Había descansado toda la noche, y se sentía de maravillas. Su cuerpo estaba listo para un exhaustivo día de clases, pero su mente todavía guardaba un poco de esa intranquilidad del puente junto a Brigitte. Se sentía bien, pero días después del incidente intentó entender de mejor manera lo que acababa de ver.
​   Cuando llegó a su puesto, Keith le agarró del brazo. Eso le quitó de sus pensamientos, sorprendida o todavía un poco dormida. Ese día había llegado un poco tarde, sus dos amigos lo habían notado, y era hora de darles una explicación.
   ​-¡Tenías razón!-Le dijo esta, exaltada, pero con la voz baja.
   ​-Perdón, ¿Cómo...?
   ​-Lo que me dijiste el lunes, sobre Horacio-Soltó un risita, Katherine suspiró acompañándola-No solo se separó de su esposa, sino que la casa donde vivía era de ella, por lo que se tuvo que cambiar. Ayer me lo dijo tooodo todito. Ya sabes, parte de mi don.
   ​-Sí, sí. Claro.
   ​-Pero, ¿Cómo te diste cuenta? Tú nunca te fijas en los detalles, y no verle el anillo de casados es, bueno... bastante detalle.
   ​-No fue nada, como un "¿Cómo, perdón, qué?", y sabiendo tu increíble capacidad para meterte en las vidas de otros, pensé que lo sabrías.
   ​-Y ahora lo sé. Whoa... impresionante.
   ​-Algo así, sí.

​   En el momento en que dejaron de hablar, y otra compañera agarró la atención de su amiga, Katherine le escribió a Seth. Le comentó acerca del anillo, y del cambio de casa.
​   Al final, la posibilidad de que todo haya sido una coincidencia estaba ahí.
​   Hoy sabremos si en realidad es una coincidencia o no. Estoy en su nuevo condominio, junto a mi familia. Tú tranquila, lo tenemos todo preparado

​   Qué vas a hacer?

​   La idea me la dio Mary, la mejor forma de entrar casa por casa con una "autorización": Una encuesta. Mejor te mando un audio, explicándolo, para Max

​   -Chicos, conmigo, vamos a repasar-Tenía el teléfono en mano, sus compañeros, que eran 6, se le acercaron, todos con una tenida parecida y muy estatal-La idea principal es parecer que venimos a hacer el censo anual, para eso vamos a estar todo el día aquí, y no se me pueden quejar, muchos favores me deben-Algunos de ellos se rieron, otros ya estaban amurrados-Iremos casa por casa, haciendo las preguntas tradicionales, y de vez en cuando vamos a preguntar sobre los vecinos, si ha escuchado ruidos raros, etc, etc. Si preguntan, es sobre todo por violencia, que es lo que nos importa. Son 60 casas, por lo que, si vamos en parejas, tendremos que "censar" 20 cada uno-Seth suspiró, pero todos compartieron la misma mueca-Al final del día, si es que podemos, dejaremos la casa de Horacio ya identificada, y nos tomaremos nuestro tiempo. Si hablamos del condominio, vosotros dos irán por la ala derecha, el Ivar y tú irán por la izquierda, y nosotros por el centro, para que, cuando lleguemos a la casa de nuestro sujeto, los de las alas estarán con los vecinos mientras nosotros entramos por detrás. Fácil, pero chicos, será muy agotador.
   ​-Pe-pero Seth, ¿Por qué no puedo ir contigo?
   ​-Porque si hemos de entrar en su casa, el solo hecho debe ser la tarea de un Kyobu, ¿No cierto, Jean Paul?
​   -Claro. Tú tranquilo, niño, tu hermano estará en buenas manos.
   ​-¡Vamos, vamos!-Gritó Seth, haciendo que el equipo se moviera. Cuando estuvo solo, junto a JP, volvió al teléfono como si fuera una llamada-Haz que Maxwell escuche esto, y que detengan lo máximo posible a Horacio, para que no se vaya.

   ​Al sacar el dedo, miró a su compañero, y asintieron. Le dijeron al portero que serían tres grupos, a diferentes horas, que entrarían a cada sección del condominio. Pidieron toda información posible acerca de quien había salido, si alguien llegase más tarde, etc. Al parecer el plan salió bien, el portero no hizo ninguna pregunta peligrosa, y se tragó todo, credencial, nombres. Todo.
​   Para este, solo era un censo que llegaba dos meses temprano.

​   Habían pasado ya por 19 casas, les quedaban solo las tres esenciales en el trabajo. Al llegar, se encontraron al mismo tiempo, algo completamente planeado. Entró primero el de la derecha, luego el de la izquierda, para que, sabiendo que no había cámara alguna, Seth y Jean Paul entraran directo al patio de la casa donde vivía el nuevo inquilino.
   ​-¿Sabes la técnica del lockpicking?-Dijo el negro, mientras intentaba abrir las ventanas con los codos, sus manos estaban ocupadas; viendo como Seth se agachaba en la puerta trasera.
   ​-He visto algunos videos, soy un aficionado-Para concentrarse, mascaba su chicle con la boca abierta, mirando al cielo mientras buscaba la entrada, movía la ganzúa y...-¡Lo tengo!
   ​Tic. La puerta estaba abierta, y no habían hecho ruido alguno. Seth le mostró la entrada con las manos, pero JP le negó con la cabeza.
   ​-Dime que puedo verlo.
​   El negro sonrió, guiñándole un ojo. Sus manos estaban en una posición ya conocida por los dos: Nikondo.
​   Terminó su 36ava respiración con la boca, y juntó las palmas. Esto creó una reacción que las separó, pero que juntó todo su cuerpo con una brisa esmeralda. Su cara se envolvió en un tatuaje diferente al que le había visto a Marianne, pero era el común, todos aquellos que pueden abrir un trigrama que no sean Tachibana (por el momento) obtenían ese tatuaje.
   ​-Pensé que sería blanco-Refiriéndose del tatuaje.
   ​-Eso es racista-Dijo este, un poco raro-Pero yo pensé lo mismo.
   ​Con un risa, abrió la puerta despacio. El trigrama de Rinoceronte tenía dos fases: La primera, parte de su conexión con la Playa y la creación de los Puentes, es tener una sensibilidad en sus sentidos, muy parecida a la que tiene el Aye Aye, pero no tan específica, y es en todas. La segunda, era inhibir esta sensibilidad, y endurecer su cuerpo, hasta tal punto de golpear metal y poder doblarlo.
​   Todos decían que si te ganabas una cornada de Rinoceronte, no había posibilidad de que tus huesos no estubieran rotos.
​   Entraron en una cocina, la cual parecía estar vacía. Habían ciertas cajas, pero a la vez, habían platos sucios. Papeles en la mesa, demasiados y esparcidos, pero algo que le tomó la atención, ciertos rasguños en las paredes y ornamentos, además de hendiduras circulares en el piso. Algo parecido a lo que Mary le había contado sobre lo que vió.
​   Tras seguir buscando, entrando por la sala principal, JP subiendo al segundo piso, y Seth viendo en el baño; este último encontró una puerta que tenía una cerradura. Estaba cerrada, y al parecer, más segura que una caja fuerte. Era lo que buscaban.
​   Se juntó con su compañero arriba, y buscaron por todas partes. Al mirar la ventana, todavía había sol, pero ya eran las 6. Estaban agotados, querían que esto terminara, y tampoco es que tuvieran todo el tiempo del mundo.
​   Le tomaron foto a todo lo que encontraron, a las piezas, esquinas, muebles, pisos y paredes; para luego ir los dos a la puerta segura.
​   Jean Paul alejó un poco a su compañero, cerró el puño izquierdo y empezó a apretar, mientras su brazo completo se iluminaba, el tatuaje de la revolución se prendió en llamas verdes, y golpeó.
​   Pareció un golpe de bebé a un plástico, pero la puerta rebotó con la pared.
​   Sin embargo, luego de eso, tras quedarse en el lugar callados, como niños en problemas, no se escuchó nada. El trigrama se acabó luego del golpe, y el francés había vuelto a la normalidad.
​   Entraron a igual velocidad, encontrando un escritorio de vidrio con varias pastillas, cuencos de madera, vasos con agua, y algunos papeles; un velador con una lámpara y cosas varias; y una cama, con una niña acostada. Estaba un poco amarilla, por su cara notaron su falta de alimento, tenía ojeras, y parecía sudar. Lucía como un fantasma.
​   Un escalofrío pasó por los dos, al ver que la niña estaba apresada por manos y pies. Metal, cuerda, sangre, tela, piel. Era horrible.
   ​-Eu...¿reka?
​   Seth se acercó, con la respiración alta, y con las manos sudorosas. Estaba tenso, nervioso, contra el tiempo, y viendo algo que le levantaban todos los pelos de su cuerpo. Masticó el chicle con velocidad, pero con la boca cerrada, mientras llevaba su mano hacia el pecho de la niña, ocultado por una sábana.
   Cuando estuvo a punto de tocarle, algo le hizo saltar. A los dos incluso, rompiendo toda tensión.
​   Del pecho de la niña, como serpientes que se doblaron por el brazo del hombre, tres huesos puntiagudos le encarcelaron.
   ​-Mierda...-Susurró, sin saber lo que estaba pasando.
​   La niña había abierto los ojos, pero parecía que esto no era parte de su voluntad, más de su protección. Su torso estaba levantado, y ella misma parecía estar confundida.
​   Jean Paul llegó a su lado, pero sin tocar a la niña, más por miedo que otra cosa, sostuvo el brazo de su compañero, pensando en que se lo iban a comer.
   ​-¡¿Quiénes sois?!-Gritó ella, alarmada.
   ​-¡Amigos! Somos amigos.
​   Ella iba a gritar, pero Seth le calmó con esas palabras.
   ​-¿Amigos del doctor?
   ​-¿Doctor?-Preguntó el negro.
   ​-¡Sí, Sí! De él mismo-Seth puso la otra mano en el pecho de su compañero.
​   Intentó moverse, pero las cadenas le detuvieron.
​De a poco, mientras la niña se iba calmando, los huesos empezaron a bajar, hasta desaparecer por su pecho.
   ​-Podéis... ¿Desatar...me?-Movió sus brazos, ellos aceptaron.
   ​-¿Dónde están las llaves?
   ​-En el velador, son las más pequeñas, necesito solo un brazo para poder tomármelas.
   ​Jean Paul se encargó de eso, mientras Seth intentaba buscar por los papeles qué era lo que deberían darle.
   ​-Son esas ahí-Le apuntó la niña, los dos entendieron su acento, su habla. No era dragón-Por favor, agua.
   ​Fueron tres pastillas. Al tragarlas, agitó la cabeza, y se volvió a acostar.
   ​-¿Qué hora es?
   ​-No lo sé, pequeña. Serán como las 6 y media, o algo.
   ​-El doctor debería estar por llegar.
   ​-Pregunta, niña-Jean Paul sabía que podía ser peligroso, pero...-¿Sabes el verdadero nombre del doctor?
   ​-Ehm... No. Creo que era algo de un arquitecto famoso, alguien del que siempre hablan.
​   -¿Mies?-El francés exhaló-¿Qué?
   ​-No lo sé.
   ​-Vale, si el doctor te pregunta, no le hables de nosotros. Es por nuestro trabajo, no le gusta que hablen de nosotros, ¿Sí?
   ​-Vale, entiendo.
   ​-Gracias pequeña-Le sonrió de lado a lado mientras ella se ponía la cadena, produciéndole unas risas.
   ​Los dos intentaron irse, ya era hora. Al estar en la puerta, Seth se volvió a ella:
   ​-Pregunta, ¿Cuál es su nombre? El doctor nunca nos lo dijo.
   ​-Vasilia.
   ​-Gracias, Vasilia. Que tengas un buen día-Y cerró.

   ​Encontraron recetas médicas, papeleo del colegio, cartas de personas que no conocía, nombres de medicamentos, y pura basura. Incluso en su cuarto, todo parecía normal.
   ​Excepto lo que ocultaba tras esa caja fuerte. No solo era una niña, que quizás podía ser incluso su hija, sino que las condiciones en la que la encontraron. ¿Cómo alguien podía ser tan inhumano para hacer algo así? La niña estaba en el borde de la muerte, ¿Y él aparecía tranquilo en el trabajo?
​   Lo que supo fue que Horacio era un monstruo, una bestia con un nombre de un arquitecto conocido, ¿A qué era lo que se refería Vasilia?¿Capaz que tenga algo que ver con Horacio? No eran raros los anagramas cuando eres dos personas a la vez, por lo que debía buscar tanto nombres de arquitectos pre-cataclísmicos, como el que le mencionó; y nombre post-catclísmicos. ¡Pero eran demasiados! Era una pista muy vaga, y que en realidad no podría significar nada.
   ​Pero lo que tenía claro, y todavía seguía en shock esperando al frente de la casa de Horacio, es que esa niña tampoco era normal. Lo que sucedió allí estaba fuera de sus expectativas de la realidad. Incluso de sus conocimientos en la medicina, que huesos salgan de esa manera a esa velocidad era comúnmente imposible, pero quizás si era parte de alguna Línea Consanguínea, tal cual su novia y sus hermanas, como Katherine y Rebecca, ya era otro campo que desconocía en su mayoría.
​   Y que solo una persona sabría: Mako Tachibana.

  Minutos después Horacio llegó a su casa, y vio a los dos hombres tocar la puerta.
   ​-No, no, no-Dijo este, corriendo a su lado-¿Qué hacen?¿Quiénes sois?
   ​-Somos parte del censo anual, señor...
   ​-Hugo. Hugo Cirodolasa.
   ​-Ehm... Parece nombre de algo vegetal. ¿Usted es nuevo?-Jean Paul iba a escribir, Horacio le detuvo.
​Seth se aguantó la risa. ¿Algo vegetal?
   ​-Sí, me uní a este vecindario hace poco, pero tampoco estaré mucho tiempo, no es necesario que toma el censo aquí.
   ​-Eh... vale. Si puede darme el número de su arrendatario.
   ​-No, no. Yo le diré después, ¿Sí?
   ​-Por supuesto, que tenga un buen día.
   ​Y se marcharon. Se juntaron con el grupo, y se fueron, observando todo lo que tenían.
   ​Incluso con unos 10 minutos de sobra, eso estuvo cerca. Y tenían mucho que resolver.
***

   ​Ese día comieron las dos juntas en el techo. Para Katherine fue algo nuevo, pero Bella insistió, era el mejor lugar del colegio. Sin ruido, ni hombres, ni nada. Solo ellas dos, y el eco de la gente de abajo.
​   Además, tenían práctica luego de clases, y sabiendo que tenían que hacerle tiempo a Horacio, debían mantenerse la una a la otra cerca. Bella le dijo que siempre venía a ese lugar, a comer, a estar con Max, o incluso a tranquilizar la mente. Era su espacio, un templo de paz para ella.
​   Tampoco estaba tan mal, preferiría comer en su casa, pero suponía que era algo de no tener padres en la ciudad, y que siempre te pasasen dinero.
​   Pero fue divertido. Bella era simpática, divertida, incluso tierna. Muy diferente que en la cancha. Muy parecida a su madrina. Quizás eso le faltaba, un cara de madera, una cáscara que la protegiera de la gente de mierda. Pero igual terminaba sintiéndose mal, incluso peor, por intentar ser alguien diferente a lo que era.
​   Nunca lo ha negado, ella es una mujer de luz. Y si puede compartirla con el resto, no importa quién, lo hará. Al igual que a sus dos nuevos amigos, que estaban bastante cerca de la oscuridad.
​   Debía protegerlos, pero no sabía cómo, ni qué dar. Quizás esa era la diferencia entre ella y las dos mujeres en las que pensaba. Siempre tenían algo que dar, siempre sabían qué hacer, indiferente de las consecuencias.
​   Así que debía estar más cerca aún, para entenderles, para ver cómo funcionaban. Para saber qué es lo que ellas harían cuando deba elegir.
​   Y eso le daba energías. Suficientes para entrenar y entrenar, incluso Bella estaba sorprendida. Lo primero que hicieron fue sacarle el miedo a la pelota, que como cualquiera, reaccionaban de una forma errónea cuando esta se les acercaba.
​   Una hora entrenando así, Bella golpeando la pelota hacia Katherine, y ella haciendo un esfuerzo de no huir, e intentar golpearla. Algunas veces lo hacía bien, y era felicitada, otras le golpeaban en el cuerpo, o en la cara, y se ganaba unas risas.
​   No era tan malo tampoco, era entretenido.

​   Al final del entrenamiento a las 6, tomaron sus cosas y cada una, las 15 alumnas del equipo, se fueron. Excepto ellas dos, que buscaron a Horacio. Una se fue al ala b del colegio, la otra al a. Katherine se encontró con Mako, y hablaron por unos quince minutos, ella le dijo que no había visto a Horacio, y aunque eso le jodía un poco el plan, creía que era suficiente tiempo para que Seth hiciera su trabajo.

​   Bella, luego de revisar un gran porcentaje del ala a, volvió al gimnasio, y se tomó un momento para ir a los camarines.
   ​Ahí este le encontró.
   ​-Así que te hiciste una nueva amiga.
   ​-Te estaba buscando.
   ​-Lo sé, ¿Qué quieres?
   ​-¿Qué tienes?
   ​-Algo de aquí, algo de allá. Pero sabes a lo que vengo.
   ​-No tengo nada, ya me sacaste todo.
   ​Este rio.
   ​-No puedes decir eso, Bella. La beca universitaria es muy cara, ¿Sabes?
   ​-Quiero terminar con esto de una vez, ¿qué es lo que...?
   ​-¿Terminar?-Volvió a reír-No creo que esa sea capaz, mi niña. La única forma de terminar, es que te vayas de este colegio. Mi boca está callada, pero a cierto precio.
   ​-¡¿Y qué puedo hacer para que te vayas a la mierda?!-Se tomó la cabeza con ambas manos, e intentó calmarse. Estaba perdiendo el control-¿Qué quieres para que nos dejes en paz?
​   Horacio se acercó despacio, con una sonrisa en la cara. Bella se paralizó, no podía moverse. Su mente estaba llena de gritos que le decía "¡Huye!" "¡Pelea!" "¡Detenlo!", pero su cuerpo no le estaba funcionando.
​   Horacio le tocó el cabello, y le miró de pies a cabeza. Acercó su boca al oído de la chica, y le susurró.
   ​-Creo que los dos sabemos bien qué es lo que puedes hacer-Le agarró una de sus manos, y se la llevó a su pantorrilla. Empezó a frotar sus jeans con la mano de Bella, ella intentó sacarla un par de veces, peleando en su interior, casi rompiéndose.
​   Y se soltó.
***

​   Habían pasado veinte minutos conversando con su madrina, pero ella debía retirarse, y Katherine debía encontrar a su nueva amiga. Habían conversado que la siguiente semana George regresaba al distrito, y hablaron de lo que sucedería. Primero estaría con su nueva familia, los DeLuca, seguramente después los Kotaro le harían una fiesta, para que el miércoles recién ella pudiese ver a su hombre en paz, y al menos sobrio. Le molestaba, pero no sería nada esperar tres días más. Ahora debía concentrarse en lo suyo, en ser reina, en entrenar con Bella, etc.
​   Por lo que le buscó en el ala a. Luego de quince minutos, empezó a preocuparse, ningún rastro de él ni de ella. Corrió al gimnasio, tampoco nada, hasta encontrarla en los camarines, con la vista un poco ida, semi desnuda.
   ​-¡¿Pasó algo?!-Le preguntó, agotada.
   ​Ella levantó la mirada, confusa, y le encontró, para negar con la cabeza.
   ​-Me voy a duchar, nada de Horacio.
   ​-No, yo tampoco. Ehm...
   ​-¿Me esperas?
   ​-Sí claro, tómate tu tiempo.

​   Mientras le esperaba, habló con Seth. Al parecer, había sido un éxito, encontraron mucha información, no muy precisa en el momento, pero lo suficiente como para entender que no era bueno estar cerca de él. Que no importa cómo, tanto Bella como Maxwell debían cortar su relación con este hombre.
​   Cuando Bella salió, le volvió a preguntar si estaba bien, en realidad se veía muy mal. Pero contestó que sí, que quizás estaba un poco enferma, y el ejercicio no le vino bien. Sin embargo, su tono al del almuerzo era diferente, y eso le preocupó de alguna manera.
​   Al final, le invitó a irse a su casa junto con Tomás, para que no tomara un bus o algo.
​   Estuvo callada todo el viaje, quizás algo pasó con Max, al igual que el otro día. Tampoco quería preguntar, le daba vergüenza. Así que esperó que ella le dijese, y como nunca lo hizo, no hablaron mucho en el camino. Su casa estaba cerca de las casas Tachibana, algunas cuadras más al oeste. Era bonita, pero parecía un poco pequeña.
​   Al despedirse le dio un abrazo bien largo, esperando que Bella se incomodara un poco, y le alejara. Pero no, lo tomó a buenas, y lo disfrutó.
​   Algo había sucedido ese día.

La Vuelta de la HumanidadWhere stories live. Discover now