IV

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Estaba ya delante de la casa. No se había bajado de la moto, quería comprobar que era la casa correcta.
   No quería creer lo que estaba imaginando, al ver donde estaba
   Estoy segura de que es esa calle, y es esa casa, George
   Antonella le había dicho después de verse, porque si era cierto, no lo podría creer.
   No lo quería creer.
   Se quitó el casco, y se bajó, tocando la hierba. Estaba mojada. Sentía a La Sombra caminar junto a él, burlándose.
   Eran las siete, el sol caía y las luces de las calles se prendían de a poco, mientras George, nervioso, se adelantaba hacia la puerta. Tragó con fuerza, y la tocó.
   Tres veces necesitó tocar para que una mujer, con una voz que no reconoció, y que de algún modo lo tranquilizó; dijera que iría enseguida a abrirle.¿Preparado?
   -¿De qué?-Pensó, hablando con La Sombra-Es solo una coincidencia.
   Una mujer alta, de pelo castaño y unos ojos verdes le abrió. Para estar en su casa descansando, vestía con una blusa amarilla y una chaqueta azul marino. Al verlo, con unos ojos perdidos, que miraban todas las facciones de su cara, sonrió.
   -¿Está vendiendo algo?-Aunque George vestía muy bien, parecía un vendedor cualquiera. Miró de reojo su terno, notó la marca, y rio despacio-Perdón, ¿Vienes por Clifford?
   -¿Co-Cómo supo?-Volvió a tragar, las palabras no le salían.
   -El terno es de Ranielo, es sastre personal de Clifford y de Bruno DeLuca, debes ser nuevo.
   -De hecho, lo soy-Recuperó la compostura.
   -Soy Nora, su esposa-Levantó el brazo, con la muñeca caída. George, atento, la recogió y le saludó-Clifford no me había hablado de ti, pero...
Secretos
   -Como dije, soy nuevo, incluso hablamos hoy acerca del trabajo-Dijo inconscientemente, forzado por La Sombra.
   -Interesante-Volteó su cabeza hacia el interior de la casa-¡Clifford!... Adelante, debe estar en su oficina.
   -Permiso-Entró, y se quedó en el salón. Escuchó las pisadas desde el segundo piso, y otras desde la cocina.
   -Has llegado, George-Sonrió, desde la escalera, viendo a los dos.
   Segundos después, viendo a los tres.
   -¿G-George?-Katherine, que estaba en la puerta que daba a la cocina, lo miraba con asombro. Disimuladamente, George compartió su expresión.
   -Él es el nuevo trabajador de mi empresa, se los iba a decir hoy, en la cena, pero se me adelantó. Será mi asistente-Clifford rio, bajando lentamente las escaleras, pero deteniéndose tres peldaños arriba-Veo que ya conoces a mi esposa, Nora. Y ella, George, es mi hija: Katherine.
   No dijo nada, levantó su brazo para saludarla, de la misma manera que a la madre.
   -Un placer-Susurró.
   -¿Qué haces aquí?-No se le escuchó, como si hubiese solo movido la boca.
   George le sonrió. Gracias a su nuevo compañero le había escuchado perfectamente.
   -A mi despacho, sígueme, George-Clifford tomó la delantera y empezó a subir las escaleras.
   George asintió, y empezó a subir. Al llegar al último escalón, pudo divisar la pieza de Katherine. Volvió a sonreír, y le siguió hasta el final del pasillo.
   -Adelante, pasa-Le tenía abierta la puerta, esperando. Ya dentro, la cerró, y caminó hasta su escritorio, mientras George se detenía detrás del asiento que daba a una mesa de estar.
   Del escritorio tomó una botella fina y dos copas bajas pero anchas, y las dejó en la mesa de vidrio.
   -Es de mi agrado estar aquí, señor-Dijo George, arreglándose lo más lento que pudo el coletero.
   -Deja las formalidades, George-Rio éste, sirviendo en las copas el licor-Al final, solo soy tu Senpai, aquí por lo menos; ya hablaremos del trabajo.
   -Tampoco sé cómo tratarle, para Seth el señor Toaka es un hombre superior, entonces...
   -Fukusha ya tiene sus años, es un viejo... yo estoy recién en la mitad de mi vida, y con mis cuarenta años mozos tengo el derecho a que veinteañeros como tú me traten como igual-Rio, con un tono sarcástico, y tomó de su vaso.
   Era tinto, parecido al que había en el casino de los Agramunt, era un tono un poco más claro. Amargo, en un punto su garganta no lo aguanto, lo tragó con fuerza. No es que no le haya gustado, y que lo había hecho para no incomodar a Clifford. De hecho, estaba bueno, le había gustado, pero era demasiado para él a estas horas.
   -Tiene dos décadas de reserva, ya se está poniendo viejo para ser un tinto, ¿No crees?
  -Sé muy poco de licores, Clifford.
   -Capaz que yo te pueda enseñar algo, pero seguro que tus nuevos hermanos lo harán-Tomó una pizca, y se volvió a levantar. Miraba a la pared, que colgaba una pintura de la familia Bloss. Ahí estaba Katherine, bastante niña, pero al fin y al cabo era ella, lo que produjo una sonrisa en su rostro-Y ya que estamos con eso, debemos hablar de lo que tenemos que hacer para poder iniciarte George.
   -Por algo estoy aquí.
   -Más bien, esa fue mi excusa para tenerte hoy en mi casa.
   -¿Y cuál es la razón primordial?
   -Mi hija-George retrocedió, dejando el vino en su boca por unos segundos, sorprendido-Lo sé prácticamente todo, no soy tonto.
   No pudo decir nada.
   -Linda casualidad-Sonrió, volteando-Y no estás aquí para quejarme de eso, de hecho, estoy feliz.
   Esta vez dejó el vaso en la mesa de vidrio. Soltó una carcajada.
   -¿Sabes por qué acepté ser tu Senpai? Es sencillo, eres la puerta de entrada a la verdadera vida de mi hija. Nora nunca quiso que Katherine perteneciera a los dragones, por algo se retiró, pero yo soy consciente del potencial de mi hija, y sé muy bien que está protegida en tus manos, en tus ojos, añadiendo mis órdenes y mandamientos.
   -¿A qué se refiere?
   -Mi hija no sabe que soy un dragón, menos un sabio y ahora Senpai. Quiero que guardes este secreto-George se levantó instintivamente-Para la gente que ella conozca, diremos que eres el kohai de Enzo. Eso causará duda alguna.
   -Le prometo no decirle nada, que este secreto sea el único que tengamos.
   -Me parece bien-Estaban frente a frente-Pero tengo una petición, y creo que tú eres el único indicado para responder.
   -Dígame.
   -¿Estás dispuesto a perder tu libertad en la relación para yo poder controlarla y que ninguno de los dos salga lastimado, bueno, ninguno de los cuatro salgamos lastimados? ¿Dispuesto a entregarme las decisiones, los tratos y ser el limitante de lo que vas a decir?
-¿Qué ganaría yo con eso?
   -Estás intentando sacarle provecho a mi propuesta, me gustas George-Se acercó, agarró su cabeza desde la nuca, y colocó su boca en su oreja-Vosotros tendréis la libertad de mi hija.
   -Acepto-Dijo La Sombra, con la voz de George. Lo forzó a decidir antes de pensarlo, pero sabía que terminaría cediendo.
   Clifford se separó de su cuerpo, volvió a sonreír, y levantó su copa. George, sometido a su demonio, alcanzó la suya y copió el movimiento con velocidad. Estaba teniendo una lucha interior, no era lo que habían acordado.
   -Defiéndela con tu vida, Si se la llevan, recupérala cueste lo que cueste, aunque esté en el fin del mundo, aunque esté resguardada por mil hombres. Tu trabajo es ella, tu vida es ella, ¿Entiendes, pequeño?
   -Si-Fue firme, veloz, seco. Fueron sus dos voces juntas, que para Clifford era una sola.
   Hubo un pequeño silencio, Clifford pensó que sería más lento, que George se detendría ante sus propuestas, pero había infravalorado al demonio.
   -Toma, esto es tuyo-Le entregó un celular que estaba en el escritorio. Era el celular de George, era lógico-Llamaron demasiado, no quise contestar, aunque puede que no haya sido la mejor decisión. No les dijiste nada de que te fuiste, y seguro que cuando alguien fue a verte a la clínica, y le dijeron que no estabas, empezaron a preocuparse.
   -Lo sé, durante el día recordé eso, pero no recuerdo sus números. Antonella me pasó el suyo, eso sí-Se lo pasó, intercambiando, viendo las llamadas, la mitad de Seth, y la otra la compartían Melissa y Oron, además de una de la Gran Sabia. Cuarenta en total.
   -Mañana en la mañana nos juntaremos en la estación Morioh, te estaremos esperando para que vengas, ¿Vale?-Dejó la copa vacía en la mesa, y avanzó a la puerta-Es muy tarde para ver las cosas de la iniciación, además Bruno debería estar aquí, y no ha llegado, le necesitamos a él para empezar.
  -Debe seguir en el norte.
   -¿Perdona?
   -Hubo un asesinato en la zona francesa, lo único que sé es que fue el Tigre Blanco. Supongo que lo conoce.
   -Claro que sí. El hermano de tu amigo, un enigma en la comunidad. ¿Crees que están investigando qué sucedió?
   -Sí. Antonella se quedó conmigo, fue a la hora del almuerzo.
   -Al menos pudiste conocer a alguien.
   -Sí-Sonrieron.
   Le contó todo lo que le dijo, su matrimonio, su hija, incluso lo del vino.
   -Así es ella, no te preocupes. Se tuvo que haber confundido, eso sí; su hija está con la hermana de su madre. Quizás fue una traba de palabras.
   La Sombra no estaba satisfecha.
   -Supongo, no lo sé.
   -Si quieres quedarte a comer, adelante. Nora la tiene preparada.
   -¿Qué? No, no, no. Mi gente está más que preocupada.
   -Entonces eres libre de irte. Perdón por llamarte solo por esto, pero sabes que lo mejor era hablarlo cara a cara. He construido mi vida alrededor suya, y supongo que si quieres estar dentro, vas a estar de acuerdo con eso.
   -Supongo que, si esa es la condición, no creo tener problema alguno. Si usted también quiere la felicidad de su hija, estamos en el mismo partido.
   Subió la copa, con una sonrisa. Los dos se lo terminaron de un trago.
   Bajó la cabeza, asintiendo, y salió. Caminaba a las escaleras nervioso, preocupado por Katherine, no quería encontrarla de cara, menos en su casa.
   Pero una mano agarró su nuevo traje y lo arrastró a lo que era el baño del segundo piso. No dijo nada, sabía de alguna manera que Katherine lo había hecho, gracias a La Sombra. Ella cerró la puerta y se apoyó en ella.

   Su corazón palpitaba demasiado rápido, nunca pensó en hacer algo así, menos en su propia casa, y ahora que lo tenía de frente, de algún modo se arrepentía. No se veía molesto, ni sorprendido. Se miraron un segundo, y él se lanzó hacia sus labios. No pudo más que aceptar lo que estaba sucediendo, con un sentimiento poderosamente victorioso que aumentaba mientras el beso seguía. Sus grandes manos apoyaban su cabeza mientras la besaba, estaban heladas, pero con un poco de sudor. Incluso el rubor de sus mejillas las entibiaba.
   Para acabar, ella le mordió suavemente el labio inferior, y lo tiró despacio hacia abajo, con ternura.
   -Te la debía-Susurró, mientras ella intentaba reponerse, ocultando su cara, sus mejillas, sus labios-Has hecho mucho por mi sin que te lo pidiera-Volvió a su posición, apoyándose en el lavamanos.
   Desvió la mirada, sin saber qué decir.
   -Además, estás muy roja y tus mejillas están calientes-Aspiraba confianza. En verdad, su compañero lo estaba ayudando, haciendo tal cual lo que él le decía.
   -Me tomaste por sorpresa-Su corazón palpitaba mucho más rápido, un poco molesto y pulsante, pero de a poco, sus mejillas volvían a la normalidad, y su pulso disminuía-No pensé que lo harías. ¿Qué pasa si te lo hubiese rechazado? Hubiera gritado, y capaz que estarías en problemas por eso-él soltó una risita, mirando al espejo del lavamanos-Igual, eso no es por lo que te traje, ¿Qué haces aquí?
   -Ahora trabajo con tu padre, ya escuchaste.
   -¿Qué? ¿Y el trabajo con el señor Oron?
   -Tu padre y él ya hablaron-supongo-, esto fue una petición de Mako-La Sombra estaba convirtiendo el secreto de Clifford en una elaborada mentira-Tu padre me enseñará muchas cosas mientras trabajo con él.
   -¿Cómo si fuera un Senpai?
   -Más o menos, pero por su trabajo actual. El Senpai que me otorgaron se llama Enzo DeLuca.
   Ella abrió los ojos.
   -¿El tío Enzo?
   Y él respondió subiendo los hombros.
   Se apoyó completamente en la puerta, pensando, meditando.
   -Supongo que también es beneficioso para nosotros, ¿No?
   Lo miró, sorprendida, pero de a poco salía una sonrisa.
   -Tienes razón, trabajando con mi padre podrías estar más cerca de mí.
   -No solo eso, Kit Kat-La Sombra seguía-Soy su maldito asistente, lo escuchaste.
   Su sonrisa aumentó. Cerró los puños con firmeza. Era la primera vez que lo decía.
   George igual sonreía.
   -Ahora-le dijo luego de un silencio-¿Me dejarías pasar?
   -Si-revolvió la cabeza, sumergida en pensamientos-Adiós, George.
   Sonrió y caminó fuera del baño. Se detuvo al volver a sentir a Katherine detrás de él, y al voltearse, ella le agarró la camisa y se les acercó a sus labios.
   Se mantuvieron en silencio unos segundos, sin saber qué hacer.
   -Debemos mantener esto en secreto, por el momento.
   -Lo sé bien, George, pero no me interesa. Ahora largo-Sonrió.
   -Si, mi señora-Rieron, mientras uno caminaba hacia la escalera, y la otra a su pieza.

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