Cuatro

23.3K 2.3K 764
                                    

El bosque estaba totalmente a oscuras, pero no era eso lo que más me inquietaba, sino el silencio. Harry y yo nos dispusimos a buscar la cabaña, pero no sabíamos por dónde empezar. El mapa que nos había dado era algo confuso: había demasiados apuntes, colores y símbolos distintos, pero ninguna leyenda para entenderlo.

—Creo que tendríamos que ir hacia la izquierda —dije todavía con mis ojos en el mapa.

—¿Estás segura?

—Creo que sí.

—¿Lo crees o lo estás?

—Pues...

—No pareces muy convencida.

Puse los ojos en blanco.

—Vamos, Hunter —dije con determinación. Me desesperaba cuando se ponía de ese modo.

Harry chasqueó la lengua y se puso también en marcha, aunque comprobaba el mapa cada treinta segundos. En las cortezas de los árboles había puertas marcadas con números, bastante distanciadas unas de otras, y parecían abandonadas. Miré hacia arriba y vi una chimenea que salía de un tronco, y en la rama más baja del árbol había ventanas.

—Creo que no deberíamos acercarnos —dijo Harry.

—¿Y si conducen a la cabaña que nos ha dicho Melissa?

—¿Y si no?

Quizá Harry tuviese razón y fuese mejor no tentar a la suerte. Seguimos nuestro camino en silencio. A pesar de que quería discutir con él todos mis pensamientos y mis dudas, no me sentía con ánimo para ello. No me apetecía hablar con nadie, y eso me preocupaba porque nunca antes me había ocurrido, mucho menos con Harry. Tenía la sensación de que el bosque había absorbido todas mis fuerzas. Aunque Harry tampoco fuese un chico muy hablador, ahora solo contestaba con monosílabos, e incluso parecía que le molestara el mero sonido de mi voz.

Llevábamos horas caminando por el bosque y habíamos empezado a desesperarnos al ver que no llegábamos a ninguna parte, así que decidimos dormir un poco. Me apoyé en su hombro, y el lomo de Hunter rozándome la pierna. Al principio creí que me sería imposible dormir en esa situación —tenía demasiadas preocupaciones—, pero la serena respiración de Harry me llevó hasta el más profundo sueño.


Abrí los ojos con pesadez y torcí el cuello con una mueca. Me incorporé y me apoyé sobre el tronco para masajearme la parte dolorida, pero no sirvió de mucho. Estaba amaneciendo y un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. No sentía las piernas y hacía mucho frío.

—Recuérdame que no vuelva a dormir nunca más contra un árbol —dijo Harry, somnoliento, apartando una rama de debajo de su muslo.

Le tendí la bolsa de galletas que había cogido de casa; debíamos racionarlas porque no sabíamos dónde ni cuándo encontraríamos más comida. Hunter se sentó al lado de Harry a la espera de su desayuno y le di unas cuantas galletas caninas que no le llenaron mucho.

Me desilusioné al ver que todo seguía igual de apagado que el día anterior. En el fondo, había tenido la ilusión de que fuese algo temporal y que amaneciese con la misma luz que había visto a través del cerrojo, pero no fue así. Solo veía árboles, árboles y más árboles.

Harry propuso un camino siguiendo unos números concretos en el mapa que Melissa nos había dado: el cinco, el doce, el ochenta y cuatro y el veintisiete.

—Puede ser peligroso —dijo Harry con miedo.

—Lo sé, pero hemos venido a arriesgarnos.

Harry permaneció en silencio, porque sabía que teníamos que investigarlo, sabía que llevaba razón. Nos habíamos lanzado al peligro, conscientes de a qué nos exponíamos, o al menos eso pensábamos, así que aunque tuviéramos que ir con precaución, no podíamos acobardarnos ante cualquier cosa extraña que viésemos. Nos acercamos a la puerta número dos, la única que había en esa área del bosque. Estaba pintada de color rojo oscuro e intenté descubrir si había algo extraño, pero lo único que me llamó la atención fue que no tenía chimenea ni ventanas. Harry me tendió una rama gruesa y la agarré con fuerza, dispuesta a utilizarla si era necesario.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora