-17- Quemado

591 56 6
                                    

[SANTIAGO]

Son las ocho en punto cuando me encuentro frente a su puerta, y solo puedo golpear teniendo en claro que voy a sufrir mucho por verla de esa manera y no poder ni siquiera rozar su piel. No es mucho el tiempo que tarda ella en abrir la puerta y al verla, no puedo articular palabra alguna. Luce bellísima con un albornoz corto de seda color blanco. —Hola— Me saluda y abre totalmente para que pueda pasar. —Ponte cómodo— Me pide y me señala el sofá. Al pasar, puedo ver que en la pequeña mesita que hay allí, hay bocadillos, una botella de vino y dos copas.

—Veo que has tenido en cuenta todos los detalles.— Le digo sonriente mientras tomo asiento.

—El vino está bien frio, creo que lo necesitaras.— Señala burlándose de mí.

La miro inclinando mi cabeza dándole a entender que no me parece graciosa su broma —Muy graciosa tu eh... te aprovechas de que te he prometido algo.— Me quejo.

—Quien me reto a que le desfilara estas prendas has sido tú, ahora te aguantas.— Me dice riéndose. —Entonces ¿por cuál empiezo?— Me pregunta y me da la bolsa con la lencería para que elija.

—Pensé que abrirías el albornoz y me mostrarías el primero...— Comento algo sorprendido.

Jaz se acerca a la mesa y toma uno de los bocadillos que hay ahí de manera muy provocativa —No... solo me quite lo que tenía puesto para hacer más rápido... Elije— Me dice como si nada.

Sé muy bien que está jugando conmigo, pero lo que no sé es porque lo hace, ¿venganza? ¿Provocación? O ¿reconquista? Si fuera la última opción ni siquiera tendría que hacer esto.

Con su mirada clavada en mí, busco en la bolsa uno de los conjuntos y con solo dárselo ya estoy nervioso —Comienza por este, tengo curiosidad de cómo te queda el color violeta.— Le explico y su mano roza la mía para tomar las prendas.

—No es violeta exactamente, pero de acuerdo, comenzare por esto...— Me dice sonriente y se aleja de mí.

Abro la botella de vino que verdaderamente está bien frio, y me sirvo una copa esperando que comience esta tortura. A veces tengo la impresión de que soy masoquista «¿Quién me ha mandado a mí a hacer esto?» Me acomodo un poco mejor en el sofá y sigo esperando mientras bebo un sorbo de vino.

Finalmente la veo regresar a la sala con su albornoz puesto. Ella toma el control a distancia y dándome una picara sonrisa hace que la música comience a sonar. —¡Eres demasiado cruel!— Me quejo riéndome.

—Las cosas se hacen bien o no se hacen.— Explica y lentamente abre el albornoz hasta dejarlo caer al piso.

«Estoy en serios problemas...» se ve impresionantemente sensual y el verla así solo trae a mi mente los recuerdos de todas las noche en las que mis manos quitaban su ropa... —Me he quedado sin palabras...— Murmuro.

—¿Aprobado o no?— Pregunta y da una vuelta para que la vea de todas las perspectivas.

Puedo sentir como mi respiración ya está agitada y solo lleva un conjunto de los cinco que ha comprado. Esto será más difícil de todo lo que he podido imaginar. —Completamente aprobado, te queda impresionante. Solo te digo eso y me reservo el resto.— Hablo con una amplia sonrisa que debe de reflejar más nervios que otra cosa.

—El próximo...— Dice acercándose a mi vestida de esa manera y estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para no querer tomarla entre mis brazos y besarla.

—Este.— Le dejo saber casi sin poder hablar y le doy el siguiente conjunto, en esta ocasión es de color turquesa.

Tal y como con el conjunto anterior, ella regresa con el albornoz puesto y lentamente se lo quita frente a mí. Esta vez el conjunto es más diminuto y con más encaje; cosa que la hace ver mucho más sexy —Me estas matando de manera muy pero muy lenta...— Le digo mientras ella da una vuelta para que le de mi veredicto.

—Supongo que es un sí...— Dice de manera provocativa y no sé hasta dónde piensa llegar.

A cada conjunto que va desfilando mi cuerpo se descontrola más y más... Siento que mi cerebro ya no es capaz de dar ningún tipo de orden al resto de mi ser. Mi corazón late como si tuviera taquicardia y aquí está ella entrando a la sala una vez para desfilar el ultimo conjunto, creo que este será el peor porque es blanco y ella bien sabe que es mi color preferido.

—El ultimo— Anuncia y quita su albornoz.

La observo por unos minutos y no puedo más —Cúbrete por favor...— Le digo en un hilo de voz.

Ella no me hace caso y se acerca a mi —¿Qué sucede?— Pregunta sonriente y conozco ese tono de voz, se está vengando, está dejándome saber que es ella quien gana y sí, claro que ha ganado. Sigo perdidamente enamorado de ella y el verla así solo me provoca ganas de amarla y demostrarle todo lo que hay en mi corazón para ella.

—Sucede que tu ganas, sucede que te has atrevido y que he hecho una promesa. Sucede que sigo perdidamente enamorado de ti, sucede que me encantaría que me permitas reconquistarte.— Resumo y me pongo de pie para que la distancia entre su cuerpo y el mío sea menor.

—¿Reconquistarme?— Inquiere mientras que mi mano acaricia su rostro. Estoy haciendo mi mayor esfuerzo para no seguir mis impulsos y tomarla entre mis brazos en este momento.

—Si... me gustaría que tuviéramos una segunda oportunidad.— Le susurro. —Pero quiero que para eso tú te volvieras a enamorar de mí. Por favor... cúbrete.— Le insisto y le doy su albornoz.

Ella lo agarra y se lo coloca—Santiago... yo...— Dice nerviosa.

—¿Tú qué?— Le pregunto al ver que no termina la frase.

—Yo nunca te he olvidado, pero... tengo mucho miedo...— Me confiesa y siento que el alma me regresa al cuerpo.

—¿Miedo?— Pregunto muy confundido.

—Miedo de que el pasado vuelva a ganar, de no ser los mismos...— Explica angustiada.

—Vayamos poco a poco, solo permíteme besarte esta noche... solo eso...— Le suplico y sin decir una sola palabra sus labios se posan sobre los míos para comenzar a besarme de una manera lenta, tierna y que de a poco hace que nuestras lenguas se entrelacen reconociéndose. Sus manos se colocan sobre mis hombros mientras que las mías están en su cintura por encima de la tela de seda. Siento que mi cuerpo se va tensando mucho más, como si eso fuera posible... necesito detenerme.

—Jaz... prometí no tocarte, y aunque me esté costando la vida, lo cumpliré...— Le susurro. —¿Volvemos a comenzar de cero? ¿Me dejas invitarte a una cita?— Le pregunto soltándola por un instante.

Una sonrisa se dibuja en su rostro mientras asiente —Te dejo...— Responde segura.

—¿Mañana a las ocho de la noche?— Propongo y ella asiente.

—Está bien...—

—Entonces, ahora ve a colocarte algo de ropa porque no soy de piedra y cenamos ¿sí?— Le pido y le planto un corto beso mientras que ella sonríe. 

Por Verte Otra VezWhere stories live. Discover now