Diecinueve

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Esme

La pálida piel de Helë contrastaba con su atuendo negro. A diferencia de sus hermanas, Helë no desprendía una aura bondadosa, sino que emanaba arrogancia y maldad. Sus facciones, lejos de ser dulces e inocentes, eran felinas y salvajes, y reconocía en ellas a la chica que había conocido en Portland hacía poco más de mes y medio.

El zorro no se movió ni un solo milímetro de la princesa dormida; lo observaba todo con una serenidad que me sorprendía.

—¿Por qué no los dejas en paz? —exclamó de repente Luna—. Eco ya está incapacitada. ¡Felicidades, has ganado la partida!

Hunter ladró a nuestro lado, y Harry lo cogió del collar antes de que se tirara al cuello de Helë, pues, aunque eso podría acabar con nuestros problemas, no sabíamos cómo iba a reaccionar ella al ataque.

—Porque ellos tienen lo que necesito —respondió Helë, en un tono que parecía indicar que no tenía más remedio que hacerlo.

—¡Les vas a arruinar la vida! —exclamó Luna, y atrajo a Minerva a su pecho.

Helë rio.

—No creo que noten la diferencia.

—¡Acepta de una vez que Elias quería a Eco y no a ti!

Durante una fracción de segundo vi un destello de ira en los ojos negros de Helë. ¿Era ese el nombre del príncipe?

Un extraño ruido invadió la habitación, y noté algo que me agarraba de la muñeca y me empujaba con fuerza contra la pared, atrapándome. Miré asustada a los demás: todos nos encontrábamos en la misma situación. Aquello que nos había inmovilizado eran las enredaderas que escalaban por las ventanas. Incluso Hunter había caído preso.

Helë entró en la habitación. El repiqueteo de sus zapatos era todo lo que se escuchaba en ese momento. Harry estaba a un metro de mí. Intenté zafarme de uno de los tallos para tocarle, pero fue imposible. De inmediato, los ojos de Helë volvieron hacia mí. Se acercó, me cogió la cara y me observó con atención. Su mirada me hizo estremecer.

—Supe desde el primer momento en que te vi que eras ella.

—¡Suéltala! ¡No la toques! —rugió Harry a mi lado.

—¡Pero qué tenemos aquí! —dijo Helë soltándome y acercándose a Harry. Le cogió la cara del mismo modo que a mí, aunque Harry se resistía—. Una cara bonita, eso es lo único que eres. Inteligente, pero tu cabeza sigue estando hueca. Como la de Elias.

No podía apartar los ojos de Harry, que parecía querer perforar a Helë con la mirada. Apreté las manos en puños y luché de nuevo contra los tallos, que parecían haberse vuelto de acero, pero no se movieron ni un milímetro. Las palabras de Helë retumbaban en mi cabeza, ¿qué quería decir con «tu cabeza sigue estando hueca»?

—¡Harry no es Elias! ¡Déjalos en paz! Ellos no tienen la culpa de nada de lo que ocurrió —repitió Luna.

Aquello pareció hacer efecto. Soltó la cara de Harry y la miró desde el otro lado de la habitación.

—Si la estúpida de nuestra hermana no se hubiera enamorado, este niño no estaría aquí —le respondió en un tono cargado de rabia.

Eso enfureció de verdad a Luna.

—¿Cómo puedes ser tan hipócrita?

Helë soltó la risotada más sarcástica que había oído nunca.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora