nos perdimos un poco. No era nuestra intención —contesté con una sonrisa incómoda.

—Y yo que pensaba que habíais venido aquí adrede.

Parpadeé varias veces, sin saber muy bien qué contestar.

—Erik, déjala en paz —exclamó Cindy—. Me alegro de que estéis bien.

—Yo también. —Sonreí y acepté la taza que me tendió Jessica. Nuestro desayuno consistía en moras y fresas.

Aquella mañana íbamos a discutir propuestas y planes de acción. Mientras Thomas recogía más frutos, Minerva y yo nos sentamos en las escaleras de la entrada, y nuestro silencio permitió que mi mente le diera vueltas a la conversación entre William y Harry. Aún no sabía lo que quería estudiar ni a dónde ir. Minerva me tocó el brazo y me tendió la libreta para que leyese lo que había escrito en el papel.

«¿En qué estás pensando?».

Suspiré y le cogí el lápiz para escribir la respuesta, pero ella me lo quitó, como pidiéndome que lo dijera en voz alta.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora