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George saltó de la silla agarrando a Katherine antes que el cuchillo llegara, haciéndole un corte en el hombro. Los dos cayeron al suelo de lado, donde George la cubría con su cuerpo contra Haireaki. La chica del chelo se les acercó, poniéndose adelante de ella también.
   -¿Estás bien?-Preguntó, apoyándose con el arco de su instrumento. Los ojos de Katherine estaban abiertos, pero su cabeza descansaba en el pecho de George-¿No te hizo daño eso?
   -Más bien me lo hizo a mi-Sonrió el hombre, sin soltarla. Ninguno de los dos quería soltarse.
   Haireaki aplaudió un par de veces.
   -Mírate, todo un héroe... Ahora podemos hablar tranquilos, ¿O si mejor terminamos lo que empezamos hoy en la mañana? Todavía no te he enseñado tu lección, y me dejaste con las ganas.
   George se quedó en silencio, mirándolo. Estaba molesto. Bastante molesto, pero todos lo miraban.

   -Katherine, ¿Verdad?-Preguntó la chica del chelo-Soy Anastasia
   -Si, soy... Katherine-Le dijo de reojo.
   -¿Quieres que te lleve donde el hombre con quién estabas?
   Katherine divisó al chino, un hombre de casi el mismo porte que George, con una cara sobresaliente, una inmensa frente, una nariz ancha, y unas cejas que le intimidaban al fruncir el ceño. Su voz era ronca, lo suficiente para aterrarle, quedarse paralizada y agarrarle la mano con fuerza a George para que siguiera delante de él.
   -No-Pudo decir casi susurrando-Me quedo aquí. Con ustedes.
   Anastasia le levantó de a poco, empezando a retroceder, mientras que George se dirigía hacia Haireaki.

   -Sé perfectamente lo que quieres, Haireaki-Ya estaba de pie, se volvió a Katherine, para verla esconderse; y le sonrió, para seguir hablando-Sé a lo que vienes, y te lo voy a dar-Avanzó para estar directamente al frente-Te voy a dar lo que quieres.
   Haireaki sonrió, mirando al público con una sonrisa, mientras el lugar tenía una tensión en el aire: "Y... ¿Qué quiero?".
   -Todos los que están hoy aquí son presentes de lo que voy a decir: A ti, Haireaki Guchi, te desafío a un duelo de honor-Katherine, Melissa, Oron, e incluso Anastasia abrieron los ojos tanto como pudieron-Tú mismo lo dijiste, sigo siendo un civil, y por eso puedo hacerte daño. Si quieres tener una maldita pelea, la tendremos, pero de la buena manera. No en una zona gris, no en un bar.
   -¿Y por qué no aquí, huh? ¿Acaso no me pelearías de vuelta?
   -No podría hacerle eso a un cliente.
   Eso enfureció al otro. La gente que iba con él incluso intentaron pararlo, porque en algo George tenía razón: El Arditch estaba en una zona gris de la alianza entre los chinos, los japoneses y los coreanos. Y si Haireaki la rompía, habría muchas consecuencias.
   Pero no le importó, incluso pensándolo unos segundos, lanzó un puñetazo directo a la cara. George intentó esquivarlo, pero reaccionó tarde, y lo recibió de plena.
   Los Kotaro se levantaron, ya enfurecidos. La tensión aumentó, la gente quería irse, o por lo menos estar lejos. Katherine no entendió mucho de lo que George había dicho antes, pero estaba totalmente asustada en lo que podría suceder en algunos minutos.
   Estaba dentro de la boca del lobo, y casi fue mordida por él.
   -¡Vamos!-Pero se largó a reír-¡Golpea de vuelta!
   Era el único que reía, mientras George intentaba esquivar los golpes. Lo que todos lo encontraron algo tan serio y respetuoso de parte de George, él lo encontró una estupidez.
   -¿Tú?-Abrió los ojos como un loco-¡¿Tú?!-Miraba a su alrededor, encontrando a alguien que lo acompañase-Ni siquiera puedes esquivar un maldito puñetazo, ¿Y crees que puedes vencerme?-Se le acercó demasiado, le agarró de la polera, y le quitó el coletero con fuerza -¡No juegues con mi paciencia!
   -George no mostró resistencia, pero terminó quitándoselo de encima con un gran empujón, sin poder recuperar lo que era suyo. Su pelo cayó, y ahora se veía más siniestro que antes.
   -Claro que sí, porque seré entrenado justamente por la Gran Sabia Mako Stormfield Tachibana-Ahora todos estaban atónitos, algunos porque la gran señora de los dragones sería su tutora, como para Katherine al solo nombrar el nombre de su profesora de historia, que hace unas diez horas le había contado su secreto. La furia de Haireaki aumentó cuando lo dijo, dándole más seguridad-Como ella misma me dio la oportunidad de convertirme en un dragón de jade, como casi todos los que nos están acompañando hoy; ella aceptó entrenarme, y así podrá ser un combate mucho más competente.
   -No servirá de nada el entrenamiento, no aprenderás mucho. ¿Cuánto quieres entrenar? ¿Quince putos años? No me hagas reír más, joder.
   -¿Estás diciendo que cometí un error?-La misma Mako estaba en la puerta, con una sonrisa. Toda la gente bajó la cabeza, excepto la gente que no era dragón, como Katherine o Tomás, y los dos que estaban en medio de la discusión. Mientras lo decía, avanzó y se quedó al lado de George, pero no divisó a Katherine-¿Que no puedo enseñarle lo suficiente en menos de un mes para poder derrotarte?
    -No es eso lo que dije precisamente, Gran Sabia-Intentó calmarse, sabiendo que alguien le había delatado-Solamente sé que él no aprenderá nada de usted.
    -Yo no dudo de él, y que tú dudes dice que no confías en mi entrenamiento. Te diré una cosa: cuida tus palabras-Avanzó un poco, para estar delante de George, y tomó la atención de todos-Sí, damas y caballeros que nos acompañan hoy, habrá una pelea dentro de un mes, donde Haireaki Guchi y George Kotaro se enfrentaran el uno al otro en una pelea de honor. Como las reglas cambiaron hace un par de siglos, no habrá ninguna muerte, pero sí tendrán que dar algo a cambio si pierden. Por lo que...¿Qué das tú, George?-Lo miró atentamente.
    -Si pierdo, si mi cuerpo ya no da más y estoy tendido en el suelo, no entraré a los dragones-Mako tragó fuerte, sabía que le costará una vida cambiar la situación si George pierde.
    -Y tú, Haireaki, ¿Qué das?
    -Ya que él dará eso, si pierdo me retiro de los dragones. Y si es necesario cortarme un par de dedos, lo haré.
    -Bien. Dentro de un mes ustedes dos batallarán en el dojo Tachibana, donde tendrán las mismas posibilidades para luchar: sin trucos, sin armas, sin absolutamente nada además de los golpes-Se escucharon algunos ruidos de la gente que estaba ahí-Ahora, tú y tu banda... es mejor que abandonen este bar, porque realmente estoy pensando que este lugar no es lo suficientemente seguro para sea una zona gris. Pero otra cosa antes que te vayas.
    -Dígame, Gran Sabia.
    -Que tú y toda la familia Guchi tienen prohibido entrar a este bar, excepto toda persona que ahora tenga tres años o sea menor. Tus hijos podrán entrar, pero ni tú ni nadie que esté arriba podrá. ¿Entendido?-Toda el grupito asintió-Ahora, largaos.
    Los Guchi se largaron, pero sin mostrarle a nadie, Haireaki se iba con la cabeza agachada, pero con una sonrisa. Eso sí, la gente seguía en silencio. Intentaban no buscar más atención por algo ilegal que pudieran estar haciendo, pero la mayoría siguió haciendo lo suyo.
  
    Mako se dirigió donde Oron para hablar algunas cosas, minutos después, se les unió un hombre de tez negra con un mohicano blanco, vestido completamente del mismo color que su cabello, pero con una chaqueta de cuero negra que le resaltaba; quien se sentó al lado de la gran sabia. A la vez, George aprovechó el momento para ver a Katherine.
    -¿Estás bien?-Le preguntó agachándose-¿No debes estar con aquel hombre ahora?
    -Estoy bien, tranquilo. Gracias por lo de antes-se levantó con su ayuda-Gracias por salvarme de ese cuchillo.
    -Creo que eso pudo haberte matado. Fue solo instinto, no lo dudé.
    Las mejillas de Katherine se ruborizaron un poco, pero no lo notó del todo.
    -Perdón, soy George, pero creo que eso ya lo sabías-Le tendió la mano.
    -Sí, lo escuché todas las veces que lo gritaron-Rió con moderación, dándole la mano como debía-Yo soy Katherine, y creo que eso también lo sabes. Puedes llamarme Kat, si prefieres.
    -Si, el hombre que te acompaña lo gritó. ¿Dónde está él?
    -Creo que está comiendo-Lo buscaron con la mirada, donde los dos se toparon con Mako, pero al lado de ella estaba él, como Katherine había dicho: comiendo lo que le faltaba de plato, como si nada hubiera pasado.
    -Al parecer lo conoces mucho, pero ni vino a preguntar por ti.
    -Él es Tomás, mi... mi tío. Sabe que puedo cuidarme sola. Sé que está preocupado, pero no quiere agobiarme. Cosas mías.
    -Perdón, no quería meterme en algo tan profundo.
    -No, no, no te preocupes. Tú, ¿Estás bien? Esa cosa te dejó una buena herida, y tu labio también sangra, pero ni siquiera retrocediste.
    -Tranquila, no es nada, ya le dije a alguien que me trajera algo. Solo quiero saber que estás bien, y qué estés disfrutando de tu instancia en el Arditch.
    -La verdad que quitando todo lo de recién, lo he pasado fantástico. Hace años que no tocó un piano tan... bueno. Siempre fui de órganos, ¿Sabes?
    -Tocas... muy bien. Eso yo estaría muchísimos años aprendiéndola.
    -Me llevó cinco en realidad. Lo difícil de la sonata es acostumbrarte a la velocidad que tiene, y que, a la vez, bajarla y subirla. Si tienes eso bajo control, la sonata en sí es bastante fácil.
    -Repito, a mí me llevaría demasiado. Tienes talento, yo si practico ahora eso me llevaría diez o quince años.
    -O sea, claro, no tienes ninguna base en que sostenerte. Yo tuve tres años de clase de piano para entrar en esto, luego en los cinco siguientes me enfoqué en la sonata mientras estudiaba en estas clases.
    -¿Será tu canción favorita?
    -No soy de favoritismo, pero esta es la excepción de la regla, es la favorita de las favoritas, la que nunca cambiará.
    -Es interesante escucharte. Pensé que a las chicas como tú les gustaba la música comercial
    -Y es así, pero yo no. Soy muy fanática de la música clásica: Bach, Beethoven, Vivaldi, son los señores de toda la música que escucho. Son los más importantes por lo menos, aunque también escucho cosas actuales, algo que me encanta es Low Roar-Rió.
    George no dijo nada, solo la acompañó con la risa. Estaban sentados en la elevación del lugar donde se ubicaba la banda, un poco desapercibidos de todos los que estaban ahí. Incluso Melissa, que tenía un kit médico en su mano, le costó encontrarlos.
    -Me das tu brazo o no-No se percató de la presencia de Katherine al sentarse con brusquedad al encontrarlos.-¡Oh! Hola, soy Melissa, llámame Mess-Dijo al verla, tendiéndole la mano, al igual como lo hizo George. Luego de un momento, recordó que era la chica a la que le había pedido la carta, y ahora estaba un poco confundida tras volver a presentarse. Pero no hubo mucho problema para la conversación, nadie se percató, además de ella.
    -Yo soy Katherine, pero puedes llamarme Kat-Dijo repitiendo lo de antes.
    -¿Kat? Es muy global ese nombre, y si te decimos, si obviamente no te incomoda... Kit Kat-Sus ojos se iluminaron un momento, pensando en lo ingeniosa que era.
    -Melissa, no digas eso, ella quiere que le digamos Kat. Sólo déjala, ¿Vale?
    -De hecho... Me gusta-lanzó unas carcajadas suprimidas por una mano-Es único. Si quieren decirme así, yo lo apruebo.
    -¿Ves, charlatán? No hables por ella, y para la próxima, cállate y déjala hablar. Ahora pásame tu hombro para curarte esa herida.
    -¿S... Son novios?-Preguntó Katherine ingenua, intrigada.
    Pero los dos rieron a la par
    -Perdón, perdón... No, somos hermanos de distintas madres, precisamente-Dijo Melissa al terminar de reír-Yo voy a estar con él...-Murmuró de broma-Parezco más una madre que una novia.
    -De hecho-Dijeron los otros dos al unísono. Se miraron, sorprendidos, y sonrieron.
    -Mejor me voy-Comentó al terminar Melissa, agarró el kit y se levantó-Hablamos luego, parto a trabajar.
    -Si serás...
    -¿Fue eso verdad, o me estaban tomando el pelo?-Preguntó a voz baja, avergonzada.
    -¿Qué? lo de que éramos como hermanos, es verdad. No te mentiríamos, ni nos reímos de ti tampoco. Más bien nos reímos de la pregunta, hace tiempo que no nos la hacen. La conocí cuando tenía tres, y ha sido la mujer que me ha acompañado durante toda mi vida para que yo pueda vivir. No la puedo mirar con otros ojos, siempre será como mi hermana mayor, aunque quiera verla de otras formas.
    -Ojalá tener alguien así-Sonrió, mirando al suelo.
    -Vamos, demás que tienes alguien así. Aunque sea alguien cercano a quién decirle tus problemas.
    Eso le dolió. Recordó a Keith, y le dolió más. Solo se quedó callada.
    -Oh... no lo decías de broma. Lo siento, culpa mía.
    -No, no, no es nada-Miró a su alrededor, y encontró a su maestra. Recordó todo lo que pasó hace unos minutos-¿Conoces a Mako?
    -Bueno, ya escuchaste: Será mi maestra para enfrentarme a ese villano, y a la vez ella me iniciará para poder entrar a los dragones de jade, pero creo que eso no te interesa...
    -Oh... sí que me interesa. He de decir que tuve que hacer un trabajo de historia hablando de ustedes, y la verdad que me interesa saber más cómo son. Puede que esa sea una de las razones de que esté aquí.
    -¿Y qué quieres saber?
    -Mucho, todo, pero no sé qué preguntar.
    -Mira, Mako Stormfield Tachibana es la Gran Sabia...
    -Una de las cuatro sabias elegidas por todos los sabios del clan, y que esa era la definición antigua, porque ahora los grandes sabios eligen a alguien para que tengan su puesto al morir, eso lo sé.
    -Oh, sí que sabes en verdad.
    -Y quién diría que ella es mi profesora de Historia...
    -Ja, ja. Espera, ¿Qué?
    -Así es. Conocí hoy su secreto de ser una dragona. Y aunque me dijo que era la gran sabia, no he podido ver el tatuaje en su espalda. Todavía espero ese momento.
    -Yo también, pero... qué mundo tan... pequeño-Rieron-Al parecer no la conocemos mucho en realidad.
    Mako, que estaba hablando con Oron a espaldas de George y Katherine, se dio vuelta, y los miró directamente a ellos, que la estaban mirando a ella también. Su cara se transformó, una expresión de sorpresa y disgusto hizo que volara donde estaban ellos.

    -¿Qué haces aquí, Katherine?-Le preguntó, sin inmutarse de que George estaba a su lado, el negro se les acercó de a poco.
    -Yo la invité-Dijo Tomás que llegó a la misma velocidad que Mako-Es mi culpa que esté aquí.
    -¿Y por qué la trajiste?
    Tomás titubeó un poco, intentando inventar algo, pero Kat se levantó y le dijo:
    -Porque yo quería salir un poco de casa, y quería ir a algún lugar que fuera de mi comodidad. Quería peligro.
    -Y lo tuviste, me dijeron lo que pasó. Casi te matan, joder. ¿Crees que eso fue poco?-George se levantó de a poco.
    -Y él me salvó, arriesgó su vida por mí.
    -Eso no siempre pasará. Este lugar es peligroso para ti, es distinto a lo que tú conoces.
    -¿Distinto en qué modo? ¿Qué es lo distinto?
    -La forma de ser, la forma de pensar. La gente es distinta.
    -George es mucho más agradable que la mayoría de mis compañeros, profesora-Tomás retrocedió un poco-Y puedo decir que Melissa también lo es, y que el hombre con quien tú-Fue demasiado para ella misma, le dio un poco vergüenza decirlo, pero le salió natural-estabas hablando también lo es. Seguramente toda la gente de aquí es muchísimo más agradable y sutil que la gente que está en mi colegio. Y debes aceptarlo.
    -Puede ser, pero hija, saldrás herida si sigues, ¿Vale? Mejor piensa lo qué estás haciendo. Ni a Clifford ni a Nora les gustaría que te vieran aquí.
    Katherine intentó decir algo, estaba muy enfadada con aquella persona que pensó en un momento que podría ser su salvación para poder escapar de todo lo que le ocurría dentro de su ser. Poder controlar esa oscuridad que estaba saliendo y poder ocuparla a su favor.
    Pero George interrumpió.
    -¡Ya basta!-Dijo poniéndose entre medio-Estamos aquí para divertirnos y pasarlo bien, esa es la idea del Arditch, y si ella vino hasta aquí con o sin su tío para poder pasarlo bien, debería estar feliz usted también. Mejor dejemos hasta aquí la pelea.
    -George tiene razón-Dijo Tomás-Al final la culpa es mía, no de ella. Yo la traje hasta aquí. Si quieres conversar sobre ello, y decirme lo que ya sé pero no comparto, adelante, pero no aquí, no ahora.
    Mako suspiró hondo, miró a su acompañante, quien subió los hombros, y volvió a hablar.

    -Tienes razón. Tienen razón... Estamos aquí para disfrutar-Sonrió-Así que... ¡Damas y Caballeros!-Tomó toda la atención de la gente que estaba reunida-Como soy culpable de lo que acaba de suceder, ya que soy yo la que he convocado esta pelea, he decidido que se los compensaré-Se escuchó un cuchicheo entre la gente-Hoy tendrán barra libre, tanto en comida... Como en tragos. ¡Por el resto de la noche, y eso se ira a mi cuenta, Oron!
    Toda la gente saltó de la alegría, sonriendo y gritando su nombre, mientras pedían y pedían. Para eso, los cuatro meseros tuvieron que trabajar todo el tiempo, incluso, como iniciativa propia, Mako, Katherine y Tomás apoyaron a los otros cuatro a servir y pedir, mientras que la banda volvía a su puesto y empezaban a tocar sus canciones.
    No era la noche que esperaban, ni de Katherine (Que quería despejarse) ni de George (Que quería celebrar con tranquilidad) pero seguía siendo una de las mejores noches de sus vidas.

    Habían pasado unos treinta minutos, y las cosas se calmaron un poco. Tomás se tomó un poco de tiempo para poder ver qué hora era, y casi se le salen los ojos al ver su reloj de bolsillo.
    -¡Katherine!-La interrumpió, entregando la bandeja a Melissa que andaba de paso-Son las nueve y media.
    -¡¿Que?!-Quedó con la boca abierta-Mierda, ¿Qué hacemos?
    -No lo sé.
    -¿Qué pasa, chicos?-Preguntó Mako.
    -Mi padre sale del trabajo a las diez...-Dijo Katherine.
    -Y son las nueve y media-Terminó Tomás.
    Mako se quedó sin palabras. Al igual que los otros dos.
    -Que la lleve George-Gritó Melissa pasando por su lado.
    -Eso... podría ser una buena idea-Mako estaba pensado-¡George! Ven.
    -Si Gran Sabia, ¿Qué pasa?-Llegó enseguida.
    -¿Podrías llevarte a Katherine a casa ahora mismo?
    -La idea es que tú la lleves a su casa mientras yo busco a su padre del trabajo, ¿Sabes? Entre ir a buscarlo y volver a la casa será tiempo suficiente para poder llevarla.
    -Es... está bien, ¿Qué opinas, Kat?-Le preguntó George.
    -A Kit Kat le encantaría, ¿Verdad?-Melissa se puso en sus hombros.
    -Ehh... sí claro, por qué no.
    No sabía en qué auto se iba a ir, pero confiaba en George para que la dejara en su casa.
    Lo que no sabía es que George manejaba una moto.
  
    Cuando llegaron al aparcamiento, dudó un poco, y George lo notó.
    -¿No sabías que tenía una moto?
    -Me imaginé un auto, pero no. Nunca he andado en una, aunque mis tíos son motoqueros, mi padre no es mucho de eso. ¿Desde hace mucho que la manejas
    -Sí, desde hace ya varios años-Le calmó-Entonces, ¿Te da miedo?
    -Sí-No pensó en una excusa para eso. Solo dijo lo que sentía.
    -Vale... subámonos, ¿Bueno? Al final debemos estar en tu casa en menos de una hora-Katherine asintió, y los dos se subieron a la moto. Cada uno se colocó el casco que estaba en la parte de detrás, y se quedaron ahí por un buen rato, hasta que George siguió-Lo que tienes que hacer es confiar en mí, y sujetarte bien. Para eso, tendrás que abrazarme, ¿Sí?
    -¿No importa la intensidad del abrazo?
    -No, solo hazlo-Estaba tan acostumbrado a Melissa que no le era algo extraño.
    Y lo hizo, aunque la moto no estuviera ni prendida. Lo hizo, aunque no tenía ni bien puesto el casco. Pero lo hizo, lo abrazó tal cual lo hacía con su almohada.
    No porque tenía miedo, sino porque contra el miedo, abrazarlo le hacía sentir segura. Contra los pensamientos sobre sus compañeros, sobre sus padres; abrazarle era lo que le calmaba.
    -Primero nos abrochamos el casco, y ahí podrás abrazarme-Le gustaba esa sensación que estaba pasando por su cuerpo, pero debía cuidarse él y cuidarla a ella.
     Fue rápido. Se colocó el casco, y volvió a abrazarlo. Como si no hubiera tiempo, como si estuvieran corriendo de lobos hambrientos por un bosque a oscuras. Solo sentía que, ante cualquier peligro, estar abrazado a él la haría sentir segura.
    George prendió la moto, y le avisó con dos toques en el brazo para que estuviera preparada.
    No había tránsito, las calles estaban tranquilas, y la moto andaba directo a la dirección que le habían dado.
    No se sentía incómodo, más bien, se sentía muy bien. Parecía que Katherine no le iba a soltar, y la verdad es que George tampoco quería que le soltara. Era una sensación rara, que antes no la había sentido. Cada vez que doblaban, al mover la moto, el abrazo era más fuerte, como si ella se fuera a caer, pero en realidad solo tenía miedo de que pasara, como si abrazándolo no pasaría. Era diferente a Melissa, y eso le causaba más duda
    Estaba confiando en él, al fin y al cabo.

    Habían llegado. Para George, era una casa gigante, para Katherine, era la misma casa de siempre.
    Se quedaron unos minutos ahí, sintiéndose el uno al otro mientras Katherine no le soltaba. Hasta que le soltó.
    -¿Estabas cómoda?-Le preguntó luego de quitarse el casco.
    -Shi-Estaba un poco avergonzada.
    Pero George también lo estaba. Y al verla así, la abrazó de vuelta.
    El abrazo duró un poco, pero les bastó para reír.
    -¿Mejor?-Mostró una sonrisa, pero ya separados.
    -Ahora estoy mucho menos avergonzada.
    -Pero bueno... tu padre y tu tío deben estar por llegar, así que es mejor que me vaya...
    -Oye-Le agarró el brazo-Toma-Se sacó el coletero que tenía puesto, y se lo entregó en la mano-Vi como Hairi no sé qué te lo quitó, y tu pelo cayó. Además, te ves mejor con el pelo recogido.
    Les recordaba algo esa frase, pero no le dieron mucha importancia. George agarró su melena con las dos manos, y se colocó el coletero al igual que lo tenía en la tarde.
    -Además, así no te molesta al manejar, ¿Sabes?
    -Lo sé-Rió-Pero no puedo aceptarlo, es mejor que...-Intentó sacárselo, pero Katherine le detuvo.
    -No, no, quédatelo. Mira, la próxima vez que nos veamos me lo entregas, ¿Vale?
    -¿Entonces habrá otra vez?
    -Eso espero. Eso quiero, pero si es después de tu pelea con ese imbécil: Mucha gloria para ti, George.
    -La tendré, gracias a ti. Cuando le esté partiendo la cara te recordaré...-Intentó decir su nombre, pero se le había escapado de su cabeza.
    -Katherine, pero si quieres Kat, o Kit Kat.
    -Katherine. Me gusta el real, no el diminutivo.
    Las mejillas de Katherine se llenaron de rubor. No lo pudo soportar.
    -Ya, mucho-Le besó la mejilla-Mi padre debe estar por llegar ya. Nos vemos.
    -Adiós, Katherine.
    -Adiós, George.

    Cada uno se dio vuelta, y se fueron uno a su moto, y la otra a la puerta de su casa. Volvieron para despedirse con la mano, pero cuando George se subió, no volvió a mirar para atrás, hasta desaparecer en la noche.
    Y lo que los dos más querían en ese momento era volverse a ver, volverse a encontrar.

    Katherine tocó un par de veces la puerta, para que su madre le abriera. Al abrirle, ella la vio con sorpresa y la abrazó con todas sus fuerzas. No era el abrazo que necesitaba, pero si le gustó.
    -Pensé que no volverías-Dijo entrando a la casa y cerrando la puerta.
    -Estaba con Tomás, ¿recuerdas? Ahora está con papá, me dejó y se fue. Así que habrá que esperar.
    -¿Ya comiste?
    -Sip.
    -¿Estaba rico?
    -¿La verdad? Estaba muy rico. Fuimos a un lugar rural, donde comimos bastante y bien.
    -Qué bueno-Se sentaron en la sala de estar-Pero hija... No quiero que vuelva a pasar. Estaba muriendo del pánico.
    -Para eso, mamá, tendrás que ser menos dramática. O sea, yo lo soy, y mucho, pero algunas veces tú te pasas, ¿Vale?... Y déjame de llamarme Kathy, que sabes que me irrita que me digan así.
    -Está bien hija, pero no lo vuelvas a hacer, menos cuando no está tu padre.
    -Te lo prometo.
***

    George aparcó su moto al lado del auto de Robert, y entró con las llaves que tenía. Al parecer todos estaban dormidos, o eso parecía por la oscuridad que había dentro.
    Pero Melissa estaba ahí despierta, esperándolo.
    -¿Mess?-Dijo él dejando el casco en la mesa junto a las llaves-¿Qué haces despierta?
    -Quiero hablarte sobre algo.
    -¿De?
    -De la chica. De Kit Kat.
    -¿Qué pasa con ella?
    -Ten cuidado con lo que haces, ¿Sí? La verdad es que es la primera vez que veo esa intensidad en tus ojos al ver a una mujer, pero se ve de dieciséis, y tú tienes veinte. Esos son cuatro o tres años más de experiencia que ella no tiene, y como nos dimos cuenta, no es de por aquí... Joder, vive al otro lado del distrito.
    -Capaz que no la vuelva a ver, Mess. Tranquila.
    -O capaz no, y la vuelvas a ver dentro de muy poco-Se levantó y se detuvo junto a George-Pero en todos los casos, cuídala, es solo una niña.
    -No soy su padre, Mess, ni tampoco su niñera cuando está fuera de los brazos de su familia. La protegeré en todo lo que pueda hacer, haré lo que pueda.
    -Lo sé, la experiencia crea el nivel. Pero igual, es mejor que bajes la cabeza.
    -Ahora estamos en desacuerdo, Mess. Como dijiste, es la primera vez que siento algo así, deja disfrutarlo. Y si lo disfrutamos los dos, mejor.
    -Pero con cuidado.
    -Siempre con cuidado.
    Mess lo abrazó. No era el abrazo que esperaba, pero le gustó.

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