II

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Incluso los DeLuca estuvieron sorprendidos por la táctica de Jean Paul, pero ahora Camille Poulhazand se había lanzado hacia el cuerpo de George, recibiendo un par de golpes en el cuerpo. Eran elegantes, finos y delicados, o por lo menos para la vista de los italianos. A diferencia del negro, Camille hacia golpes directos, le leía los movimientos. Y como el francés, uno de sus brazos se sentía metálico, pero esta vez lo sentía como metal de verdad, más que la similitud que obtuvo con los golpes de Jean Paul.
   Hasta que le detuvo uno, le golpeó en la pierna, conectó dos derechazos antes de cargar el izquierdo, y golpearle con toda la fuerza que le quedaba. Su cuerpo ya no estaba respondiendo como antes, La Sombra estaba desapareciendo de a poco.
   Pero, incluso con el último golpe, Camille no retrocedió. Otra más a la lista, como si no hubieran dolido para nada.
   Estuvieron intercambiando golpes un par de segundos, hasta que la francesa retrocedió, y aunque George, o por lo menos La Sombra lo haya notado, no pudo reaccionar al derechazo de Jean Paul que recibió directo en la mejilla.
   -¡Buya!-Gritó el rinoceronte de fierro, contrayendo los músculos, mientras George estaba en el cielo.
   Abajo del japonés, Jean Paul se adelantó y le agarró de la cabeza. Le golpeó dos veces en la cara, uno en el ombligo, y, al soltarlo, un derechazo en el centro del pecho, ahora rebotando por el suelo hasta llegar al concreto.
  Ya estaba cansado, el poderío de su compañero estaba desapareciendo, y era prácticamente una pelea injusta. Estas personas no eran normales.
Relájate
Aprende
Observa
   George intentó hacerle caso, recuperando el control de su cuerpo. Jean Paul saltó hacia él intentando lo mismo que antes, pero George le pudo ver. Sintió como podía esquivar el derechazo, y volver a mirarle en el mismo segundo. Golpeó su nariz con el codo, engañó con la pierna izquierda, y le golpeó con la otra.
   Espabilado, Jean Paul retrocedió. Su diversión se había acabado, y al parecer se había enojado. Camille retrocedió al verlo de esa manera, y los dos contrincantes empezaron a crear un círculo entre ellos.
   George, eso sí, no sabía cuanto más le iba a durar esa adrenalina, que ya estaba desapareciendo, mientras que el otro parecía estar igual que al principio.

   Y justo cuando los dos se lanzaron el uno al otro, Bruno DeLuca les detuvo.
   -¡Suficiente! Eso fue suficiente-Los dos le miraron, respirando con la boca, enfadados-La pelea acabó.
***

   Luego de aquella victoria tan incómoda para George, Bruno se dio el tiempo para explicar lo que estaba pasando:" Como te habíamos dicho, nuestro objetivo era probar los límites de tu compañero. Para eso te trajimos a una zona gris entre nosotros, los italianos, con los franceses. Seguramente hayas escuchado sobre este, pero estamos en el patio trasero de uno de los casinos ilegales más grandes del distrito, el Vent D'or, de la familia Agramunt".
   Así, los Poulhazand les guiaron entre los edificios hasta uno que parecía un pequeño bar. Dentro había varias personas sentadas con comida, bebida, y conversaciones. Parecía... normal.
   Al lado de la barra se encontraba un hombre parecido a Jean Paul, con una tez más clara; George sintió esa conexión entre los dos, quien se movió hacia un lado, y abrió la puerta a su espalda. Las escaleras llevaban al verdadero casino.
   Claro que George lo conocía, o por lo menos por nombre; es bastante común en la comunidad tener el núcleo del negocio bajo tierra, ya sea por protección, ocultismo, o por simple comodidad. Pero lo que estaba ante sus ojos... No tenía palabras. Antonella en especial le miró por cierto tiempo, mientras el nuevo observaba con asombro lo que le rodeaba, obteniendo ideas, propuestas, soluciones para el Arditch.
   Era una sala larga, no angosta, donde a la izquierda estaba el bar, a la derecha varias mesas de juegos, y en lo que quedaba, creando una especie de "H", se ubicaban las mesas en sí. La muralla al final de la sala se dividía en tres habitaciones cerradas, seguramente las oficinas de los peces gordos.
   Antonella se abrazó a su brazo, sacándole de su mente, y lo arrastró a una mesa desocupada, cerca de la barra. Los otros se sentaron alrededor, pero la pareja francesa prefirió sentarse en la suya, al frente de ellos, dándole la espalda a los juegos.

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