-48- Dando Las Noticias

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[SANTAGO]

Días después

—¿Por qué hemos tenido que regresar a la realidad?— Me pregunta mientras observa las calles de St. Petersburg mientras vamos camino a mi sorpresa, que a decir verdad me tiene demasiado preocupado.

Sus palabras me hacen sonreír, y es que tiene razón. Estábamos tan bien en nuestra luna de miel en Mykonos. —Lo sé mi amor, yo también me hubiera quedado allí, pero ambos tenemos responsabilidades aquí.— Explico.

—Bueno, quizás hubieras podido trabajar en el próximo proyecto allí.— Me propone con una enorme sonrisa.

—Lo dudo cariño, lo único que se me pasaba por la cabeza allí era hacerte el amor todo el día.— Le confieso entre risas.

Ella me mira de una manera muy picara y sé que le he dado el pie para que me diga algo... —¿Y aquí no?— Pregunta haciéndose la indignada y de verdad que tengo que concentrarme para conducir.

—Sabes que en cualquier sitio te haría el amor todo el día, pero lamentablemente el mundo real no nos lo permite.— Comento divertido.

—Pues si... Y a todo esto, ¿Me dirás donde me estas llevando?— Insiste.

—Prefiero no decirte nada, lo siento.—

No me atrevo a decirle que he reunido a su familia y a la mía para darles la noticia de nuestra boda. Ya bastante me ha costado convencer a su hermano Nicolás para que hiciera que sus padres fueran al restaurante donde los he citado a todos. Hoy es uno de esos días donde claramente puedo llegar a morir. No quiero ni siquiera imaginarme la reacción de Héctor cuando se entere de que me he casado con su hija.

—Estas muy misterioso y no sé si deba asustarme.— Dice entre risas.

—Yo tampoco, pero solo quiero que sepas que te amo demasiado, ¿sí?— «Es mejor prevenir...» Pienso.

—Amor, estás rarísimo, pero bueno nunca fuiste muy normal.— Señala riéndose de mí.

—Recuerda que te has casado con este raro— Me defiendo.

—Es verdad... soy igual de rara que tú.—

—Ahí está mejor.— Bromeo.

Unos cuantos minutos después llegamos al restaurante y su cara es demasiado graciosa, sé que debe de estarse preguntando si todo este misterio ha sido solo para venir a cenar aquí —Por si no te lo he dicho aún, te ves preciosa.— Le digo ayudándola a bajar del auto, y apreciando la manera que ese vestido corto color negro resalta su figura.

—Ya me lo habías dicho en casa, pero nunca está mal escucharlo.— Dice sonriente y luego me da un corto beso —Tú también luces muy guapo con ese traje.— Me dice y sus palabras hacen que se me olvide que allí dentro nos esperan todos.

—Vamos.— Sugiero.

Al entrar al restaurante, le informo al camarero de la reservación que tengo en el salón privado del lugar, y él inmediatamente nos lleva hacia allí.

«Es la hora de la verdad...»

—¡¿Qué has hecho?!— Me exclama al ver a mi familia y a la suya sentada en la misma mesa.

—Los he reunido para darles la noticia. Amor, no podemos ocultar más nuestra relación.— Le intento explicar.

—Vale, fingiremos que todo está bien, pero después en casa me vengare de esto ¿eh? — Me dice al oído y no sé si me deba preocupar más de eso o de lo que esta por pasar.

—Buenas noches a todos.— Digo y luego tanto mi esposa como yo saludamos a todos uno a uno.

Claramente la cara del ahora mi suegro no es de alegría al verme, pero ya está, ya me he casado con su hija y no hay marcha atrás —Hijo, ¿se puede saber qué es esto?— Pregunta mi padre.

—Si Santiago, ¿Por qué estas con mi hija? ¿Por qué nos has reunido a todos?— añade Héctor.

—Bueno, ya que tú los has reunido, tú hablas.— Me dice mi esposa y la verdad es que tiene razón, yo solo me he metido en este problema.

—No sé si darles la noticia ahora o después de que cenemos.— Digo mirándolos a todos sin aun poder sentarme en la mesa.

—Santiago, habla de una vez por favor.— Dice demasiado serio el padre de mi esposa.

—De acuerdo, verán cuando Jaz llego aquí, nos hemos reencontrado; más precisamente vivíamos al lado del otro, éramos vecinos.— Explico.

—¿Y?— Pregunta mi hermana bastante confundida.

—Y que nos dimos una segunda oportunidad— Añado.

—¡¿Has regresado con mi hija?!— Me pregunta Héctor poniéndose de pie. —¿No te ha bastado con arruinarle la vida una vez?— Presiona.

Agradezco que no haya nadie más en este salón del restaurante, sería un escándalo —Héctor, siento muchísimo si no soy el hombre que usted quería para su hija, pero ella y yo hemos regresado de Mykonos hace un par de días.— Comento.

—¿Quieres que los felicite por su viaje?— Me pregunta de manera sarcástica.

—Padre, no... no buscamos que nos feliciten por el viaje. La verdad es que yo no sabía de qué Santiago los había reunido a todos aquí, pero hizo bien porque si no ustedes nunca se habrían enterado.— Dice mi esposa intercediendo.

—¿Enterado de que?— Pregunta la madre de Jaz.

—De que nos hemos casado.— Pronuncio finalmente y tengo la sensación de que aquí alguien saldrá herido y probablemente sea yo.

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