Tercera Parte: Nuevos reyes XIV

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BADRU

La boca de Amunet se abrió e inhaló con todas sus fuerzas mientras levantaba sus párpados de par en par.

De alguna forma u otra, terminó abrazándola y susurrándole al oído una y otra vez:

—Estás viva, estás viva... No puedo creerlo. Amunet, estás viva.

La sostuvo intentando no saltarse ningún detalle. ¿Era posible que extrañara el sonido que hacía su corazón al latir o sus pulmones al respirar? ¿Era posible que, después de tantos años, estuviera abrazándola sin impedimentos? Entonces recordó el motivo de su asombro e, inmediatamente, se separó de ella y se disculpó unas mil veces. Bajó la cabeza en señal de vergüenza, pero como no existió ninguna protesta, la miró con detenimiento. La única sensación que parecía expresar era extrañeza. Observó todo de un lado al otro, como si estuviera comprobando su localización, aunque no agregó nada tras quedarse quieta otra vez. Estaba despierta y viva, ¿pero estaba bien?

— ¿Cómo llegué aquí?

Bueno, al menos podía hablar. Eso era un progreso. Sin embargo, no había empleado su rudeza habitual, su arma más letal.

—Yo te traje.

Su ritmo respiratorio cambió de repente y comenzó a palparse por todo su cuerpo varias veces, incluso por zonas que ya había revisado. Colocó sus manos sobre su abdomen y ejerció presión.

—Pensé que iban a embalsamarme.

—Iba a hacerlo, pero nunca llegaste a estar muerta del todo. Tu cuerpo seguía caliente y no parecías pudrirte. Además, está eso —dijo señalando su hombro izquierdo. Ella descubrió la especie de tatuaje que tenía allí, uno con forma de collar, que se extendía hasta la parte superior de su pecho.

— ¿Qué? —inició con curiosidad, mas luego debió de notar que sus prendas no estaban colocadas de forma correcta — Quiero creer que no bajaste aun más el vestido.

— ¿Qué? —En un segundo cayó en la cuenta de a qué se refería y aseguró su inocencia — No, ¡no! Es que esa cosa empezó a brillar... varias veces.

Amunet puso su cara típica de fastidio y enojo, aunque le faltaba algo de furia.

Levantó su torso y corrió de a poco sus piernas en dirección opuesta al interior de la cama. Apoyó sus pies en el suelo, se despegó con lentitud del mueble, esparciendo su peso hacia un único lugar. Como resultado, se desmoronó en el acto. El instinto de Badru le decía que debía intervenir, pero ya la había molestado lo suficiente ese día, sin agregar los años anteriores, como para continuar. En su lugar, prefirió preguntar:

— ¿Te ayudo? No, eh, perdona —agregó cuando lo pensó mejor y razonó que no era una buena idea.

—En realidad, sí. Creo que hace mucho que no me muevo. ¿Cuántos días he estado aquí?

—Veinte, aunque digamos que no fue siempre aquí.

—Necesitaría algo de exactitud.

—Sí, sí. Pasaste por la guarida de Zaid Ziyad, un barco, mi casa, la casa de Tumaini, esta casa de nuevo...

— ¿Quién es Tumaini?

—Un viejo amigo que vivía en el barrio Inpw. Jugábamos con él.

—No.

—Él sí te recuerda.

—No pidas mucho. Con suerte te recuerdo a ti.

Se suponía que debía sonar insultante, pero carecía de la firmeza necesaria para ser ofensiva.

La acompañó a tomar agua, a comer unas uvas y a estirar las piernas.

Mientras estaban afuera, a la luz de la Luna, ella dijo:

— ¿Qué has estado haciendo estos días?

A pesar de que su interés le causaba sorpresa, contestó rápido:

—Decidí llevar a cabo los rituales y luego cambié de idea. Hice un viajecito con Seneb, que no sirvió para nada, y esperé.

— ¿A qué?

—A que despertaras, ¿a qué más?

—Y Zaid Ziyad, ¿dónde estuvo en todo esto?

—Él accedió a que yo me encargara de todo. Tenía otros asuntos que atender. No quería traerte malas noticias.

—No lo son, al menos, no del todo. Tenemos que ir con él.

— ¿Tenemos?

—Eh... Podrías ser de ayuda.

—No lo creo.

Amunet iba a responder algo, cuando dudó y dijo:

— ¿Qué te dijo Seneb?

—"Él posee una mente clara. El problema es que debe limpiar la última mancha y, para ayudarlo, estás tú, Badru". Ese anciano depositó demasiadas esperanzas en mí.

— ¿Por qué hablas en pasado?

—Porque no creo que volvamos a verlo y, si lo hacemos, va a ser dentro de una carpa hicsa.

— ¿Qué?

—Sí, no sé si nos está traicionando, intentando ayudar o si está "cumpliendo su destino".

—No voy a negar que eso es raro, pero no creo que estuviera equivocado con tu destino.

—Ya suenas como él, aunque con malhumor.

—No deberías subestimarlo. Kafele necesita librarse de un miedo y, si Seneb dijo que tú eres el único que puede ayudarlo, le creo.

— ¿Has visto a Osiris o algo así? Porque estás muy distinta.

—No te imaginas cuánto —dijo Amunet mirándolo a los ojos. Mantuvo la conexión hasta que ella la apartó. Badru podría haber jurado que vio algo o, mejor dicho, que algo faltó: odio, impaciencia y rencor —. Me refiero a que sigo siendo yo, pero mejorada.

—Me parece bien... No, no, perdona.

—No, est... Olvídalo.

—Te acompañaré, pero sólo para corroborar que llegues allí a salvo, todavía estás muy débil.

— ¿Dónde está?

—No tengo ni un aproximado —dijo Badru abriendo los ojos al darse cuenta de que no iba a ser tan sencillo, o sí... —. Debieron tener varias batallas para este entonces, en Menfis deberían saber algo. ¿O crees que ya terminó todo?

—No, no, Isis me dijo que este es el momento preciso...

— ¿Isis? ¿Hablaste con Isis?

—Eso no importa, tenemos que irnos ahora.

—Pero no estás...

—Eso tampoco importa. ¿Acaso sabes lo que es tener una responsabilidad, y que esa responsabilidad sea salvar a un país entero de la invasión de unos extraños armados con elementos que no podemos controlar?

— ¿De qué estás hablando?

—De na... No, deberías saberlo. Los colgantes no pueden controlar los metales; generan una especie de barrera que no podemos romper. Creemos que si hacemos la fusión, ese problema ya no existirá o será insignificante.

—Primero: ¿por qué no pueden? Y segundo: ¿qué pasó exactamente antes de... de... lo diré: morir?

—Primero —repitió Amunet utilizando un tono similar al suyo—: no tenemos la certeza, pero lo más probable es que sea para que no creemos otros colgantes, o que los destruyamos. Segundo: estábamos haciendo la fusión y mis pensamientos fueron hacia otra parte, y eso no puede pasar.

—Entonces, eso significa que...

—Que debemos irnos —lo interrumpió con poca autoridad.

— ¿A dónde?

—Hacia donde pueda haber información: a Menfis.


Eclipse Rojo (Luna Negra II)Where stories live. Discover now