Veinticinco

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Abrí un ojo cuando oí algo golpear contra la ventana de mi habitación una y otra vez. No era un sonido estrepitoso, sino suave y moderado. Sin embargo, aguanté la respiración con la esperanza de que todo aquello fuese un sueño y poder continuar durmiendo.

«Toc, toc, toc».

Las plantas de mis pies tocaron el frío suelo de la habitación y, con mucha cautela, me dirigí a la ventana. Esperaba que solo fuera el viento.

Pero no hacía viento. Las ramas de los árboles se encontraban quietas en su sitio, sin moverse ni medio milímetro. Presa del pánico, desvié la mirada hacia la entrada del bosque y vi una silueta que me resultó muy familiar. Sin embargo, la silueta desapareció enseguida entre los árboles. La luz blanca de las farolas iluminaba la calle, pero dentro del bosque, todo era oscuridad. Me pasé la mano por los ojos en un intento de despertarme y, entonces, lo vi.

Era Thomas.

Mi hermano.

Pegué las manos contra la ventana y abrí los ojos de par en par. El corazón se me detuvo durante unos segundos. Quise gritar, pero no pude producir ningún sonido. De mi boca solo salía un vaho que empañaba el cristal.

¿Qué debía hacer? ¿Despertar a mi madre?

Pero si resultaba ser una ilusión óptica, la habría ilusionado para nada. Además, tenía que mantener en secreto nuestra misión. Había prometido a Harry que no se lo diríamos a nadie más.

¿Debía ir sola al bosque de nuevo?

Harry me mataría si se enteraba. Las dos veces que me había adentrado sin él, se había enfadado mucho. Aunque su instinto protector podía ser algunas veces abrumador, en realidad me gustaba que se preocupara por mí. Así que, aunque sabía que era mi deber adentrarme en el bosque para ir en busca de Thomas, alcancé el teléfono y marqué el número de Harry.

Si no quería que entrase sola, él vendría conmigo. Y si hacía falta arrastrarlo, lo haría. Porque no solo podríamos encontrar a Thomas, sino también descubrir alguna cosa interesante. ¿Y si descubríamos el misterio del bosque de una vez por todas? ¡Era una gran oportunidad que teníamos que aprovechar!

—¿Diga? —respondió Harry, prácticamente sin voz.

—¿Harry? Soy Esme.

—¿Esme? —preguntó él con voz adormilada.

—Tenemos que ir al bosque ahora mismo.

—¿Al bosque? —repitió, como si tuviese que hacerlo para procesar las palabras.

—Sí, al bosque. Escucha, te espero en la puerta de tu casa en cinco minutos. Te lo contaré todo luego. Adiós.

Colgué sin esperar a que contestara. Necesitaba entrar en el bosque y saber que no me lo había imaginado. Que había visto a Thomas. Lo traería de vuelta a casa.

Me vestí en dos minutos y salí de casa en dirección a la de Harry. No llamé al timbre. No quería despertar ni a su madre ni a su hermana. La puerta se abrió al instante y Harry salió junto con Hunter.

—Espero que tengas una buena razón para despertarme a las cuatro de la madrugada, porque estaba teniendo el mejor sueño de mi vida —musitó Harry.

Bostezó mientras se colocaba bien el gorro y se abrochaba el anorak.

—¿Qué estabas soñando? —pregunté con curiosidad.

Pero Harry evitó mi mirada.

—Eh... Mi madre me compraba una tarta muy grande de... Pero eso no importa ahora, no es relevante. ¿Para qué me has despertado? Esme, mañana es...

Greenwood II SAGA COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora