Siete

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Cuando el sol salió, Harry vino a buscarme a casa. Nos marchamos en silencio. En la comisaría de policía, Harry le indicó  a Hunter que no se moviera del sitio que le había indicado. La  comisaría no era muy grande. Estaba al lado de la carretera, en  la entrada del pueblo por la zona oeste, justo en el lado opuesto  de nuestras casas.

—Cuidado con el escalón —me avisó una vez abrí la puerta.  Pero fue demasiado tarde. Habría estado a punto de caer si no  hubiese sido porque él me aguantó del brazo—. ¿Qué te he dicho?

—Gracias —musité avergonzada y él sonrió.

«¿Por qué tengo que ser siempre tan torpe?», pensé.

—De nada. Ten cuidado de no volver a caer.

Me quedé plantada y, enseguida, lo seguí, pensando en qué  podíamos esperar del padre de Melissa. Ahí había gato encerrado. —¡Harry, cuánto tiempo! ¿Qué te trae por aquí, jovencito? —saludó una mujer rubia desde el otro lado del mostrador  principal.

—Hola, Susan. Vengo a ver a Jeff. ¿Está?

—No lo sé seguro, pero iré a mirarlo. ¡Dale recuerdos a Jane  y a Helena de mi parte!

Él asintió y Susan desapareció en la oficina.

—Su hija nos cuidaba a mi hermana y a mí cuando éramos  pequeños durante las vacaciones de verano —explicó con una  sonrisa en su rostro.

—Jeff te está esperando —dijo Susan cuando regresó. —Muchas gracias —respondí por los dos.

La mujer sonrió y nos dejó entrar en el despacho del sheriff. Antes de comenzar a caminar por el pasillo, la mano de  Harry descendió hasta mi brazo. Me sorprendía la familiaridad  de su trato desde la noche anterior.

—Déjame hablar a mí, ¿vale? Conozco a Jeff desde hace  muchos años.

Asentí y continuamos por el pasillo.

La oficina del sheriff era oscura. La única luz que entraba  se colaba por la persiana de aluminio. El humo de un cigarrillo mezclado con la escasa ventilación hacía que el ambiente  estuviera demasiado cargado. Jeff Skins estaba apoyado en la  ventana observando un montón de papeles esparcidos por el  escritorio.

Harry Sendler. ¿Qué te trae por aquí, chico? —dijo el sheriff dando una calada al cigarrillo.

—Queremos respuestas, Jeff —respondió Harry, seguro de  sí mismo. Me agarró de la manga de la chaqueta, como si quisiera que me colocara a su lado.

«¿Qué hace?», me pregunté.

—¿Otra vez? —rio y después me miró—. A ti no te conozco.

—Ella es Esme, una amiga mía —me presentó Harry, y le  tendí la mano a Jeff.

—Bueno, ¿qué queréis saber?

Harry me miró y le tendí el libro del padre de Harry a Jeff. —¿Conocía usted la existencia de este libro? —pregunté  cautelosa, saltándome el guion propuesto y sintiendo cómo Harry se tensaba junto a mí.

No me atreví a tutearle, a diferencia de él.

—Claro, es el libro de William Sendler. Él y yo éramos buenos amigo. Fuimos juntos al colegio —respondió como si nada. Harry cerró el puño.

—Si es de mi padre, ¿por qué lo tenía Melissa? —intervino  Harry.

Quise añadir algo, pero él me dio un pisotón.

Jeff se quedó en silencio y miró el libro algo sorprendido.  Sus ojos reflejaban cierta culpabilidad. ¿Había tenido algo que  ver con aquello?

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora