Once

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Esme


Nuestros gritos llenaron el vacío, e intenté buscar la mano de Harry en el aire antes del impacto, pero no la encontré. En ningún momento pensé que caeríamos en agua, y mis pulmones se inundaron de ella en vez de oxígeno. Abrí los ojos, pero lo único que vi fue la oscuridad de la nada. Estaba aturdida. Un rayo de luz pasó por encima de mi cabeza y nadé con todas mis fuerzas hacia arriba.

Tomé una gran bocanada de aire y rápidamente miré a mi alrededor. Estaba en un lago que me resultaba muy familiar, rodeado por árboles que nunca morían y atravesado por un puente muy viejo que creaba una atmósfera lúgubre. Busqué a Harry, pero no lo vi por ninguna parte. Estaba sola en el agua.

—¿Harry? —le llamé, pero no me respondió—. ¿Harry, dónde estás? ¡Harry!

Entré en pánico y pensé en todas las cosas que le podrían haber ocurrido, como que se hubiese quedado inconsciente y se estuviera ahogando sin que yo fuese capaz de hacer nada para evitarlo. Pero a los pocos segundos salió a la superficie y comenzó a toser. Nadamos el uno hacia el otro. El agua estaba increíblemente fría, tanto como la última vez que estuvimos ahí.

—¿Estás bien? —me preguntó, y asentí.

—¿Por qué has tardado tanto? —Intenté articular bien las palabras y que el repiqueteo de mis dientes no me ganara.

—Se me habían quedado atrapados los pies en una planta.

Nadamos hacia la orilla y me pregunté si las ninfas nos estarían observando y si se habrían enfadado por nuestra intrusión, pero nada parecía indicar su presencia.

—Estamos en el Puente Negro —dije mientras le tendía la mano para salir.

Me temblaban las rodillas del frío y me froté las manos inútilmente para entrar en calor; tenía la ropa empapada pegada a la piel.

—¿En qué momento se te ha ocurrido subir las escaleras? ¡Podíamos habernos matado! —le recriminé.

—Pero estamos vivos.

—Si no morimos de hipotermia.

Harry no me respondió y escurrió su ropa.


No sabíamos cuál era la dirección correcta porque el bosque cambiaba constantemente. Me lo imaginaba dando vueltas como una ruleta y parándose aleatoriamente en cualquier punto cardinal.

Así que escogimos ir hacia la izquierda.

Aquello me hizo pensar en todas las veces que Harry se había empeñado en localizar los tres ejes del bosque, en poner números y usar fórmulas incomprensibles para sacar algo de provecho a lo que estaba haciendo. Sonreí con melancolía al recordar todas las tardes que habíamos dedicado a descubrir algo sobre el bosque, a encontrar alguna lógica dentro del sinsentido. Pero mis recuerdos se ensombrecieron al ver de nuevo la actitud distante y silenciosa de Harry. Había algo que no quería contarme.

Un trueno retumbó en el cielo. Los nubarrones grises se entreveían por las copas de los árboles y mis pies emitían un des- agradable sonido cada vez que pisaba el suelo.

—Esme, el castillo está en el centro del bosque.

Le miré, parecía perdido en sus pensamientos, en algún lugar muy lejos de aquí.

—¿Qué?

Alzó la cabeza y me miró.

—En los cuentos, el castillo se encuentra justo en medio del bosque.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora