≽˖՞💜 ۫ ۫։ຼ ۪۪۫۫ mingi atrapó un beso
volador, riendo como
un niño avergonzado.
yunho sonrió encantado,
hasta que el siguiente beso
fue aplastado como a un...
mingi por fin descubre una parte de lo que es, y lo que fue. yunho se queda, sin importar qué.
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Mingi miraba la ciudad sentado en el techo de una casa cualquiera en una calle cualquiera. No sabía a dónde ir, ni qué hacer desde que Yunho le había echado de su lado. Es decir, no tenía dónde huir. En esas semanas antes de conocerlo sólo había vagado como el espíritu que era, sin rumbo. Sin saber siquiera que estaba muerto... eso es.
Estaba muerto, pero ¿por qué su pecho dolía? ¿Por qué lloraba? Sentía la necesidad de regresar, de gritarle a Yunho que abriera los ojos, porque tenía razón.
Mingi se levantó y comenzó a caminar. Estaba decidido a hablar con Yunho aunque este le gritara que se fuera.
―¡Soy el fantasma más tenebroso del mundo! ―gritó Mingi saltando sobre los hombros de Yunho, causando que este riera.
―Eres el único fantasma que he visto en mi vida, y no das ni un poco de miedo ―señaló Yunho acomodando a Mingi en su espalda antes de salir corriendo, los quejidos y las risas del fantasma inundaron las calles oscuras de la ciudad.
Mingi gruñó. ¿Por qué se sentía tan vivo estando muerto?
―No lo entiendo... nadie te ha reportado, es como si no existieras... ―Yunho miró con incredulidad al fantasma sentado en su sillón―. No estás en ningún lado. Ni siquiera tienes huellas dactilares.
Mingi volvió a la normalidad poco a poco, las marcas desaparecieron de su cuerpo, pero la sensación de miedo seguía en él.
―Estoy solo ―murmuró Mingi, no había ninguna emoción en su mirada―, desde siempre. Por supuesto que nadie me reconocería, ni notaría mi ausencia.
Las lágrimas se acumularon nuevamente en sus ojos y las limpió con brusquedad. Un fuerte viento le azotó de repente y la figura de una persona se apareció frente a él.
―Lo traje por ti ―dijo en voz alta el recién llegado, antes de arrojar un cuerpo al suelo.
Mingi dio tres pasos hacia atrás, asustado. No fue hasta que los quejidos de Yunho se oyeron, que Mingi se acercó a él rápidamente.
―¡Yunho! ―gritó Mingi asustado, sus ojos fueron de Yunho al hombre parado en la oscuridad, sólo podía ver sus zapatos siendo alumbrados por la luz pública―. ¡¿Qué pasó?! ¿le hiciste algo?
―Ibas a ir a buscarlo ―dijo el hombre, burlón, soplando una carcajada―. Lo traje por ti ―repitió.
Yunho se removió en brazos de Mingi y lentamente abrió los ojos. No estaba herido, pero sí muy confundido; un tipo raro le sonrió y al segundo estaba en brazos de Mingi. Sorprendido, Yunho miró las orbes rojizas de Mingi y su corazón dio un vuelco, se abrazó al cuello del fantasma y rogó disculpas en voz baja.
