Veintidós

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Harry pensó que sería una buena idea hacer una visita al abuelo Rick antes de dirigirnos a nuestra cita con Louise.

De camino, Hunter brincaba y correteaba delante de nosotros, que caminábamos en silencio por el bosque. El fin de semana estaba cada vez más cerca. Me gustaba tener tiempo libre y quedar con Harry y Minerva, pero tener tiempo libre significaba tener tiempo para pensar. No podía quitarme de la cabeza todo lo que había ocurrido. Era agotador. No obstante, me moría de ganas de saber lo que Louise tenía que decirnos.

—Tengo hambre —dijo Minerva.

—No tengo nada de comida —respondió Harry, que se encogió de hombros.

—Pues muy mal, tengo hambre.

Puse los ojos en blanco y arrastré los pies por la tierra, escuchando cómo discutían porque Harry no llevaba nada de comida en su mochila. Hunter olfateaba con ímpetu el camino que delimitaba con el bosque. Aunque fuese un perro, aquel era un comportamiento inusual. Me deshice del pensamiento y me acerqué a Harry y Minerva. Estaban discutiendo sobre algo ocurrido durante unas vacaciones pasadas, aunque no prestaba atención. Mi mente estaba ocupada repasando todos y cada uno de los acontecimientos que habían tenido lugar esa semana.

Harry había sido aceptado en el equipo de fútbol y el día anterior había comenzado a entrenar oficialmente; entrenaba los lunes, miércoles y jueves. Pensar en eso me hizo recordar la pequeña discusión de Minerva y Harry en casa de él. No quise preguntar a Harry, aunque la curiosidad me comía por dentro. Tampoco se lo iba a preguntar a Minerva. Parecía muy molesta.

Me detuve de nuevo en el camino y me di la vuelta al sentir que Hunter me tocaba el brazo con el hocico para llamar mi atención. Arqueé una ceja y vi que se dirigía de nuevo al límite del camino con el bosque.

Hunter me estaba pidiendo que lo siguiese. Pero ¿adónde?

Miré hacia atrás. Ni Harry ni Minerva se habían dado cuenta de que Hunter y yo nos habíamos detenido en el camino, y, pocos segundos después, mis botas ya estaban pisando la húmeda tierra del bosque.

Como tantas veces antes, sentí que los árboles me aprisionaban, como si me estuviesen observando, preparados para hacerme caer y llevarme a otro lugar. Con sumo cuidado, pisé las raíces de los árboles y mantenía el equilibrio agarrándome a sus ramas. De repente, comencé a sentir frío. Las cálidas voces de Harry y Minerva se habían desvanecido. Hunter continuaba olfateando el suelo, las raíces y hasta las hojas de los árboles, y ladraba de vez en cuando para que lo siguiese. Su pelaje se difuminaba a medida que se adentraba más en el bosque y, por un momento, llegué a pensar que me había quedado sola.

Entonces oí algo a mis espaldas.

Me giré a la velocidad de un rayo, pero no vi nada.

Sin embargo, volví a escuchar algo que se movía cerca. Mi corazón palpitaba con fuerza. Me agaché al suelo para agarrar una piedra, dispuesta a lanzarla por si algo o alguien me atacaba. Sentía los músculos de mi cuerpo en tensión y la adrenalina me recorría las venas. Tenía las piernas ligeramente flexionadas por si tenía que echar a correr. De soslayo, vi a Hunter aparecer de entre los árboles. El perro comenzó a gruñir en dirección a unos arbustos, pero me relajé cuando vi que era solo un pequeño animal.

—Hunter, tranquilo, es un zorro —dije con una sonrisa, y dejé caer la piedra al suelo. No quería asustarlo, pero Hunter continuaba alerta—. Siéntate, Hunter. Es solo un zorro, no nos va a hacer daño.

Me hizo caso y se sentó, pero seguía sin quitarle el ojo de encima al animal, que nos observaba con atención. De repente, el zorro salió de su escondite y se sentó delante de nosotros.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora