Diecisiete

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Esme

Lo único que oía era el latido del corazón en los oídos, nada más. Seguía aterrada. Ni siquiera me atrevía a tocarme la mejilla para saber qué era ese líquido cálido que sentía en la piel.

—¿Qué diantres era eso? —preguntó Harry con un hilo de voz, rompiendo el silencio sepulcral.

—Un zorro —respondió Minerva aún con las manos en el volante.

—No era uno cualquiera —susurré, y supe que ellos habían entendido a lo que me refería.

Era el zorro que me perseguía a todas partes, del que me había hablado Luna. Se nos había vuelto a presentar en el ca- mino, sus ojos fijos en mí, clavándose en mi memoria para no olvidarlos nunca.

Los cristales del coche estaban rotos, y una gran rama había atravesado la ventana del copiloto, pasando justo por delante de los rostros de Harry y de Minerva. Hunter temblaba a mi lado.

—¿Estás bien? —pregunté sin aliento.

—Sí —respondió Minerva con la voz agitada.

Había sido un milagro que no se hubiesen hecho daño.

Cuando Harry se dio la vuelta, vi que tenía muchos cortes en la cara. El techo había quedado totalmente deformado y el capó estaba aplastado contra el tronco de un árbol.

—Voy a intentar salir —dijo Harry. Abrió la puerta, pero volvió a cerrarla rápidamente. Algo me dijo que no intentara moverme—. Estamos atrapados entre las ramas de dos árboles.

Minerva empalideció.

—No lo dirás en serio...

—¿Crees que bromearía con algo así? ¡Hemos caído por un jodido barranco!

Minerva tragó con dificultad y respiró hondo.

—No perdamos la calma. Tenemos que centrarnos en cómo salir de aquí —dije para intentar tranquilizarnos.

—Déjame pensar en algo —respondió Harry, algo nervioso.

Miles de ideas corrían por mi mente, pero ninguna de ellas me pareció factible. Miré por la ventana y vi que la situación no era tan crítica como había imaginado, aunque sí peligrosa. Por suerte, el coche no se balanceaba con nuestro movimiento.

Ver el bosque desde aquella nueva perspectiva me produjo una sensación completamente distinta a la que siempre había tenido cuando estaba entre los árboles. No me sentí retenida e intimidada, sino poderosa, por encima de los misterios que acechaban mi subconsciente y me carcomían por dentro. El manto verde de las copas de los árboles se extendía por todo mi campo de visión, entre ramas y troncos. Aquello me hizo pensar en que quizá fue así como se sintió la princesa de los cuentos, dueña del bosque, mientras bailaba entre los árboles al son de su propia voz.

Harry carraspeó.

—Bien, vamos a...

—¿Consiste en salir del coche? —Le cortó Minerva. Estaba completamente pálida.

—Ese es precisamente el objetivo —respondió.

Aquello la tranquilizó menos.

—Todo saldrá bien, ya verás. —Puse mi mano en su hombro, pero ella no dijo nada más.

Harry suspiró con fuerza, incorporándose mientras esquivaba la rama que cruzaba su asiento. Acabó de romper el cristal para poder salir y Minerva gritó cuando los pequeños trozos de vidrio se esparcieron sobre su regazo. Harry los retiró con la mano, trepó hasta el capó y evaluó la situación. Se dio la vuelta y le tendió la mano a Minerva.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora