Tres

37.7K 2.8K 217
                                    

Los árboles formaban imágenes fantasmagóricas de nuevo. A medida que nos adentrábamos más en el bosque, todo era aún más tétrico y lúgubre. Escondí la cabeza en la nuca de Harry y, aunque no estuvimos andando durante mucho rato, prácticamente besé el suelo cuando anunció que ya habíamos llegado. La cueva no era muy grande, pero al menos la niebla que surcaba entre los árboles no llegaba hasta allí dentro, y eso era un gran alivio.

Harry deshizo su mochila y comenzó a sacar las cosas que llevaba en ella: dos mantas, dos toallas, una linterna y un bocadillo.

—¿Por qué llevas todo eso? —pregunté, abrazada a mi propio cuerpo.

Él se encogió de hombros sin mirarme ni contestar a la pregunta.

—Quítate la ropa —me dijo.


—No pienso desnudarme.


—Entonces acuérdate de mandar una postal desde el otro barrio cuando hayas muerto de hipotermia.
 Puse los ojos en blanco y, con dedos temblorosos, me desabroché la chaqueta y la camisa. Sabía que aquello era mera supervivencia, pero no podía evitar ponerme nerviosa porque no conocía a Harry y, bueno, iba a quedarme en ropa interior.

—No voy a mirar —susurró con las mejillas ligeramente sonrosadas—. Toma la manta, tápate con ella.

La cogí y sus dedos, ásperos pero resbaladizos por la lluvia, rozaron con los míos. Cuando me quité los pantalones, hice lo que me dijo y me senté en el suelo, apartando los ojos mientras él se quitaba la camiseta y los pantalones. Harry sonrió tímidamente, se envolvió en la otra manta y me tendió una toalla para que me secase el cabello. Después colocó la ropa en el suelo para que se secara, aunque, con aquella humedad, lo veía difícil. No obstante, era él quien llevaba toda su vida viviendo en Greenwood, no yo.

—¿Cómo es que llevas un par de cada cosa? —le pregunté de nuevo.

—Nunca sabes qué o a quién puedes encontrarte en el bosque.

—¿Y no te da miedo pensar eso?

Harry se quedó en silencio y se ajustó mejor la manta, que caía un poco de sus hombros. Entrecerró los ojos y se mojó los labios con la lengua. Tuve la intención de preguntarle si había dicho algo que pudiera haberle molestado, pero después recordé el cartel de la desaparición de Melissa.

—Oye, ¿y Hunter? —Intenté cambiar de tema.

La última vez que había visto a Hunter había sido antes de huir del oso.

—Debe de haber vuelto solo a Greenwood, no es la primera vez que lo hace. —No le dio más importancia y eso me tranquilizó. Él era su dueño, así que supuse que sabía de qué hablaba.

La lluvia caía sin cesar, mojando la entrada de la cueva, pero Harry y yo estábamos lo suficientemente bien resguardados como para no mojarnos. Miré al chico que estaba sentado a mi lado temblando, con la piel erizada y tersa a la vez. Lo observaba contemplar el horizonte de árboles que se mezclaban con la lluvia y la niebla. ¿Qué había allí fuera que le interesaba tanto?

—Me siento como en Alicia en el país de las maravillas — dije para romper el hielo. Entonces me preocupé por estar hablando demasiado.

Harry desconectó de su ensoñación y me miró.


—¿Por qué? —Arqueó una ceja.


—Porque es como si hubiésemos entrado en un nuevo mundo, como si esta cueva llevase a otro lugar.


Sus ojos se abrieron al entender lo que le estaba diciendo y asintió con la cabeza.


—Si encuentras al gato de Cheshire, te doy el bocadillo entero —dijo con una risa burlona. Yo también reí.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora