Diez

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Habían pasado dos días, y tanto Harry como yo seguíamos sin tener ni la más remota idea de qué era lo que ocurría en Greenwood. Justo cuando creíamos descubrir algo, aparecía otra cosa que nos desconcertaba todavía más. Era como si caminásemos en círculos, como si el bosque y el búho de la porta da del libro se rieran en nuestra cara.
Llevaba horas dándole vueltas al cuento que me había contado Harry, recordando lo que decía en las runas que coincidían con la inscripción del cuadro de la tienda de Luna. ¿Cómo era posible que en un mismo pueblo hubiese tantas cosas relacionadas entre sí? Y luego estaban los búhos, que aparecían por todas partes.

Sacudí la cabeza y decidí concentrarme en el examen de Historia. Igual que en el de Matemáticas, seguía distraída. Harry y yo habíamos estudiado juntos la tarde anterior en el bosque, después de buscar más pistas. Lo cierto es que me había ayudado mucho. Siempre era más ameno estudiar con otra persona, no se hacía tan pesado.

Justo entonces, Harry se levantó de su pupitre para entregar el examen terminado a la profesora Park, quien vigilaba atentamente a los avispados alumnos que intentaban llevarse el mérito de sus compañeros. Cuando Harry volvió a su pupitre pasando por mi lado, deslizó un papel en mi cajón. Levanté la vista para mirarlo, pero él ya me daba la espalda y se dirigía a su sitio. Entregué el examen a la profesora e, inmediatamente, me dirigí a mi asiento para leer la nota.

Te espero en el campo de fútbol en el recreo. Tengo que contarte algo. –H


Cuando la clase terminó, me escabullí lo más rápido posible a mi taquilla para coger el almuerzo e ir al campo de fútbol, pero Minerva me llamó y me di la vuelta, forzando una sonrisa.

—¡Esme! Te presento a Max. Max, ella es Esme, una de mis amigas. Acaba de llegar a Greenwood.

Max tenía el pelo corto y rubio, los ojos extremadamente azules y unos dientes muy, muy blancos.

—Es un placer. —Me tendió la mano.

—Igualmente —respondí el gesto. En realidad no sabía nunca qué decir en aquellas situaciones.

—¿Eres del sur? —me preguntó con ojos brillantes.

—De Charleston, Carolina del Sur —dije algo sorprendida.

—Oh, tengo familia allí.

Y no supe qué más decir. La situación era incómoda. Sonreí. Nora estaba al lado de Minerva revisando un papel con el ceño fruncido.

—Bueno... Tengo que irme. El profesor de Inglés me ha pedido que vaya a su despacho y... bueno, eso, que me voy. ¡Hasta luego! —Salí corriendo, evitando sus miradas de confusión.

La suela de mis zapatos rechinaba contra el suelo reluciente de los pasillos del instituto, y estuve a punto de resbalar, hasta que llegué a la puerta principal y me di cuenta de que no había cogido ni el abrigo ni el almuerzo. Miré el cielo y vi que estaba nublado, lo habitual en Greenwood. Por mucho que me quejase del sol cuando vivía en Charleston, en realidad lo echaba de menos. No tenía tiempo de ir a buscar lo que había olvidado en clase, así que me encogí de hombros y me abracé a mí misma para mantener un poco el calor corporal.

El instituto de Greenwood era bastante grande a decir verdad. Tenía un gran campo de fútbol donde agonizábamos durante las clases de Educación Física. Harry siempre me adelantaba y tiraba de mí cuando nos tocaba correr. Sacudí la cabeza y sentí que mi cabello volaba en todas las direcciones posibles. Me encaminé al campo de fútbol y vi que Harry estaba ya sentado en uno de los bancos escondidos tras un arbusto.

—Hasta un caracol hubiese sido más rápido que tú —dijo Harry entre risas, y me hizo un hueco para que me sentase a su lado.

—Me he entretenido.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora