Ocho

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—¿Puedes explicarme de nuevo por qué tenemos que colarnos en la trastienda y no entrar por la puerta como las personas normales? —susurré con exasperación.

Harry me tapó la boca con la palma de la mano.

—Porque la tienda está cerrada ya. Además, aquí tienen las cosas más interesantes —me respondió en un susurro también, aunque estaba calmado—. Entremos ahora. —Se detuvo y dio media vuelta—. Por favor, por lo que más quieras, no tropieces. No sabemos si este lugar tiene cámaras de vigilancia o no.

Asentí y tragué saliva.

La pregunta sobre la cicatriz de Minerva me quemaba en la punta de la lengua a medida que avanzábamos por la tienda, pero sabía que ese no era el momento para preguntárselo.

—¿Qué buscamos exactamente, Harry? —Intenté despejar mi mente y centrarme en lo que habíamos venido a hacer.

—En el libro de mi padre he visto unas anotaciones, y en ellas dice que hay runas antiguas en algún lugar del bosque. Están en un idioma antiguo que no he podido identificar, así que quiero encontrar algún libro que me ayude.

—Esto será como encontrar una aguja en un pajar.

—Lo sé, pero tenemos que intentarlo. Tú revisa el ala este y yo el ala oeste. En diez minutos nos encontramos aquí y vemos qué hemos encontrado.

—De acuerdo. —Asentí y me dispuse a perderme entre todos aquellos objetos tan extraños.

—Esme —me llamó Harry de repente, y me di la vuelta—. Confío en ti.

Sonreí llena de orgullo y asentí. Realmente me sentía parte del plan. Estaba contenta de que por primera vez en mi vida alguien me tuviera en cuenta.

Comencé a mirar qué cosas había. Eran mucho más escalofriantes que las que había en la tienda de Portland. Garras de águila, ojos de salamandra, saliva de ciempiés y escamas de anguila. ¡Incluso piojos en recipientes herméticos! Libros y más libros de brujas, leyendas del norte y de animales ocupaban las estanterías, pero ninguno de ellos hablaba de runas. También había cabello humano, cabezas reducidas, tentáculos de pulpo, extracto gelatinoso de medusa, cráneos con formas extrañas y ojos pardos que me observaban como si tuviesen vida propia. Era todo asqueroso. Runas en el bosque de Greenwood, ¿era eso posible?

—¿Esme? ¿Estás por aquí? —susurró Harry en la oscuridad. Le iluminé la cara con la linterna—. ¡Mis ojos! ¿Quieres dejarme ciego?

—Perdón —contesté entre risas.

—Bueno, ¿has encontrado algo?

—Solo orejas de rata disecadas y una cabeza reducida —respondí leyendo lo que tenía justo delante.

—Yo solo he encontrado larvas de caracol en conserva y pieles de serpiente. ¿Para qué querrá alguien excrementos de rata? Vámonos, aquí no encontraremos nada de lo que buscamos.

El viaje de regreso a Greenwood fue algo silencioso, realmente esperábamos encontrar algo, pero si en una tienda como aquella no habíamos hallado un libro que pudiera ayudarnos, ¿dónde íbamos a hacerlo? Expulsé el aire de mis pulmones, desanimada, y miré a Harry de soslayo, que tenía parte de la frente pegada al cristal.

—¿Quieres que ponga música? Creo que tengo algo de Madonna —pregunté.

—No, quiero que me des un libro que me ayude a descifrar las runas extrañas del bosque de Greenwood.

Suspiré de nuevo y agarré con más fuerza el volante.

—Ya lo encontraremos, por eso no te preocupes.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora