Tercera Parte: Nuevos reyes XIII

1 0 0
                                    

AMUNET

—Tu vida se basa en seguir lo que tu madre te dijo —intentó explicar Isis, lo que enfureció a Amunet.

—Ahí es donde te equivocas, Isis. Crees que por ser una diosa, y una poderosa, lo sabes todo y sólo me haces hablar porque te resulta divertido. No me conoces.

—Te conozco desde hace tiempo, Amunet, desde que fuiste concebida.

—Pero tú no ves con mis ojos, no oyes con mis oídos y no sientes con mi piel. Escuchas mis pensamientos, mas para ti carecen de sentido; si yo no le pongo palabras a mis sentimientos, no son nada que puedas comprender. ¿Sabes lo que ocupa mi corazón ahora?

La divinidad evadía cualquier respuesta, pero, al cabo de un tiempo, se vio forzada a formular algo en voz alta para no admitir su derrota. Si Amunet no se entendía a sí misma, ¿cómo lo haría una persona ajena?

—Estás intentando sobreponer el odio que sientes por Badru al amor que tanto has ocultado.

—No, ni cerca. Si una persona sigue lo que otros le ordenan es porque su carácter lo permite. Puede que en un principio no fuera parte de mi voluntad, pero los años pasaron y noté que nunca estuvo en mí eso de amar. Quizás fue porque no tuve mucha experiencia, no lo sé. Algunas personas simplemente no nacemos para hacer amistades. Creía que mi destino era gobernar Egipto por siempre...

—Todavía puedes.

—Sí sí, superando mis miedos. Ya entendí. Es sólo que no considero que esa sea la mejor estrategia.

—Déjame decirte algo, Amunet.

Por algún motivo, ambas se pararon. Por momentos, cruzaban miradas y, por otros, se evitaban completamente.

—Existen diferentes clases de miedo. Más allá de lo que puedas creer, el miedo es sano y necesario para los humanos, y para algunos dioses también. Todos son inferiores a algo o alguien y todos deben conocer sus límites. Si no fuera así, la raza humana no existiría.

»También existen otros, que son traumas que no dejan avanzar para confrontar una nueva situación, que nos paralizan. Son temores racionales a un determinado lugar y tiempo, pero no siempre.

»Luego están los que ustedes mismos crean para prevenir ciertas situaciones de riesgo, aunque pueden convertirse en un ideal o en un objetivo a alcanzar.

»Sin embargo, algunos miedos no son requeridos por nadie, pero están allí porque ayudan a formar lazos y darle importancia a los lugares, los momentos y los objetos.

»Dices que te amas a ti misma y que sólo te preocupas por lo que pueda afectarte para comprobarlo. Tú, Amunet, aplicas dos clases de miedo a la misma persona: el que establece ideales y el de los lazos.

»Algunos miedos deben aceptarse, otros tenerse. Otros, hay que superarlos, pero creo que estoy en lo cierto cuando pienso que lo tuyo implica entendimiento.

— ¿Entendimiento de qué?

—De que no hay nada que temer: es lo que sientes y podría ser distinto a lo que te imaginas...

—No te entiendo o, mejor dicho, no quiero hacerlo.

—Es que... —Isis se detuvo mientras parecía buscar las palabras adecuadas — Está bien, te lo diré: Kafele y tú interpretaron varias cosas mal.

— ¿Como cuáles? —dijo comenzando a irritarse.

—El lazo. Nunca quisimos que crearan ese en específico y, además, no era posible porque tu corazón pertenece a otro. Intentaron el hechizo incorrecto y tú no estabas de acuerdo con él muy en el fondo. Por eso terminaste aquí.

— ¿Y qué lazo se suponía que debíamos establecer?

— ¿No es obvio? Lo dicen todo el tiempo.

Amunet se puso a pensar. Muchas veces encaró el tema desde ángulos erróneos, hasta que se le vino a la mente el momento en que se desmayó por segunda vez. Lo último que le habían informado fue que su colgante la guiaría a su hermano, el hermano de su collar. Hermanos...


Eclipse Rojo (Luna Negra II)Kde žijí příběhy. Začni objevovat