-52- Enfrentar la Situación

364 35 1
                                    

[SANTIAGO]

Hace exactamente dos días que me he enterado de la mejor noticia del mundo; incluso mejor que cuando me dijeron que había ganado mi primera licitación importante, voy a ser papá. Esta vez la noticia no me tomo por sorpresa como sucedió en ese primer embarazo que perdimos y del cual nunca me olvidare, esta vez era algo que ambos estábamos deseando con todo nuestro ser y no veíamos la hora de que sucediera. Todavía no hemos hablado con mi familia, pero lo haremos esta noche. Sin embargo, hay algo que yo debo hacer primero. —¡Así me gusta!— Le digo al ver que ha terminado todo su desayuno.

Ella me mira inclinando su cabeza hacia un costado como si no pudiese creer lo que acaba de escuchar —Santiago, no soy una niña a la que le tienes que decir que se termine su desayuno, ¿eh?— Me dice seria, pero luego una sonrisa en su rostro me deja saber que está jugando.

—Lo sé cariño. Sé que eres toda una mujer y hasta futura madre, pero es inevitable que no me preocupe por ti.— Le explico intentando que comprenda mi actitud.

—Amor, te prometo que me voy a cuidar.— Dice sonriente. —Aun no me has dicho a dónde vas, ¿Por qué te has vestido tan rápido para salir?—

—Tengo que ir a firmar unos documentos de un proyecto. Ya sabes, para la próxima etapa y todo eso.— Le invento con la esperanza que me crea.

—De acuerdo, me hubieras dicho y te acompañaba, hoy entro tarde al trabajo.— Comenta.

—Quería que descansaras, pero ni siquiera porque no debes entrar al trabajo temprano duermes más.— Le regaño.

—Por mi dormiría más, pero las náuseas no me han dejado.— Se explica.

—Sabes, mi hermana siempre decía que el hielo le ayudaba con eso. Podrías intentarlo.— Sugiero.

—Lo hare, definitivamente, lo hare.— Dice y se ríe de sus propias palabras contagiándome.

Miro el reloj y creo que ya debo irme, «diez de la mañana.» —Cariño, debo irme.— Le dejo saber poniéndome de pie y acercándome a ella para darle un beso de despedida.

—Cuídate amor.— Me pide luego de darme un corto beso. Siempre que me dice eso, me hace sentir el hombre más especial del mundo. Solo espero que no vaya a enfadarse por lo que estoy por hacer.

Salgo de nuestro piso con bastantes nervios y al llegar al estacionamiento, busco el auto y me subo a este. Comienzo por conducir y mientras lo hago, las millones de preguntas acerca de esto que estoy por hacer, comienzan a rondar por mi cabeza. Solo quiero lo mejor para ella y para nuestro hijo o hija. Quiero que podamos disfrutar de esto en familia, pero para eso su familia debe de enterarse. Desde aquel día en el que los reuní a todos en aquel restaurante ella y sus padres no se hablan, y yo me siento demasiado culpable por ello, creo que debo intentar encontrarle una solución a este asunto.

Unos cuantos minutos después, llego al edificio de la revista de su padre y es aquí donde puede salir todo muy bien, o muy mal. Al entrar me encuentro con la misma recepcionista que me asistió aquel día de la entrevista y le pregunto por el señor Héctor Insua. Ella amablemente lo llama y le deja saber que estoy aquí.

Ya llevo unos cuantos minutos esperándolo y la verdad es que estoy demasiado nervioso. No quiero que las cosas empeoren, pero debo al menos intentarlo. Al centrar mi vista hacia los elevadores, lo veo caminando hacia mí y está completamente serio. —¿Se puede saber qué haces aquí?— Me pregunta de manera fría.

—Héctor, creo que usted y yo debemos hablar.— Digo después de haberme puesto de pie.

—Creí que todo estaba más que claro.— Sentencia.

—¿Podríamos hablar en privado?— Le pregunto al notar que hay mucha gente observándonos, claramente me han reconocido.

—Vamos a mi oficina.— Dice finalmente.

Lo sigo sin decir una sola palabra hasta llegar a su oficina en el último piso de este edificio y de manera poco amable, me pide que tome asiento, mientras que él se sienta en su sillón presidencial. —¿Qué quieres decirme? No tengo todo el día.— Dice mirando su reloj.

No puedo creer que sea tan así conmigo —Señor, yo comprendo que no soy el esposo que quería para su hija, pero ella y yo nos amamos.— Digo firme.

—Eso ya me los has dicho.— Me interrumpe.

—Yo solo quiero que ella sea feliz y que no esté preocupada, mucho menos ahora.— Expreso sin prestarle atención a su comentario.

—¿Por qué dices mucho menos ahora?— Cuestiona arqueando sus cejas.

—Porque está embarazada.— Le confieso sin rodeos y su cara cambia completamente. Lo que no sé es si me va a matar o es que está feliz.

—¿Mi hija está embarazada?— Pregunta casi sin poder creerlo. —Los médicos habían dicho...—

—Si, habían dicho que no sabían si iba a poder ser madre.— Le interrumpo.

—¿Ella te lo ha contado?— Pregunta sorprendido.

—Si, antes de que viajáramos a Grecia y nos casáramos, por eso la he llevado de viaje.— Le confieso.

—¿Y así todo te has quedado con ella?— Cuestiona como si fuera lo más extraño del mundo.

—Yo la amo. A mí no me importaba si ella podía o no tener hijos...— Declaro.

—Yo pensaba que al enterarte la ibas a dejar.— Expresa con un hilo de voz.

—Que poco me conoce, pero como me va a conocer si nunca se ha dado la oportunidad—

—¿Y qué quieres que haga ahora? ¿Te felicito?— Me pregunta de manera sarcástica.

—Usted verá que es lo que hace. Yo ya cumplí con decirle que será abuelo.— Le dejo saber seriamente y me pongo de pie para marcharme de su oficina.

Por Verte Otra VezOnde as histórias ganham vida. Descobre agora