Tres

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Esme


Llegábamos ya al límite de Greenwood con el bosque y Harry no paraba de repetir que aquello era una locura.

—Habrás traído la llave, supongo —le preguntó Melissa.

—Por supuesto. Yo la encontré —recalcó Harry con una doble intención que no se me escapó.

Estaba muy a la defensiva desde que Melissa nos acompañaba y saltaban chispas cada vez que los dos hablaban. El rencor yacía en los ojos de Harry como aguas estancadas, y deseé más que nunca poder hablar con él a solas, pues desde que ella había vuelto, Harry había perdido toda su dulzura.

Emprendimos la marcha entre los árboles, confiando en que Melissa no nos engañaba y era realmente ella, no otra persona pretendiendo serlo. Me aterraba que no fuese así y que alguien nos hubiese preparado una trampa. Andaba tan ensimismada en estos pensamientos que pise una roca cubierta de musgo y resbalé, aunque no llegué a caer porque, por suerte, Harry estaba a mi lado para cogerme. No importaba cuántas semanas llevase viviendo en Greenwood, aún no me había acostumbrado a la humedad del bosque.

—Gracias —susurré, y él asintió, sin siquiera mirarme a los ojos. Me soltó y rápidamente avanzó hasta llegar a Melissa. Hunter parecía ser el único que estaba emocionado de volver al bosque.

—Me has prometido respuestas, Melissa —insistió Harry iluminando nuestro alrededor con la linterna.

Estaba anocheciendo y el bosque ya no brillaba como antes, parecía que las copas de los árboles se hubiesen apagado. Esto me provocó cierta decepción, pues nos disponíamos a entrar en el verdadero bosque de Greenwood y esperaba que los árboles resplandecieran como augurio de que algo mágico iba a suceder.

—Pregunta —respondió Melissa sin mirarle.

—¿Por qué fuiste al bosque sin mí? Teníamos que ir a casa de Rick.

Observé a Melissa para ver su reacción, pero no apartó los ojos del camino en ningún momento. Se movía con facilidad en el bosque: saltaba las raíces y plantaba los pies en las rocas musgosas con seguridad. Aunque llevaba dos meses aquí dentro, ella también había crecido en Greenwood.

—Iba hacia tu casa cuando vi a una mujer entre los árboles —respondió Melissa con seguridad en sí misma—. Me dijo que me acercara, y eso hice.

«Y si te pide que te tires de un puente, ¿también lo harías?», pensé con sarcasmo.

—¿Quién era? —volvió Harry a interrumpirla.

—La princesa del bosque.

—Eso es solo un cuento para niños.

Fue entonces cuando Melissa se detuvo en el camino y se dignó a mirarle.

—¿Por qué siempre tienes que cuestionarlo todo, Harry? Te aseguro que ella es tan real como nosotros, aunque tu poca capacidad de comprender que no todo se resuelve con la ciencia te impida entenderlo.

El rostro de Harry empezó a enrojecerse y sus ojos se llena- ron de ira. Ya no había ningún resquicio de esperanza. La son- risa de suficiencia y prepotencia de Melissa fue la que me dio fuerzas para actuar y me interpuse en su camino, obligándola a frenar de nuevo.

—¿Quién te crees que eres? No tienes ningún derecho a hablarle así.

—¿Qué sabrás tú de Harry? —contestó cruzándose de brazos, con altivez y a la defensiva.

—Eso a ti no te importa. Le conozco lo suficiente como para saber que sin él no vamos a resolver nada, así que háblale con más respeto.

Melissa se quedó en silencio y me fulminó con la mirada.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora