Primera Parte: Dolor y lamentos VII

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SENEB

El vidente alzó los párpados y salió de la celda para dirigirse al Salón del Destino, donde Kafele y Badru se encontraban.

A pesar de su ceguera, nunca necesitó ni quiso ver. Algunos decían que el mundo sólo podía apreciarse en su totalidad con la visión, pero Seneb creía que distraía al observador de la verdadera belleza que residía en los demás sentidos. Todos se guiaban tanto por los ojos que no sabían diferenciar el correr del Nilo de otro río, ni el respirar de los hipopótamos del de los cocodrilos. No reconocían el sonido de la noche ni el olor de la arena. ¡Y el ciego era él!

Como sus pies sabían exactamente a dónde ir, atravesó la puerta rápidamente. La energía de los muchachos no hizo más que empeorar cuando lo notaron.

— ¿Qué deseas, Seneb? —dijo Kafele.

—Quería saber cómo estaban.

—No sé para qué te molestas en preguntar: ya sabes cómo nos sentimos.

— ¿Y ustedes sí?

—Mi cuerpo, mi mente.

— ¿Sólo viniste para eso, Seneb? —intervino Badru.

—No.

El anciano dejó que se formara algo de silencio. Sólo Ra sabía lo mucho que le gustaba generar ese misterio, sin mencionar que, a veces, era necesario.

—Tengo dos mensajes —declaró finalmente—: uno para ustedes y otro para Amunet.

—Pero...

—No le hagas caso —le dijo Kafele.

—Bien, Kafele, has aprendido a respetar mis palabras. Pero tú, Badru...

—Yo sigo esperando mi papel de héroe en todo esto.

—Lo tendrás. Te lo aseguro. Sé paciente y lo tendrás.

—Sí, claro...

—Y el mensaje era...

—Agregaré uno: paciencia. Ahora sí: no teman a lo que está por venir.

—No hay nada a lo que temer. Dícelo a Badru, en todo caso.

—Oh, Kafele, te aterra que todo cambie. Has empezado a idear un plan, y ahora te advierto que no debes temer cuando este no resulte.

— ¿De qué estás hablando? ¿A qué te refieres?

Temor, temor, temor... ¿Y seguía negándolo?

— ¿Egipto perderá? —susurró Badru.

— ¿Quién dijo eso?

—Entonces, venceremos a los hicsos.

—Tampoco he dicho eso, Kafele.

—Entonces, repito: ¿a qué te refieres?

—No todo es lo que parece.

—Tus palabras, sin dudas, no son lo que parecen.

— ¿Tuviste un sueño, Seneb?

—Sí.

— ¿Y estás seguro de lo que sucedió? ¿No existen otras interpretaciones posibles?

— ¿Cómo voy a malinterpretar un mensaje tan claro de los dioses?

— ¿Qué mensaje? —cuestionó Kafele.

Seneb se río por lo bajo. Las dos personas que lo acompañaban en la habitación estaban destinados a grandes cosas, pero les era difícil comprender que los dioses dictaban el tiempo de los hechos. Si abandonaran por unos años sus miedos y ambiciones, podrían llegar a conocer tantos secretos y a encontrar tanta paz...

—No están listos.

—Dilo de todos modos.

—No necesitan oírlo ahora, pero estén preparados para cuando los busque.

Ambos comenzaron a formular preguntas y lo llamaron, mas él ya había terminado con ellos. Era el turno de Amunet. Se acercó a la joven y tocó su frente con la palma de su mano mientras observaba cómo las sombras la aquejaban.

—Tu viaje será el más complejo de todos. Ha llegado el momento de que enfrentes a tus miedos. No los niegues.

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now