Ocho

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Esme


El fuego se reflejaba en los ojos verdes de Harry, perdidos entre las llamas. Estaba más callado de lo habitual, más ausente. El Harry que yo conocía hacía mil preguntas y estrujaba las evidencias hasta sacarles el jugo que necesitáramos, pero últimamente parecía estar en algún mundo desconocido.

—Harry, ¿estás aquí? —Le llamó William y, finalmente, apartó los ojos del fuego—. Tienes que prestar atención, esto es importante.

Le toqué el hombro con la mano y Harry dio un brinco. 

—Perdón, me he distraído. —Carraspeó con incomodidad. 

No me di por satisfecha, pero pareció volver a la realidad, porque adoptó la misma postura que cuando buscaba las coordenadas de la niebla en casa del abuelo Rick.

William sonrió un poco y recogió uno de los mapas que nos había enseñado. En la mesa estábamos Thomas, William, Harry y yo; Minerva estaba sentada en el suelo bajo una ventana, con Hunter.

—Os he preguntado cómo conseguisteis entrar en el bosque. 

Harry parpadeó y se pasó la mano por la cara. 

—Estábamos en medio de un partido de fútbol y Tim vino corriendo a avisarnos de que Melissa estaba en la tienda de Luna esperándonos a Esme y a mí. Cuando nos encontramos, lo primero que dijo fue que Esme...

Se quedó en silencio y dirigió sus ojos a mí, aparentemente temeroso de continuar hablando.

—¿Que Esme, qué? —inquirió su padre, curioso.

—Que Esme...

Volvió a quedarse en silencio, como si algo se le hubiese trabado en la nuez y no pudiese continuar.

—Que me parezco a la princesa del bosque —terminé por él. 

Cuando dije aquello, Harry pareció aún más nervioso. Thomas frunció el ceño con los dedos entrelazados, concentrado, y Minerva alzó la cabeza con atención.

—Bueno, en eso no voy a contradecirla. Es verdad, te pareces a ella, pero no creo que vaya más allá de una pura coincidencia —confirmó William en un suspiro.

Si algo había aprendido en Greenwood era que las coincidencias no existían, y eso me ponía increíblemente nerviosa. No quería continuar con ese tema ni ser el centro de atención, así que desvié la conversación a otros asuntos.

—¿Y Melissa? Dijo que nos encontraríamos aquí y aún no ha llegado.

—Melissa va a su aire, apenas se deja ayudar, pero de vez en cuando viene por aquí.

—O alguna doble de ella... —aportó Thomas, y todos le miramos.

—¿A qué te refieres con eso? —le preguntó Harry.

—Melissa dice que la propia princesa la mandó a buscaros, pero William cuenta que cuando él la vio, estaba dormida. ¿No creéis que hay algo que no encaja? Conociendo a Melissa, no creo que mienta en algo como esto.

—Tratándose de ella, yo ya me lo creo todo. Me robó el libro —espetó Harry con ironía.

Me sobresalté cuando Minerva golpeó la mesa con las ma- nos para llamar nuestra atención y rápidamente negó con la cabeza.

—¿Que no, qué? —le preguntó Harry.

«Melissa», dijo moviendo los labios, sin articular sonido alguno.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora