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Maia Montero

Los días fueron pasando y de un momento para otro ya es sábado. Mi vida cada vez más parece una pesadilla, mi madre sigue molesta, Eithan sigue siendo un idiota y el único que aún no me dice nada es papá, quien siempre está pendiente de mí. En cuanto a la universidad, no, no la he vuelto a ver, le conté todo a Ángelo y no sé separa de mí, algo que realmente agradezco, a pesar de que extraño mucho a mi amigo Horacio. En cuanto a los chicos, Darío no para de escribirme cuando no estamos juntos mientras que Antonio vive llamándome igual y como amo a esos loquitos, Alaia me visita todas las noches antes de la cena, a veces se queda, otras veces no, más porque siempre termina peleando con Eithan y bueno Layla aún me siento culpable de su rompimiento, aunque insiste que no me sienta mal, la verdad es que si lo hago.

Y en cuanto a Cecilia Abbey, más nunca supe de ella desde aquella noche cuando la despedí para que fuera a su casa, pero aún así, no me ha vuelto a llamar desde aquel día cuando me pidió vernos, me limpio la mejilla sólo de pensarlo. La verdad la he buscado por todos lados, ni una nota, ni una llamada, ni un mensaje de texto, nada, simplemente desapareció, como si nunca fuimos reales, como si nunca sucedió.

-Buenas tardes – dicen y alzo la mirada para quedarme seria –
- ¿Qué desea pedir? – pregunto sin ánimos y la rubia inhala profundo para exhalar luego –
- Un latte, por favor – me quedo paralizada y unos segundos después reacciono –
- Son 3.50 dólares – digo seria y volteo a verla finalmente –

Lía asiente y busca en su cartera, allí puedo detallarla más, es tan idéntica a Cecilia que siento mi pecho estrujarse de sólo pensarlo, alza la cara y sonríe para entregarme un billete, asiento y facturo para darle la orden a mi compañero, Lía me pide que me quedé con el vuelto y asiento, me agradece y le guío donde agarrar su café aunque no sé para que lo hago si ya lo sabe, llega un nuevo cliente y sonrío falsamente para agarrar su orden.

-Maia – me llama Lía y volteo a verla –
- Dígame – digo sin expresión alguna y la rubia me mira triste –
- ¿Podemos hablar? – pregunta y niego rotundamente –
- Estoy trabajando, lo siento – respondo para volver la mirada a los clientes – que tenga buenas tardes señorita – finalizo la conversación y sigo tomando la orden de una chica –

Unos minutos después le pido el favor a mi compañero de al lado que se quede en caja unos minutos, cuando acepta voy hasta el baño de empleados donde me encierro y me acerco al lavabo, apoyo mis manos para subir la cara y verme al espejo, la vista nublada y un chaparrón en camino, me siento en el suelo a llorar como cada día desde que no sé nada de ella, desde que todo se supo, desde aquel lunes.



                                   *********

-Nos vemos Maia, que te mejores – se despide el jefe y asiento para despedirme con la mano –
- Hasta luego Maia – se despide una de mis compañeras y sonrío –
- Nos vemos Fabiola – me despido y asiente para seguir su camino y yo salgo del café –

Salgo del café y veo a Lía apoyada del capó de su coche, por segundos la vi a ella y lo maldije por mis adentros, me tenso mientras Lía se acerca cautelosa y arreglo en mi hombro el morral, me quedo paralizada simplemente en silencio, Lía sonríe y termina de acercarse para quedar frente a mí.

-Hola – saluda y me quedo en silencio – lo siento ¿vale? – dice y mi corazón se acelera mientras su mirada se torna triste –
- ¿Qué quieres? – pregunto irritada de verla –
- Necesito que hablemos – niego y paso por un lado de ella pero me agarra del brazo y resoplo rendida – por favor – susurra y me deshago del agarre para voltearme a verla, quedamos cara a cara y Lía asiente lentamente –
- Tienes menos de cinco minutos, habla – digo cruzándome de brazos, la rubia sólo frunce los labios y asiente –
- Es sobre Cecilia – dice suavemente y me tenso – ella… - se detiene y comienzo a sentir pánico, su mirada no demuestra nada bueno, no quiero oírla, no hoy – se fue – susurra y me alejo de golpe para mirarla sin comprender –
- ¿Qué? – pregunto conmocionada y ella baja la cara –
- Lo siento – susurra y niego para apretar los dientes con rabia –
- Basta de que te disculpes – grito y Lía me mira asustada –
- Te dejó esto – dice y no quiero agarrarlo, así que lo deja en mi coche – espero verte pronto – susurra y me quedo mirando al suelo conmocionada –
- Yo espero que no – digo para darme la vuelta, agarro la tarjeta y camino hasta el piloto de mi coche donde me subo rápidamente y me quedo mirando hacía el café –

Nací para amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora