Seis

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—¿He dicho ya que creo que estás loco? —pregunté a medida  que nos acercábamos al Puente Negro.

—Sí.

—¿Que no es una buena idea?

—También.

—¿Y que nos va a caer una buena cuando lleguemos a casa?

—Te he oído las primeras quinientas cincuenta y siete veces.

—Bien.

Me di por satisfecha y continué atenta al camino, mirando  dónde ponía los pies.

Nuestras linternas iluminaron el camino entre los árboles y  sentí cómo los ratones y otros roedores se movían en la tierra  y la vegetación.

—También te he dicho que estaremos de vuelta antes de  que se levanten —me informó Harry después de un largo silencio.

La táctica esa vez había sido diferente, porque nuestras madres nos habían dado las buenas noches y pensaban que estábamos durmiendo plácidamente en nuestras respectivas habitaciones. Hunter no vino con nosotros esa vez. Harry dijo que no quería arriesgarse a que ladrara por cualquier motivo y nos  delatara. En las mochilas llevábamos provisiones como barritas  de cereales, agua, mantas y algo de ropa seca por si acaso. Yo  había cogido La niebla de Greenwood, pero Harry no lo sabía.  Tenía el mapa desplegado en las manos y miraba cada dos por  tres la brújula. Me pregunté si debía informarle de que yo tenía  algo que podría ayudarnos, puesto que ya estaba involucrada.  Además, Harry ya confiaba en mí, y solo hacía una semana que  había llegado a Greenwood.

Decidí que tenía que hacerlo. Era justo.

—Debo decirte algo, Harry. 

Me detuve a mitad de camino, esperando a que me prestara  algo de atención.

—Ahora no, Esme, mañana por la mañana. Esta noche tenemos mucho trabajo. 

Ni siquiera me miró, su mapa era mucho más interesante  que mis palabras.

Los árboles del bosque nos rodeaban poco a poco, como  si fuéramos presas fáciles. Era como si Harry y yo siguiéramos  la dulce melodía de la voz de Greenwood, que nos invitaba a  adentrarnos en sus profundidades y nos atrapaba como si fuera  una telaraña y nosotros, insectos.

—Es importante —recalqué, pero él se llevó el dedo índice a  los labios para hacerme callar.

—Tenemos que escuchar y no mirar, ¿de acuerdo?

—Por eso mismo tienes que prestarme atención —insistí y  aceleré para colocarme delante de él.

Harry se detuvo y miró al cielo, soltando un gruñido. Sabía  que él quería acabar cuanto antes con aquello, pero el libro podría ser de mucha ayuda. Se suponía que Harry lo había leído  entero, yo todavía no había llegado ni a la mitad, pero todos  aquellos apuntes de W. S. y M. S. parecían ser interesantes y de  mucha ayuda.

—Hemos venido al bosque para ir a la zona norte. Sea lo  que sea, estoy seguro de que puede esperar a mañana —refunfuñó.

—Y yo tengo algo que puede ayudarnos a llegar allí.

—Ahora ya no puedes volver atrás.

Alcé una ceja y lo miré a los ojos.

—No me subestimes tanto, porque tengo esto —dije orgullosa mientras rebuscaba en la mochila.

Harry frunció el ceño y se quedó paralizado.

¿Dónde has encontrado esto? —preguntó, cauteloso. Levantó la mano con ansias para agarrarlo, pero lo acerqué  todavía más a mí.

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora