Veintinueve

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Entregué el trabajo a la profesora Austin y ella me sonrió. Me dijo que esperaba un buen análisis de la obra por mi parte. Tal y como había predicho, la mitad de la clase se quejó e incluso hubo algunos que ni siquiera entregaron el trabajo. Otros lo hicieron sin ni siquiera leer el libro.

El profesor de Biología nos devolvió los exámenes corregidos entre aplausos de los alumnos porque se había retrasado mucho en entregarlos. Harry apoyó la cabeza en la mano con los ojos cerrados. Aquello era inusual. Harry solía estar muy despierto en clase, especialmente en las de ciencias. Le encantaba hacer preguntas y responder al profesor.

—Bien hecho, Esmeralda —dijo el profesor antes de entregarme el examen. Sonreí en cuanto vi la nota.

No era muy alta, pero era aceptable para alguien como yo.

El profesor entregó el examen a Harry y él miró la nota de soslayo, antes de agachar la cabeza y apoyarla en sus antebrazos. Al terminar la clase, me acerqué a él y me senté en la silla que había delante de su mesa. El resto de nuestros compañeros se fue a la cafetería.

—¿Te encuentras bien, Harry? —pregunté. Le acaricié el cabello y se lo aparté de los ojos cuando alzó la cabeza.

—Me duele la cabeza —murmuró en un tono de voz grave.

Escuchar aquella voz ronca me hizo recordar lo que me había dicho la noche anterior. No pude evitar sonreír.

—¿Quieres ir a la enfermería?

—Puedo aguantar.

Harry se levantó de la silla y guardó los bolígrafos en el estuche. Entonces, cogió el examen de Biología de la mesa y lo guardó en una carpeta. Se echó la mochila al hombro y guardó las gafas en su funda.

Coloqué la mano sobre su frente para tomarle la temperatura.

—No parece que tengas fiebre. Pero ¿estás seguro de que no quieres que te acompañe a la enfermería? Puedo quedarme contigo si quieres.

—No es necesario, en serio. Me tomaré algo en cuanto llegue a casa. Es un simple catarro.

Estornudó y agachó la cabeza. Busqué inmediatamente un pañuelo de papel en mi mochila.

—Ten.

Se lo tendí y él se sonó.

—Gracias.

Una vez sentados en la mesa de la cafetería, Harry continuó estornudando. Le ofrecí el paquete de pañuelos directamente. Lo necesitaba más que yo.

—¿Te has resfriado? —preguntó Nora.

—No, qué va—contestó con ironía.

Tenía la nariz roja como un tomate y los ojos le lloraban del picor.

—¿Y vas a poder jugar el partido? —volvió a preguntar

Nora mientras colocaba la mano sobre su hombro izquierdo.

—Eso espero —contestó Harry en un suspiro—. Yo quiero jugar, pero si tengo fiebre mucho me temo que... —Estornudó de nuevo y enterró la nariz en el pañuelo—. Creo que he batido el récord de estornudos en un día.

Sonreí un poco para que no se sintiera mal. Esperaba que se recuperara pronto.

De vuelta a casa, Harry apoyó la cabeza en el respaldo del asiento del coche. Estábamos en silencio y mi cabeza no dejaba de dar vueltas a lo sucedido la noche anterior.

Harry me había llamado solo porque quería escuchar mi voz. Y, entonces, me dijo que me quería. Sin embargo, no había sacado el tema ni hecho ningún comentario al respecto, y eso me molestaba.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora