Recordaba haber dormido en su cama. Había hablado con George, antes de dormir, y luego a la cama. Aun así, luego de estar con Mako y las otras Tachibana, empezó a sentir una presión, una sensación extraña en el cuerpo, en el esófago y garganta. Algo que la llamaba desde su interior.
Ese algo traía varias voces que cantaban en coro. Muchas voces cantando en varios tonos: grave, tenue, lánguido; agudo, alto, armonioso.
Era una canción que conocía. La recordaba, porque hace poco la encontró. Una canción tradicional: El himno del primogénito; canción cual se canta en la iniciación de los dragones.
"¿Dónde la había escuchado? A sí, en el auto de Madison, en la radio" Pensó, con los ojos cerrados. La recordaba lenta, con violines detrás dando más fuerza y sentimiento. "También, al tenerla ahora en el teléfono la escuché todo el regreso a casa".
Fuó
crity'ah
(crity'ah)

Yeó
crity'ah
(crity'ah)

Heó
crity'ah
(crity'ah)


crity'ah
(crity'ah)

Sabía que estaba en un sueño como tal. Pero era todo tan real: el pasto, la brisa helada en la oscuridad de la noche en una pradera que no llegaba a reconocer, las voces que resonaban en su interior. Estaba acostada en ella, en una hierba húmeda, áspera.
¿Para qué despertar de un salto? Solo abrió los ojos, mientras pasaba una corriente eléctrica suave por su cuerpo, un escalofrío que la mantuvo intrigada del lugar.
Sus ojos estaban caídos, cansados; todavía con el afán de volver a dormir, de volver a cerrarse.
Delante de ella, había un zorro, mirándola con miedo y con enredo. Su color rojizo anaranjado resaltaba en el negro de la oscuridad, y el blanco de sus ojos aliviaba un poco el cansancio de sus hombros.
-¿Qué... haces aquí pequeño?-Dijo Katherine, despertando de a poco; recuperando la compostura, sentándose en el pasto. Observó un poco el lugar, mientras tarareaba el coro de la canción. Al ver al zorro por primera vez pensó que era un truco de su mente, pero el rojo que consumía los árboles y la explanada era por aquella luna roja que estaba encima. Muy encima.
Sus ojos se abrieron, aquellas voces tomaron un tono más fuerte y potente, enviando escalofríos desde sus tímpanos hasta los dedos de sus pies.
En pijama, pero sin frío alguno, se levantó por completo.
Sí, sabía que era un sueño, pero... ¿Por qué era todo tan real?
No lo sentía como tal, esa sensación... esa presión en el aire.
¿En realidad estaba soñando? Pensó en un sueño lúcido, era la única respuesta a esta situación. Ese toque de maravillosidad que daban esos árboles oscuros y monstruosos, la explanada terrorífica que contemplaba la gran luna roja. El miedo y la intriga crecían mientras el coro terminaba, para que los violines comiencen a brillar.
A paso veloz, el zorro corrió hacia el bosque por un ruido inminente. Era un hombre que venía desde su espalda. Ese hombre de luz traía un escudo y una lanza, un casco cubría con oscuridad su cara. Su tronco estaba vestido por una manta azul que se convertía en una capa hasta los pies. Lo desnudo que se mostraba eran constelaciones, estrellas en un vacío contenido. Mientras avanzaba, los violines bajaban, pero seguían siendo el centro de atención. Era la entrada de aquel hombre, de aquel ser de universo.
Para cualquier mortal, era bellísimo.
Katherine intentó acercarse, a paso lento y torpe, con un cosquilleo en las piernas, y la misma presión en el pecho. Aquel hombre la miró un momento, o eso es lo que ella pensaba. Dentro del casco no había nada, era otra constelación: negra, obscura.
-Un simple zorro-Dijo este, mirando el bosque. Al parecer, no veía a Katherine-Debo estar alerta. En cualquier momento llegará.
Katherine tragó fuerte. ¿Quién era este tipo? ¿En realidad era alguien inventado en su mente?
  ¿O era alguien más?
Empuñaba con fuerza su lanza, parecía nervioso, con una valentía que salía hacia fuera de su pecho de puntos iluminados en un oscuro exterior.
Desde la luna, una silueta parecida a la de aquel hombre apareció sin más, con unas alas negras que aleaban su llegada a la planicie. No tenía cara. Como el ser que lo esperaba, estaba hecho de galaxias y de vacío, de luz y de oscuridad. En su espalda, entre las alas, había un espadón que llegaba hasta un poco menos que las rodillas.
Era gigante.
-¿Qué haces aquí?-Dijo este al llegar al suelo. Katherine estaba entre medio, temblando, sin fuerzas de huir-No deberías estar aquí.
-Vine a detenerte. No permitiré que nos abandones.
-No puedes detenerme, lo sabes bien. Lo único que hace tu presencia en esta luna de sangre es perder más mi tiempo, pero sabes que lograré salir de aquí.
-No, pelearé con mi lanza y con mi escudo, con mi sudor y con mi sangre para que no salgas. Estoy decidido, si he de perder mi vida en esta pelea, en esta lucha legendaria; lo haré.
-Me impresiona tu valentía estúpida, sin estrategia más que confiar en tu fuerza y en tu habilidad con esa lanza. Pero sigo siendo más fuerte que tú. Ya te superé una vez, y lo haré de nuevo si es necesario. Te había dado otra oportunidad para que recapacites acerca de la invasión a la superficie...
-¡Así es como funcionan las cosas! Hemos nacido para salir de esta tierra, crecido con armas y con un pensamiento irracional. Nuestro destino es hacer nuestro el universo, aquel lugar que todos ansiamos vivir. Este mundo ya no es lo suficientemente capaz de resistir tanta vida, si lo pudiéramos llamar así.
-¡No! Los humanos no tienen la culpa. ¿Transformarás esta masacre en un holocausto para conquistar el universo?
-Esa es la idea. Como dijiste, ellos no tienen la culpa, ellos serán el sacrificio que está en el camino, el camino de nuestro destino.
-Como te dije antes, me rehúso a ser parte de ese plan. Nosotros tenemos un poder muchísimo más grande que cualquier ser en la Superficie; algo divino. Nosotros debemos ser quienes guíen a la humanidad y al universo a ser como nosotros, y encontrar un modelo donde podamos vivir juntos y en paz. Esos seres inferiores son más que carne y hueso, que con nuestras espadas destrozamos cada átomo de sus células; nosotros debemos demostrar nuestra superioridad con nuestra sabiduría, no con la fuerza. Mi gente y yo hemos decidido estar a...
-¡Nosotros somos tu gente, joder!
-¡Debes detenerte Pör'Citarr! Yo ya no soy parte de vuestra gente, nosotros ya no lo somos. Es...-Aquel ser miró a Katherine, o por lo menos apuntó su cabeza estelar hacia ella-Debes entender de una vez que tu peor error fue abrirme los ojos, entender que este vacío es de lo que debemos correr. ¿Eso es lo que vosotros queréis, no? Libertad, pero entonces, ¿Por qué no conseguirla con sabiduría, en vez de fuerza?
-Porque la sabiduría no es suficiente para que ellos entiendan que no son nada. Nosotros no somos los primeros, ni seremos lo últimos, te lo aseguro.
-Por eso mismo yo seré parte de su defensa contra vosotros, yo seré aquel que los guíe a un bien mayor, yo seré su sabiduría para derrotar tu fuerza. ¡Yo seré quien te derrote, Pör'Citarr!-La espada gigante salió de su espalda, levantándose sola y colocándose entre su mano izquierda, parecida a la de un monstruo frondoso de pelo, que apuntaba aquel con ese nombre tan raro. El filo, que terminaba en una media luna hacia adentro, alcanzaba el pecho de Katherine.
El ser, en un momento, sintió su presencia, y retrocedió; como si algo estuviese en su camino, algo invisible.
Pör'Citarr levantó la mano, y cientos de hombres como él, monstruos hermosos con diferentes tipos de armas, se juntaron alrededor de su espalda.
El otro, para no poder quedar atrás, hizo lo mismo. Cuatro seres más se unieron a su lado.
-Sun'Shizou... Tui'Takán... ¿Ustedes también?-Miró a la cara al líder, al de la gran espada-¿Esta es tu gente, Kan'Kenet?-Este no respondió.
Uno de ellos parecía ser un aspecto femenino, el otro, en cambio, parecía ser igual que Kan'Kenet. Los otros dos pasaron desapercibidos detrás de aquellos tres.
Pör'Citarr empuñó su lanza, y levantó su brazo:
-¡Kan'Kenet! Puede que hoy no sea la guerra contra la humanidad, pero ¡Hoy te dejaré en claro quién manda!
-¡Atrévete, Pör'Citarr!-Empeñó con más fuerza su gran espada, ahora con las dos manos-Que esta batalla sea recordada por cada vida en el Vacío.
Los dos hicieron aparecer alas en su espalda, muy parecidas entre sí, y volaron por los aires mientras batallaban con sus armas.
Sun'Shizou se acercó de a poco a Katherine, viéndola, mientras los otros dos creaban ondas sonoras que se transmitían por los aires. Se agachó, mirando directamente a los ojos de Katherine, o mirando a la nada. Al final, al igual que los otros dos, era una cara vacía, una constelación con falta de ojos y de una boca.
Se levantó, con un brío exaltante, para sacar sus alas.
-Chicos, nosotros somos la salvación de la humanidad. Hemos sido avisados por una gran explosión, la cual nos comunicó que era el momento de liberarnos de este lugar. Pero nosotros somos los únicos, quizá, que nos hayamos dado cuenta de que esos seres que son nombrados humanos en los escritos antiguos, creando terror a los grandes líderes de los Pör'Luhtu; no son más que seres inferiores que necesitan ayuda de una fuerza superior. ¡Hemos prometido proteger a la humanidad y ayudar a Kan'Kenet, ya sea por nuestra libertad como por la libertad de esa especie; y si hemos de perder todo lo que nos hace llamar Pa Kua, estamos dispuestos a perderlo, solo para proteger a los indefensos e ignorantes! ¡Levantad sus armas, amigos míos, enemigos míos, y que esta batalla marque el punto de comienzo a nuestra travesía de la nueva era, de una era terrorífica y destructiva!

Tanto los otros tres que estaba atrás de ella, como todos los hombres de Pör'Citarr alzaron sus alas y volaron para chocar sus fuerzas. Arriba de ellos estaban los dos líderes, mostrando su fuerza, su determinación, y su habilidad con su arma.
Katherine no entendió muy bien que pasaba, lo único que podía hacer era mirar como esas dos fuerzas iban a chocar. Pero sus ojos se llenaron de un brillo celeste verdoso. Ese iris marrón cambió completamente, dejando aquel color que transmitía las explosiones entre las espadas de los jefes de guerra.
Un zas con el espadón hizo que la lanza de Pör'Citarr cayera al suelo, entre los pies de Katherine. Pero, cuando Kan'Kenet quiso golpear el escudo, éste lo atravesó, y Pör'Citarr pudo quitarlo del medio. Era una lucha mano a mano.
La espada cayó en uno del ejército de Pör'Citarr, cayendo como un cuervo al suelo. Aquellos demonios blancos, peleando con tanta poca ventaja en número, dominaban con superioridad a esos ángeles caídos.

Vihé Ehu Erá
Vie Pör E'liá
Cután Grom'Calá
Fuó vi'urn (Fuó vi'urn ) (Fuó vi'urn )... Dem'oh!

Fuó...

Pero la batalla dio una pausa: Una explosión que creó el golpe entre los puños de Kan'Kenet y Pör'Citarr hizo desaparecer todo lo que Katherine veía. Ese bosque, esa luna roja, esos seres universales, provenientes de un Vacío que había nombrado ese tal Kan'Kenet, seres que iban a dominar a los humanos, para luego dominar al universo; desaparecieron.
Todo se había esfumado.
Y su sueño, el más real, el más terrorífico, el más pesado, había terminado.
Sudando, con la respiración y el pulso a mil por hora, saltó de la cama. Los audífonos no cayeron de sus oídos, pero el celular cayó al suelo, y la tensión los separó. Había vuelto al mundo normal, había abandonado ese mundo de pesadilla.
"¿Quién era Kan'Kenet?" Sonaba en su mente. ¿Quién era Pör'Citarr?
¿Qué fue lo que soñó?
Con rapidez, a las cuatro de la mañana, se levantó y buscó un cuaderno, el más a mano que tenía, y empezó a escribir todo lo sucedido. Todo lo que se acordaba de ese sueño lúcido. Porque eso era, esa era la primera explicación que se le venía a la mente.
Pero, ellos no podían verla, solo de una manera, solamente Katherine a ellos. ¿Cómo? No era existente en ese plano, ¿No era parte de ese momento?
¿Era como una visión de algo que sucedió hace miles de años? En su mente tenía sentido, había una familiaridad en ese jefe de guerra que nunca antes había sentido con nada; como si lo conociera de verdad. Su fuerza podría llegar a ser tan alta que cualquiera sentiría miedo ante él, pero ella no. Sentía protección. Sentía calor. Un calor que antes había sentido.
No era una opción que el dragón negro de sus sueños muestre la misma sensación que Kan'Kenet, ¡Sus sueños no podrían engañarla de esa manera!
Por eso debía decírselo a alguien. Debía decírselo a Mako.
Pero, cuando terminó de escribir, se dio cuenta que todo lo que estaba en el cuaderno eran líneas, rayones, borrones negros sin sentido.
Eso sí, esa sensación en su garganta no se había ido, incluso empezó a tomar protagonismo luego de retroceder tras ver las hojas. Cuando se levantó, comprendió lo que era. "¿Podría ser eso?" Pensó mientras iba al baño. Con delicadeza y con miedo, se agachó, abrió la boca, y vomitó.
Aunque reconoció el onigiri y el tamagoyaki, entre el vómito había una sustancia negra, completamente oscura.
Respiró hondo, y volvió a vomitar. Lo hizo una y otra vez, hasta que esa sensación desapareció.
Se había esfumado, al igual que aquel sueño pesado.

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