-50- Cuando Estoy Contigo

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[SANTIAGO]

Si bien mi familia ha aceptado nuestro casamiento de la mejor manera, y que al menos eso ha hecho que todo fuera un poco más ameno, sé que ella está triste. Observo la manera en la cual ha entrado a la casa, como sus ojos se han cristalizado, y el silencio que ha habido durante todo el camino a casa. Deja su bolso en la sala y camina hacia la habitación sin decirme nada. No puedo verla así, solo quiero que sea feliz, pero no sé qué hacer para animarla.

—Cariño...— Es lo único que puedo decir al entrar a la habitación y verla acostada boca abajo sobre la cama con su rostro apoyado sobre sus brazos.

—¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué ni si quiera mi madre ni mi hermano me han apoyado?— Me pregunta entre sollozos. —¿Por qué no pueden ser como tu familia?— Continua.

Me subo a la cama y me siento a su lado, y cuidadosamente la muevo para que su rostro quede apoyado sobre mis piernas. —Cariño, no lo sé. Supongo que no me perdonan lo de hace año atrás, pero ahora tú y yo somos una familia.— Digo mientras acaricio su cabello.

—Cada vez que soy feliz, él arruina mi felicidad.— Habla y el llanto cobra más poder.

—No puedo verte llorar.— Expreso mientras que con mis dedos intento secar sus lágrimas. —Solo quiero que llores si es de felicidad.— Se ve tan indefensa, tan frágil. Solo quiero tomarla entre mis brazos y abrazarla tan pero tan fuerte hasta que los trozos de su corazón vuelvan a unirse.

—Perdóname mi amor... se supone que deberíamos estar disfrutando de nuestros primeros meses de casados con pura felicidad, pero es que me duele mucho.— Explica clavando su preciosa mirada en mí.

«¿Cómo se atreve a pedirme perdón? Yo de ella amo absolutamente todo.»

—Shhh... no me pidas perdón, solo desahógate, mis brazos siempre estarán aquí para sostenerte.— Le dejo saber y me inclino un poco para besar sus hombros.

—Te amo.— Me dice volteando su cuerpo para quedar boca arriba.

Bajo mi rostro para mirarla a los ojos y de esta manera los minutos pasan perdiéndome en ese mundo que se esconde en ellos. —Yo también te amo cariño.— Le digo con una leve sonrisa que hace que ella también me responda de igual manera.

Lentamente agacho mi cabeza y la beso tiernamente. Sus labios me responden a pesar del sabor a sal que hay en ellos como consecuencia de las lágrimas. Sus brazos se levantan para sostener mi rostro entre sus manos mientras que el beso que comenzó como una muestra de consuelo y amor se va intensificando para convertirse en uno apasionado, uno donde nuestras lenguas comienzan a hacer de sus travesuras. Nuestras bocas se separan un instante para permitir que ella se acomode sentándose sobre mí. Mis labios vuelven a los suyos y de esta manera nuestras manos comienzan a acariciar el cuerpo del otro por encima de la tela de la ropa de una manera muy sensual. Puedo sentir como sus manos se van colando por debajo de mi camisa y en vez de desabotonarla, la levantan. —Eres mi paraíso en medio de mis problemas— me susurra mientras que no damos un respiro y yo voy desvistiéndola.

—Eso quiero ser para ti mi vida, quiero ser ese lugar donde siempre encuentres la paz que necesitas.— Le dejo saber cuando ya la tengo tan solo en ropa interior sobre mí. —Porque tú eres mi paz.— Continúo diciendo mientras que mi dedo índice recorre el centro de su cuerpo comenzando por su cuello y continuando hasta su abdomen.

—Es imposible no encontrar paz en ti, es la manera que me miras, que me acaricias, que me besas, me transmites la sensación de que el mundo allí fuera puede caerse a pedazos, pero si estoy contigo, todo estará bien.—

Con estas palabras dichas, coloco mis manos por debajo de sus muslos y cuidadosamente la acomodo en la cama para quedar sobre ella. —Señora Suarez, no se puede ni imaginar lo tanto, pero tanto que la amo.— Digo antes de volver a sus labios.

Puedo sentir como sus manos van quitándome el pantalón, el bóxer, y me obliga a quitarme los zapatos y las medias.

—Yo también te amo demasiado esposo mío.— Pronuncia colando sus brazos por encima de mis hombros. Voy besando su cuello, siguiendo por sus hombros y así hasta llegar a sus pechos que aún están bajo la tela del sujetador, el cual voy quitando mientras no dejo de besarla. Una vez que me deshago de la prenda, sigo bajando y hago lo mismo con su braga. Regreso lentamente a su boca y ya con todo este deseo que nos consume, la hago mía lentamente. Necesito sentirla de una manera especial. Quiero quitar todo su dolor y sé que cuando estamos piel a piel el mundo deja de existir, los problemas desaparecen, y juro que si pudiese detendría el tiempo en este instante para que nos quedemos así por toda una eternidad. —Cuando estoy contigo me haces olvidar de todo...— Me dice entrecortado mientras nos movemos.

—Eso es lo que quiero. Olvídate de todo y solo seamos felices mi amor.— Le respondo con la esperanza de que dejemos de permitir que el exterior empañe esto tan hermoso que tenemos.

Por Verte Otra VezWhere stories live. Discover now