Segunda Parte: Viejo y nuevo III

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KAFELE

— ¿Qué? —gritaron muchos.

Kafele simplemente asintió.

—No puede ser verdad —dijo Hondo.

—Bueno, lo es.

Omitió el "amigo" o "viejo amigo"; no volvería a utilizarlo, no mientras se mantuviera fuerte.

— ¿Cómo sucedió?

— ¿Por qué no me sorprendo? —exclamó Snefru por detrás.

Se volteó y le dirigió la mirada más asesina que fue capaz de producir.

—Daré todas las explicaciones necesarias cuando estemos todos reunidos.

"Porque no quiero contar esta triste historia dos veces" agregó para sí mismo. De todos modos, no brindaría detalles y, menos que menos, sentimientos.

Luego de cinco minutos, las condiciones se tornaron aptas para comenzar:

—Cuando volvimos e hicimos la fusión, algo salió mal y Amunet empezó a escupir agua. Nada estaba yendo mal, no lo parecía, pero fue desvaneciéndose de este mundo y cayó al suelo, sin vida. Todo ocurrió tan rápido y la escena en sí carecía de sentido, por lo que no conseguí hacer nada.

Todos guardaron silencio por un buen rato, mas las expresiones hablaban solas: algunos estaban sorprendidos, otros horrorizados y entristecidos, mientras que otros trataban de encontrarle la trampa a la situación, como si ese hubiese sido el plan de Kafele desde el inicio.

Nadie parecía saber qué decir, o sí, pero no se atrevían a expresarlo en voz alta.

— ¿Esto dónde nos deja? —dijo Auset.

—No en un buen lugar —acotó Snefru.

—Yo pensaba que los escribas debían escribir, no hablar... —reaccionó Kafele sin reflejar ninguna clase de sentimiento.

—Y yo que eras de fiar.

—Snefru... —dijo Hondo.

—Lo sé, pero este tipo es un mentiroso. ¿Realmente haremos todo lo que él diga? Mató a su aliada y espera que...

—Que ese haya sido el designio de los dioses no es mi culpa.

— ¿Y cómo sabemos siquiera que dices la verdad?

—Snefru, yo soy tu jefe y me debes obediencia por múltiples razones. Cállate y haz tu trabajo.

El escriba agachó la cabeza y se volvió invisible en la conversación desde ese momento.

—Lo siento, Zaid Ziyad, pero es que todos estamos bastante pasmados.

—No hay problema.

—Amo —dijo Zoser—, la pregunta sigue siendo la misma.

— ¿Es posible que ganemos esta batalla sin Amunet? —completó Auset.

—Quizás perderemos algo de ventaja, pero no olviden que cuentan con el gran Zaid Ziyad. Yo seré suficiente.

No sólo trataba convencerlos, sino que creía que era cierto. Desde hacía años que se estaba preparando para esto, para que su verdadero ren se alzara. Sería un poco más complejo, pero ese era su destino y nada ni nadie iba a evitar que lo cumpliera.

— ¿Cómo sería el nuevo plan? —preguntó el nubio.

—El reemplazo de las armas se mantiene. Me encargaré de lo del fuego. Con respecto al ataque...

—Sigo creyendo que lo mejor es realizar los dos frentes.

Varios coincidieron con asentimientos.

—Pero uno será más débil.

—No necesariamente —comenzó Auset.

—No, el escuadrón norte puede encarar la batalla de una manera diferente —agregó Rahotep.

— ¿Qué sugieres?

—Podría acabar con algunos y arrastrar a otros hacia el escuadrón oeste.

— ¿Cómo?

—Vidrio.

El que contestó fue Sahure y no Rahotep. Todos dirigieron sus caras hacia él, esperando que se explicara. Su compañero, por su parte, no lucía molesto por la interrupción. De hecho, parecía contento, como si esa idea viniera del pasado.

—Podemos lanzar bolsas de tela que contengan pequeños y puntiagudos fragmentos de vidrio.

—Qué idea más descabellada —dijo el médico.

—En realidad, no parece tan mala —dijo Kefrén—. Fantasiosa sí, pero no mala.

Kafele imaginó aquella estrategia aplicada en la batalla. Si pensaba en el material cubriendo el rostro de un hicso, claramente funcionaría. El resultado podía ser efectivo, pero había que encontrar una forma de perfeccionar la dirección y fuerza del tiro. Se lo comunicó a los demás.

—Tengo una idea —habló Menkaura—. ¿Qué tal si encerramos una llama en una esfera de vidrio, de tal manera que cuando se rompa, el fuego se escape? Además, hay que evitar que el calor traspase a las manos de quienes los portan.

—Control de temperatura, sí.

— ¿Qué piensan?

—Suena bonita, ¿pero cómo lograremos que no se nos venga el fuego encima a nosotros? —cuestionó la guerrera.

—Zaid Ziyad puede controlarlo, ¿cierto?

—Cierto.

—Opino que las dos propuestas pueden llegar a funcionar con sus respectivos refinamientos —expresó el líder.

—Yo igual —dijeron Zoser, Auset, Kefrén y Sahure uno detrás del otro.

—Primero deberíamos probar estas técnicas —sugirió el resto.

—Concuerdo. ¿Qué más?

Continuaron hablando y esbozando el futuro nuevo plan, con la intención de que fuera, incluso, más efectivo que el anterior, y previniendo cualquier error que pudiera surgir. Esta vez, el gran Zaid Ziyad no podría descuidarse. La victoria recaía sobre sus hombros.

Eclipse Rojo (Luna Negra II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora