Segunda Parte: Viejo y nuevo XV

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KAFELE

"Otra vez" dijo el padre de Kafele "No, es más así" Luego, hizo un gesto con la mano con la mayor amabilidad del mundo.

Era claro que el receptor no era Kafele, sino su hermano, quien estaba recibiendo clases para transformar el agua en hielo, es decir, líquido congelado. Parecía simple el hecho de cambiar la temperatura de un objeto sin vida, pero el agua en ese estado no existía en Egipto; había sido descubierto por herederos accidentalmente. Sin embargo, su rareza la convertía en única y hermosa. Ese era el motivo por el que husmeaba por la puerta, y porque él no era el inútil que se pensaban que era.

"Muy bien" exclamó Abasi cuando el objetivo fue alcanzado.

"Lo hubiese logrado antes si Kafele no me hubiese estado molestando con su respirar del otro lado de la puerta".

Estridentes pasos se acercaron hasta la puerta. Kafele dio unos hacia atrás para no ser golpeado por la madera, no porque le temiera a su padre. Cuando sus miradas se encontraron, sólo pasó un segundo hasta la golpiza, mas bastó para que percibiera todo el odio que se escondía detrás de sus ojos.

El primer cachetazo no lo descolocó, pero el segundo impacto, que fue en el cuello, lo obligó a fraternizarse con el suelo.

"Quédate en el piso, porque allí perteneces" dijo sin mostrar rastros de ser su padre "No intentes meterte en esto otra vez, Kafele".

Su progenitor abandonó la sala y aprovechó la situación para acomodarse. Sin embargo, un puño hirió su mandíbula. Mientras la sangre emanaba de sus muelas —y la escupía—, oyó la advertencia de su hermano:

"Recuerda quién es el poderoso aquí".

"Tú no lo eres".

"Repítelo".

"Que papá te idolatre no te convierte en el elegido".

"¿Qué? ¿Eres tú el elegido?".

"¿Por qué no podría serlo?".

"Porque eres un inútil. Por eso"

"Bájate de esa nube en la que vives y comienza a ser más objetivo".

"No tengo ego".

"Tardas bastante en avanzar. Yo sé que podría..."

Fue sentenciado al silencio. Reaccionó y devolvió con un ataque conciso. Ya no se miraban a los ojos, pues se suponía que eran el espejo del alma y los suyos no hacían más que reflejar odio y rencor. Se hirieron hasta quedar exhaustos, pero no de combatir, sino de escuchar la súplica de voces femeninas desde la cocina.

A lo largo de los años, habían tenido una enorme cantidad de disputas, y esa estaba entre una de las más rudas y violentas. Luego, con el pasar del tiempo, comprendió que carecía de sentido si terminaría asesinándolos a todos.

Poco a poco, fue reviviendo su gran carnicería.

Por algún motivo, los recuerdos que vinieron primero fueron los que menos placer le causaban, los que requerían su ejecución, pero no una sonrisa de satisfacción por la venganza cumplida. Es que, si la sangre del primer heredero de Ra corría por sus venas, tendría que desaparecer. Después de todo, su familia se había dedicado a eso y a nadie le pareció tan malo. ¿Por qué no intentarlo?

Gyasi. Su primera víctima. Qué trágico accidente... Lo único que tuvo que hacer fue decir que deseaba jugar con él. Él tenía cinco años y era el hijo mayor de su tía más joven, ya que su padre tenía dos hermanas menores. En aquel día, se encontraban en la casa de sus tíos, cerca del río, y era un día soleado, como la mayoría, perfecto para divertirse junto al Nilo y dar un paseo.

Al principio, el pequeño se resistió, pero sus familiares estaban tan cansados de cuidar al bebé de un año que, básicamente, lo obligaron a seguirlo. Prometió que se darían un baño y que no se dejarían atrapar por los cocodrilos. Tan sólo lo empujó hacia ellos, sin que su mano se viera. Como había gente mirando, intentó rescatarlo —incluso logró tomarlo del brazo—, mas el daño que causó fue mayor. Luego, alguien lo había llevado hacia atrás, lejos del peligro, y lo consolaron mientras estaba pasmado. Lo estaba porque ese había sido el primer paso hacia su destino.

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now