Tercera Parte: Nuevos reyes XXI

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KAFELE

Una voz entró a su mente y lo hizo perder la compostura. Una parte de él ya no se encontraba allí. La cabeza le dolía mientras escuchaba:

—Kafele, suceda lo que suceda, tu nombre y el de Amunet, junto con lo que hicieron, debe permanecer oculto para las próximas generaciones. De esta manera, podrán hallar su propio camino. Deberán moldear lo que pronto será pasado para no estropear el futuro.

—Seneb... —logró articular tanto en el aspecto físico como psíquico. Sin embargo, se vio frenado por un fuerte dolor de cabeza.

De alguna manera, el anciano se las había ingeniado para ingresar a su mente y mandarle un mensaje. Hasta ese entonces, nunca nadie había hecho algo semejante con la fortaleza interna del gran Zaid Ziyad.

Con todo su ser ansiaba comprender la situación, aunque, claramente, el motivo de todo aquello sobrepasaba las curiosidades que pudiera tener, así que Seneb continuó:

—Escucha la profecía, pero no te llenes con ella y, sobre todas las cosas, no olvides quién eres, no lo olvides hoy.

Al menos, esa última oración no podía pertenecer a otra persona, por lo que no podía ser una clase de engaño. Aun así, estaba confundido: quería protestar, preguntar, cualquier cosa, mas lo único que sonó en su mente fue:

Isis de rojo se vestirá

Y el Nilo azul permanecerá.

Osiris quitará el terror,

Pero Ra no evitará el dolor.

El viento pronto soplará

Y nuevos faraones en el trono habrá.

Sintió que la presencia ajena se desvanecía y una punzada atacó su pecho. Le faltó el aire. ¿Qué estaba pasando? Pronto, comprendió que estaba relacionada con el bienestar de Seneb. Gritó, Kafele gritó con una angustia verdadera porque sabía lo que había detrás; no lo admitiría con facilidad. Quería ayudarlo, sacarlo de su sufrimiento, aunque algo le decía que no lo estaba experimentando por más que su presencia física existiera. También deseaba explicarle tantas cosas y tantas de sus acciones... Y tenía la maldita certeza de que jamás tendría la oportunidad.

A pesar de sus mareos, alcanzó el exterior, donde todo daba miles de vueltas, tanto literales como las provocadas por la cabeza del heredero de Ra. Veía a la gente hablar, pero parecían repetir las palabras del viejo hombre, las modulaban a la perfección.

Había imágenes para ser analizadas, mas estaban como bloqueadas. ¿Por qué debía sufrir esa tortura nuevamente? ¿Por qué no podía parar? Y, para empeorarlo, tuvo que sumarle los alaridos de sus soldados, que le transmitieron algo que ellos consideraban que era importante. Los esquivó a todos y a cada uno de ellos.

Continuó avanzando para despejar sus pensamientos. hasta que fue interrumpido por la única persona que era capaz de regresarlo a Egipto. Lo sacudió por los hombros; su semblante lucía asustado porque Kafele no respondía, mas, al mismo tiempo, había ansiedad y determinación en él.

De repente, su saliva quedó estancada en el medio de su garganta, formando un tapón. Separó sus labios para cambiar la situación y tomar aire, pero simplemente no funcionaba.

— ¿Ahora sí me escuchas, Kafele?

Asintió siendo dueño de sí mismo otra vez; la horrible sensación se esfumó.

— ¿Qué pasa?

— ¡También eres ciego! Sólo mira el cielo.

Sin entender de dónde provenía el sarcasmo, la impaciencia y el exabrupto, la obedeció. Ahora sí que entendía. Instantáneamente, recordó la profecía:

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Onde histórias criam vida. Descubra agora