-40- Dejar los Miedos Atrás

408 36 2
                                    

[SANTIAGO]

Miro los paisajes que nos rodean bajo esta hermosa luna que nos ilumina y si, son preciosos, pero para mí no hay nada más hermoso que ella y esa sonrisa de felicidad que desprende. Eso es lo que quiero, verla feliz y quitar todos y cada uno de sus miedos a base de amor. —Me encanta verte así.— Le digo mientras vamos entrando al hotel.

—¿Así como?— Me pregunta mirándome un poco confundida.

Me detengo en plena entrada y rodeo su cintura con mis manos aprisionándola contra mi —Así, feliz, sonriente...— Le explico y luego mis labios se unen a los de ella de una manera poco apropiada para estar en este lugar.

—Deberíamos esperar a llegar a la habitación...— Comenta entrecortado ya que al igual que a mi le falta al aire.

Haciéndole caso a sus palabras, la suelto y en medio de risas cómplices entre los dos, entramos al hotel a registrarnos. —Contigo hasta la calma se convierte en deseo.— Le susurró al oído ganándome un suspiro de su parte.

Cada vez que le robo un suspiro, me siento el hombre más afortunado de este planeta. Dicen que cuando suspiramos por amor, lo hacemos porque inconscientemente dejamos de respirar, y a la vez el corazón late más rápido requiriendo más oxígeno, el cuerpo al darse cuenta de esta necesidad la sacia en forma de suspiro. —¿Qué te sucede?— Me pregunta observándome detenidamente y regresándome a la realidad.

—Me encanta hacerte suspirar, eso quiere decir que te quito la respiración.— Le explico sonriente mientras esperamos a la recepcionista.

—Veremos quien le quita la respiración a quien esta noche, pero si amor, tú me quitas el aire cada vez que estas cerca de mí.— Me confiesa al oído.

—¿Me estas retando?— Pregunto de manera picara, pero su respuesta se ve interrumpida ya que la recepcionista llega para que nos registremos.

[...]

Abro la puerta de la habitación bajo su expectante mirada y no hago más que sonreír de felicidad. —¿Nervioso señor Suarez?— Me pregunta al ver que no puedo abrir la puerta.

La miro casi como queriendo responderle sin palabras y me gano una sonrisa sugerente de su parte —Tu siempre me pones nervioso. Es imposible actuar normal contigo a mi lado.— Admito.

—Si quieres me voy...— Me dice en broma y comienza a caminar por el pasillo.

Camino detrás de ella y la tomo por la cintura arrastrándola por el pasillo —Usted no va a ninguna parte.— Le dejo saber al oído.

—¿Es un secuestro? ¿Una amenaza?— Inquiere en un juego que me gusta.

—Si... a partir de ahora, tú eres solamente mía y saldrás de aquí solo cuando yo quiera.— Le digo al oído y luego beso su cuello.

—Entremos por favor...— Es lo único que me responde mientras cierra sus ojos.

Finalmente logro abrir la puerta y afortunadamente nuestro equipaje ya está adentro después de que el botones lo trajera. —Vaya lugar, es hermoso.— Comenta feliz observando la hermosa vista que se aprecia desde el balcón que hay en la habitación.

—El mar mediterráneo— Completo la frase abrazándola desde atrás.

—Cuanta paz que hay aquí...— Susurra.

—Demasiada, y solo somos tú y yo en este hermoso lugar— Explico.

—Me encanta, te amo...— Dice dándose vuelta para quedar frente a frente.

Mis labios buscan los suyos casi como si besarla fuera una necesidad igual o más fuerte que respirar, mientras que sus manos comienzan a tocarme de una manera que me hace perder el poco control que quedaba en mí, pero nuestro beso se ve interrumpido por la alarma de su móvil. Sé muy bien lo que significa esa alarma y sé muy bien que cuando no encuentre lo que buscara, se vendrá una conversación que no sé cómo terminara.

—Dame un segundo— Me pide separándose de mí y entrando a la habitación de esta suite.

La observo buscando sus píldoras en su bolso y por supuesto que no las encontrara. Entro a la habitación y me paro bajo el marco del ventanal —No las vas a encontrar.— Informo y automáticamente su mirada se clava en mí.

—¿Qué? ¿Cómo que no las voy a encontrar?— Pregunta y creo que esta algo enfadada.

—Las he dejado en St. Petersburg.— Le explico y de inmediato ella camina hacia mí.

—¡¿Qué has hecho que?!— Inquiere enfadada —¿Crees que porque te he dicho que no sé si pueda tener hijos no tengo que tomarlas?— Me pregunta y puedo notar la frustración en su rostro.

—No, no es eso. Creo que es una barrera más entre tú y yo, ¡Basta Jaz! No quiero nada que haga que tú y yo no seamos felices. Nosotros nos amamos y debemos vivir nuestro amor sin ningún tipo de barrera, si puedes tener hijos, genial lo intentaremos, si no funciona no hay problema, pero basta de vivir con miedos. Basta de dejar que los demás nos separen, basta de vivir este amor a medias... tú y yo sabemos muy bien cómo nos amamos y ¿qué importa lo que piense el resto? lo único que debe importarnos es que seamos felices, pero por favor no vivamos con temor.— Le explico mientras me acerco a ella.

—¿Y si vivir sin miedos termina hiriéndonos?— Pregunta en un susurro.

—¿Herirnos?—

—Si, ¿si eso daña nuestro amor?— Aclara.

—No, lo único que daña nuestro amor es estar lejos y dejar que los demás se entrometan en lo nuestro— Hablo firme.

—Creo que tienes razón...—

—Atrévete a vivir sin miedos mi amor...— Le pido.

—Contigo me atrevo a todo.— Responde finalmente, y luego sus labios son los que buscan los míos con desesperación.

Por Verte Otra VezWhere stories live. Discover now